Si esta pandemia exacerbó nuestra propensión a idealizar la experiencia ajena (aquello de que “el pasto siempre es más verde en la casa del vecino”), una alternativa volvió a emerger como su antídoto o “vacuna” perfecta: hablar con las personas, escuchar sus historias, emociones y realidades.
Y así vuelve a ser con “La Sole”, a quien desde afuera cualquiera podría envidiar por su “cuarentena bucólica”, en las afueras de su Arequito natal y rodeada de esos ruidos a campo que también se cuelan en nuestro Zoom.
Y sus palabras, sin embargo, lo dicen y clarifican todo: “Somos un pueblo de apenas cinco, seis mil habitantes y realmente nos conocemos entre todos por lo que cada vida perdida por esta pandemia -y fueron varias- nos entristece y afecta a todos de otra manera. Estamos de hecho en permanente contacto, nos llamamos, nos preguntamos… Si acá suena la sirena de la ambulancia, enseguida todos nos ponemos en estado de alerta”, cuenta desde un sillón bordó que se insinúa muy cómodo, al menos si nos dejamos llevar por su postura.
A esta altura, la cantante está súper habituada a las teleconferencias, así fueron todas las entrevistas de este 2020 plagado de novedades (disco nuevo –titulado Parte de mí- y festejos varios por sus 40 años y sus 25 de carrera) y así fueron también algunas de sus sesiones de terapia, una instancia que comenzó por primera vez el año pasado a raíz de una tremenda crisis personal que la dejó sin voz y repleta de dudas y miedos.
“Tardé bastante en darme cuenta de que era un tema de la cabeza, que es lo que de inmediato negamos todos, así que primero fui por lo físico, arranqué con fonoaudióloga, varias profesoras de canto, kinesiólogo, osteópata... Fue este último el que me dijo un día: “no te ofendas, ¿pero probaste con ir al psicólogo alguna vez…?’”, remata y ríe antes de completar:
“Así fue que terminé conociendo a una terapeuta que me ayudó muchísimo a ver de otra manera esa crisis y la conjunción de razones que la habían provocado. Para decirlo mal y pronto, me di cuenta de que esto de creer que podía hacer todo había llegado a un límite. No sólo tenía que aprender a delegar más, sino que también debía recuperar y proteger mi parte más artística, la composición, la escritura, la voz…", reflexiona.
"Y esa crisis -agrega- se mezcló también con la salud de mi padre, que empezó a tener problemas de olvido y eso me incentivó a asumir un rol que por mucho tiempo había evitado bajo el ala suya. Y hoy estoy feliz de cómo atravesamos todo ese proceso, primero por haber sacado el disco, que era para mí súper importante, por el equipo detrás, un dream team de productores, y porque de veras es lo más personal que hice hasta ahora. Y lo escucho y me llena de orgullo y de emoción, porque esa soy yo, y porque costó un montón de esfuerzo llegar a eso. Hoy ya no tengo excusas ni filtros, esta que ves y escuchás es mi versión más auténtica”, sostiene.
Dispuesta a revisar tanto su presente como su pasado. La Sole también les dedica un extenso párrafo a las mujeres de su vida: a su abuela materna Valeria -a quien homenajeó con la canción, sobre esa mujer “flaquita y pobre”- y también a su madre, Griselda, a quien admira y analiza con similar intensidad.
“Mi hermana es mucho más parecida a ella que yo. De joven mi mamá era bastante cerrada y después asumió a full el rol de súper madraza y ama de casa. Cuidadosa y pulcra hasta el límite, nos hacía andar en los patines tejidos por la casa y todos los sábados desarmaba por completo las camas para limpiarlas. ¡Hasta ponía los tornillos en alcohol! Yo soy un poco lo contrario, curiosa, ávida de viajes, bastante descuidada con la casa y además no tan rigurosa con el orden y la conducta. Con mis hijas soy mucho más permisiva, de hecho, confieso que me cuesta bastante el tema de los límites con ellas…”, relata.
El cuadro matriarcal se completa con Elvira, la mamá de su padre y una figura algo temida por las pequeñas Natalia y Soledad. “Era brava, y muy poco cariñosa. Recuerdo que yo tenía prohibidísimo entrar a su habitación y eso que la tenía enfrente. Andá a saber cómo fue su propia infancia, ¿no? Se crio en medio del campo, con muchos hermanos... A su papá lo partió un rayo, literal. Estaba trabajando y un rayo lo fulminó, lo mató… En fin, historias de antaño”, remata.
También te puede interesar: Nathy Peluso entre la innovación, la genialidad y la polémica
¿Y sobre el presente, y la enorme convulsión que rodea al mundo de las mujeres, qué nos puede decir esta nueva Soledad? “Por supuesto que me conmueve mucho todo lo que está sucediendo a partir de este nuevo feminismo. Las mujeres merecemos un lugar de igualdad en la sociedad y te lo digo desde un ambiente que es bastante tradicional y ‘antiguo’ si querés pero que de a poco también va cambiando. Lo veo en mi abuela y mi mamá, pero especialmente en mis hijas, que ya no tienen esa cosa de culpa con la que crecimos muchas de nosotras", afirma y continúa:
"Hoy se habla de todo, y eso es genial. Como en todo movimiento, siento que todavía hay mucho por hacer y sobre todo por incluir, desde el amor, el respeto y también desde el entendimiento. No todos los procesos pueden ser iguales, porque las propias experiencias y realidades son muy diferentes. No es lo mismo lo que rodea a una mujer de La Puna que lo que rodea a otra de la ciudad. O del campo. Yo crecí en el mundo del folclore que a grandes rasgos sigue siendo el de los años 60, donde las letras, los artistas e incluso el público era mayoritariamente masculino. El desafío es conectar aquello con esta actualidad. El folclore tiene que hablarles y cantarles a las mujeres de hoy. Yo también me hago cargo de esa deuda y espero que en algún momento logremos saldarla”. -
Fotos: Laureana Fenoy.
Estilismo: Damián Brissio.
Maquilló: Gisela Parolin.
Peinó: Damián Brissio.
Agradecimientos: Calvin Klein y Brava (vestuario).
Accedé a los beneficios para suscriptores
- Contenidos exclusivos
- Sorteos
- Descuentos en publicaciones
- Participación en los eventos organizados por Editorial Perfil.
Comentarios