Thursday 9 de January de 2025

SOCIEDAD | Hoy 08:55

Siempre cansadas: esta es la historia y el por qué de la eterna fatiga de verano

No estamos solos en este cansancio. La historia, junto con el revelador libro Historia de la fatiga. Del Medioevo a hoy, nos muestra cómo la humanidad siempre ha tenido que enfrentarse al peso de la fatiga: desde el campesino medieval hasta el ejecutivo tecnológico, nadie ha sido inmune. Tal vez, al aceptar nuestros límites, podamos encontrar nuevas energías para enfrentar y compartir las fatigas del presente y del futuro.

El término "fatiga" deriva del latín fatigare, que a su vez proviene de fatis (destino) y agere (empujar). En la antigüedad, estar fatigado significaba ser empujado y abrumado por el destino, una percepción que refleja cómo se entendía la fatiga en aquellos tiempos. Durante la Edad Media, la fatiga tenía dos caras: la nobleza del caballero y el peregrino, y la “ignoble” del campesino inclinado sobre la tierra. Los síntomas más comunes eran la deshidratación y la pérdida de líquidos, y los remedios iban desde pociones de dudosa eficacia hasta talismanes y especias.

En la modernidad, la fatiga comenzó a clasificarse y jerarquizarse. El cansancio de un administrador era considerado más valioso que el de un sirviente, y se empezó a temer que la fatiga deformara el cuerpo y acelerara el envejecimiento. Surgieron los primeros intentos de combatirla con tabaco, café y esencias tonificantes. Con la Ilustración, la visión cambió: ya no eran los “humores” los que explicaban la fatiga, sino los nervios. La fatiga se percibía como una debilidad nerviosa que podía llevar a la histeria, y los remedios iban desde tónicos hasta exposiciones al frío para fortalecer el cuerpo.

Con la Revolución Industrial, la fatiga se volvió funcional: una herramienta al servicio de la productividad. La sociedad entendía que las personas nacían con un "fuego interno" que la fatiga consumía, y se popularizaron estimulantes químicos y alimentos energizantes. En el siglo XX, la fatiga se transformó en una preocupación médica y psicológica. Se empezó a hablar de "fatiga crónica", ritmos circadianos y "agotamiento nervioso". En nuestra época actual, marcada por el síndrome de burnout, la fatiga mental ha desplazado a la física como el gran problema.

Un fenómeno social y cultural

La fatiga nunca fue solo una experiencia individual, sino también un fenómeno social. En la antigüedad, era vista como una debilidad moral, mientras que en la Edad Media se asociaba a la pereza, uno de los pecados capitales. Con la Revolución Industrial, el cansancio se democratizó: afectaba tanto a trabajadores explotados en fábricas como a mineros. Durante el siglo XX, la fatiga adquirió una dimensión médica y psicológica, transformándose en un tema de estudio e intervención.

En la actualidad, la fatiga parece haberse convertido en un símbolo de estatus. Vivimos en un mundo donde estar cansado es casi sinónimo de ser exitoso y dedicado, un fenómeno paradójico que tiene raíces en esta larga historia del cansancio.

La fatiga de género: una carga doble para las mujeres

Históricamente, las mujeres han enfrentado una doble carga: la del trabajo remunerado y la del cuidado del hogar. Mientras que los hombres podían descansar tras su jornada laboral, las mujeres continuaban con tareas domésticas y cuidado de hijos o familiares. Esta fatiga invisible y poco reconocida moldeó el ideal de la mujer incansable, siempre lista para sacrificarse por los demás.

Ya en la Edad Media, mientras los monjes condenaban la pereza como pecado capital, se alentaba a las mujeres a no caer en la inactividad, so pena de ser consideradas malas esposas y madres. Durante la Revolución Industrial, esta carga se duplicó: las mujeres trabajaban en fábricas bajo condiciones extremas y también se encargaban del hogar, sin remuneración ni reconocimiento.

El feminismo desafió este modelo, reivindicando el derecho al descanso y a compartir la carga del trabajo doméstico. Sin embargo, la lucha sigue siendo cuesta arriba: hoy en día, las mujeres en países como Italia dedican, en promedio, tres veces más tiempo que los hombres a tareas domésticas y de cuidado.

Revalorizar la fatiga para repensar el descanso

Reconocer la fatiga femenina y darle valor es clave para imaginar una sociedad más equitativa, donde tanto el trabajo como el descanso sean compartidos. Como señala Vigarello, la historia de la fatiga nos muestra que no estamos solos en nuestro cansancio. Desde el campesino medieval hasta el ejecutivo contemporáneo, nadie es inmune al peso del cansancio. Quizás, al aceptar nuestros límites, podamos encontrar nuevas maneras de dividir el trabajo y, sobre todo, de valorar el descanso.

 

Fuente: MC Italia

at redacción Marie Claire

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