Las discusiones, los diferentes puntos de vida, y hasta los conflictos son parte de la vida. Cada uno es diferente, tiene una visión distinta del mundo, y opiniones ya formadas, que a veces son difíciles de dar a torcer.
¿Quién no ha discutido con un amigo, o con un familiar? Todos hemos pasado por esas situaciones en las que cada uno dice lo que piensa y da su versión de la historia. Ahora bien, hasta aquí todo va bien, el problema aparece cuando esas discusiones suben de decibel y terminan por romper un vínculo, quizás de años.
Por eso, y afortunadamente, podemos acudir a expertos en comunicación y psicología para evitar llegar a estos niveles en los que el intercambio de palabras ya ha escalado a un estado del que es complicado volver. La técnica comunicativa fue acuñada por Manuel J. Smith, psicólogo de la Universidad de Brooklyn, y lleva el nombre de “banco de niebla”.
¿En qué consiste el “banco de niebla”?
La técnica pretende ayudarnos a gestionar las emociones, reduciendo la intensidad de la conversación para evitar llegar a conflictos irreversibles. Para comprenderla mejor solo es necesario imaginar que vamos manejando en el auto y de repente nos topamos con un banco de niebla. En ese entonces, procederemos a reducir la velocidad para poder ver mejor todo aquello que se nos atraviese en el camino.
A continuación, sencillamente tenemos que llevar esta imagen a la discusión. Así, cuando un conflicto se entrometa en alguna de nuestras relaciones (familiares, amistades, o de pareja), al igual que en el ejemplo, “debemos bajar la velocidad”. Como si estuviéramos rodeados por una densa nube de niebla, al momento en que discutimos con un otro, podemos vernos cegados por nuestras opiniones, y el enojo que sentimos puede perjudicarnos a la hora de entender la posición del otro.
Por ello, el “banco de niebla” nos invita a poner en ejercicio nuestra empatía y así bajar la tensión que se puede llegar a producir en el ambiente. Debemos aprender a controlar nuestras emociones, respirar, y escuchar el punto de vista del otro, haciéndole saber que comprendemos cómo se siente. Sin embargo, esto no significa dejar de lado y enterrar nuestras opiniones, de ninguna manera. Simplemente se trata de crear un espacio en el que todas las partes puedan contar qué es aquello que les aqueja y entre todos puedan buscar una solución.
Dialogar es la clave, y para hacerlo no es necesario levantar el tono de voz ni enfadarnos con el otro. Una buena conversación, en la que podamos tener la libertad de expresar todos nuestros conflictos, sentimientos, y preocupaciones es la base para construir un vínculo sano.
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