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SOCIEDAD | 18-05-2020 18:13

Recetas migrantes, una opción sabrosa y solidaria para esta cuarentena

Hace un año, un grupo de migrantes y refugiadas en nuestro país formó el colectivo Mamam.Comidas para ofrecer platos típicos de sus países (desde arepas a falafel y pakoras) como forma de sustento. Acá, las historias de algunas de estas mujeres y de su flamante libro de cocina.

Llegaron desde lejos, algunas por sus propios medios y otras a través de programas de ACNUR (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados), y todas con muchas ganas de empezar de nuevo.

Pero sin tantas herramientas a mano, sobre todo si pensamos que la mayoría de ellas no dominaba -apenas conocía- el español antes de su llegada a Buenos Aires, ciudad que desde entonces se transformó en su nuevo hogar.

A las hermanas Afia (26) y Faiqa (27) las conocimos poco antes de la pandemia y la cuarentena. En ellas descubrimos dos historias que reflejaban a la perfección esa apremiante situación y también el espíritu de Mamam.Comidas, una iniciativa pensada precisamente para generar ingresos, pero también un sociabilidad, a partir de sus saberes culinarios.

Cocineras Migrantes
Afia y Faiqa debieron abandonar su Pakistán natal por razones políticas. 

Hablar con ellas dos, sobre sus vidas o sobre Pakistán, tierra de donde debieron emigrar por problemas políticos, fue también un ejercicio constante de creatividad en el que se mezclaron el español, el inglés, el lenguaje de señas e incluso el traductor simultáneo de Google seteado en urdu, su lengua materna.

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“Desde el primer momento nos sentimos muy bienvenidas aquí. En Buenos Aires reinan el caos y la velocidad pero también la calidez”, sentencia con cierta timidez Afia, la menor de ellas y la primera en haberse acercado a Mamam.

Romina es argentina y una de las tres fundadoras del proyecto, cuya historia sintetiza así: “Lo primero que empezamos a ver con muchas de estas mujeres es que llegaban al país y enseguida se acostumbraban a una vida muy solitaria, prácticamente de claustro en sus nuevos hogares. Por el idioma, por venir de una cultura diferente y por tantas otras razones más, casi que no salían de sus casas.

Así nació Mamam (término que proviene de madre), como una excusa para juntarse a hablar, practicar el idioma y socializar. Enseguida surgió lo de la cocina que fue algo casi espontáneo y que pegó mucho, primero con las ferias culinarias y luego a través de las viandas a pedido”, relata Romina, una de las tres fundadoras del proyecto.

Bastante reciente, y muy a pulmón, la iniciativa debió reinventarse en esta cuarentena con un flamante libro de recetas, tan cosmpolita como solidario. Se puede encargar por su cuenta de Instagram, primero lo envían en formato digital y luego, en formato físico. 

Hay recetas de países como Pakistán, Irán, Haití, Venezuela, Senegal y Siria.  

De las chicas que actualmente cocinan en Mamam, Afia y Faiqa son las únicas que viven en la ciudad de Buenos Aires, más precisamente en el barrio de Villa Crespo. Hasta allí las acompañamos para ser testigos de su jornada laboral que, debido a uno de estos compromisos, las trasladó a San Telmo y a su imperdible mercado barrial.

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“Lo primero que tenemos que conseguir es harina de garbanzos, la gran base de nuestra comida. Y los vegetales, claro”, sentencia una risueña Faiqa mientras su hermana detalla los lineamientos básicos de la comida “halal” que, basada en la religión musulmana, prohíbe varios alimentos: “No sangre, no carne de cerdo ni de ningún otro animal que no haya sido sacrificado siguiendo las leyes del Corán. Y nada de alcohol, por supuesto”, explica como puede y con la ayuda de su celular.

Y ahí entra otra de las dimensiones más notorias de todo el asunto: la diversidad cultural y religiosa que aparece en cada pliegue de este cosmopolita intercambio…

Cocineras Migrantes
Harina de garbanzos y vegetales, el corazón de la comida halal.

Kethya nació en San Marcos, una de las comunas costeras del centro de Haití, desde donde partió a Buenos Aires en agosto de 2015. Hizo el viaje por sus propios medios y apenas llegó acá, se conectó con la Fundación Comisión Católica Argentina de Migraciones, donde empezó a estudiar el idioma. Allí conoció a Brenda, otras de las fundadoras de Mamam.

“Un día Brenda dejó un folleto con la idea preliminar y apenas lo leí me interesó. Primero porque cocinar es algo que hago desde chica y segundo porque sentía que podía aprender mucho a través de una iniciativa así. Y no me equivoqué”, comenta desde Lanús, donde hoy vive y estudia enfermería.

Especialista en Jamou, también conocida como sopa haitiana (realizada a base de calabaza y otras verduras), Kethya relata: “En este tiempo logré aprender muchísimo de mis compañeras. Gracias a ellas pude conocer y comprender otras culturas con las que jamás me había relacionado antes. Lo curioso es que todas somos de edades muy similares pero venimos de mundos completamente diferentes, somos parecidas y muy distintas la vez”.

Las charlas entre ellas son dignas de ser escuchadas y grabadas, ya que priman tanto la curiosidad y el interés como, y principalmente, el respeto.

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Romina grafica: “No debemos olvidar nunca que la base del proyecto es crear una honesta comunidad de mujeres y para eso es importante avanzar en la comprensión de las diferentes realidades y cosmovisiones de cada una. Me sucedió a mí, que decidí esperar un tiempo prudencial antes de contarles que en realidad no tenía marido ni hijos (temas por los que me preguntaban sin parar) sino novia. Al principio fue un choque, sobre todo para las chicas de Siria y Pakistán, pero con el tiempo lo empezaron a vivir con mucha mayor naturalidad”.

Y sobre el tema parejas hay mucha tela para cortar y, de hecho, emerge en la propia cocina donde Afia y Faiqa preparan sus exquisitas samosas y pakoras, dos recetas de su gastronomía que guardan bastantes similitudes con nuestras empanadas y buñuelos de verdura. 

Cocineras Migrantes
Las hermanas y la elaboración de sus pakoras.

"Ella se acaba de casar”, lanza Afia señalando a su hermana mayor que enseguida se larga a explicar lo que para ella es una realidad súper habitual: una boda arreglada, en este caso por sus padres, y con un candidato a quien conoció pocos días antes de la ceremonia. Para ello debió hacer un viaje express a Pakistán (el casamiento no podía ser en tierra extranjera) y luego retornar al país junto a Jan, su flamante marido que hacia el final de la faena llegará a esta misma cocina de San Telmo.

“Estoy muy contenta, mis padres eligieron muy bien”, comenta Faiqa y enseguida bromea sobre su hermana, aún sin compromiso a la vista: “A ella seguramente le encontrarán un marido mejor”, agrega y ambas ríen. Ya más seria, dice que entiende que para el mundo occidental los matrimonios por encargo son una práctica de lo más ajena pero asegura que su horizonte no se limita por ello y que de hecho piensa estudiar medicina apenas tenga pleno dominio del idioma.

“Ya no creo que vuelva a Pakistán, acá está mi nuevo hogar y voy a seguir haciendo todo lo que pueda para seguir adaptándome a esta nueva vida. Sin dejar de compartir las recetas de mi tierra, claro”, concluye.

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