Ciertos chistes, comentarios y mensajes, aunque sutiles, refuerzan desigualdades y están presentes en todas los espacios que nos rodean: la familia, los clubes, la escuela, la universidad y el trabajo. El verano y la mayor exposición de los cuerpos por las altas temperaturas, generan que, muchas veces, estos sean el foco.
Cuerpos y estereotipos en el espacio laboral
Los cuerpos son espacios donde se inscriben normas sociales y culturales. Además, en el trabajo se plasman en ellos pautas y normativas internas. Algunas de ellas son explícitas y se imponen como requisito, por ejemplo: prohibición de utilizar cierta vestimenta; necesidad de utilizar ropa formal en reuniones con clientes/as; utilizar pelo recogido en caso de que este sea largo; no tener piercings o tatuajes visibles, entre otros. Algunas otras, son implícitas, no se exponen como una regla, y no se dicen, pero las personas lo dan por entendido.
Las normas o códigos de vestimenta, generan un gran caudal de “radio pasillo”, de comentarios y chistes fuera de lugar. En el verano, el cuerpo se encuentra más expuesto, y se reproducen con fervor. Se generan expectativas y se combinan la apariencia, el género, la edad o la corporalidad de las personas, generando impactos, exclusión y discriminación. Además, muchas veces las personas se ven obligadas a generar cambios en sí mismas por imposición del entorno, para continuar formando parte del espacio laboral.
¿Cómo se relaciona con la violencia simbólica?
La violencia simbólica, según la Ley Nacional de Protección Integral a las Mujeres N° 26.485, es aquella que “a través de patrones estereotipados, mensajes, valores, íconos o signos transmite y reproduce dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales, naturalizando la subordinación”. Es decir, es la que se esconde y se solapa en los mensajes que reproducimos, con una fuerza que radica en su invisibilización, que genera que percibamos como naturales conductas y comportamientos que fuimos internalizando en todo nuestro proceso de socialización.
Foto: Eve Grynberg.
La encuesta “Inclusión en alerta: barreras para el bienestar laboral” (Grow- género y trabajo, Mundo Sur, 2024) arrojó que el 79% de las personas encuestadas viven y/o presencian situaciones de violencia simbólica en sus espacios laborales. Entre los comentarios, encontramos: “Siempre que llegás, te critican por tu forma de vestir a modo de chiste, se fijan en todo”; “Mi ex jefe me dijo ‘tratá de no engordar porque me gusta trabajar con mujeres delgadas’”; “después de tener a mi bebé subí varios kilos y una compañera comentó cruelmente sobre mi cuerpo en varias ocasiones”; “Hablaban mal de mi por mis tatuajes, y que me los tenía que tapar para trabajar”; “Se burlaban de que iba vestido con camisa y un compañero me decía cosas horribles y hasta hacía memes sexuales con mi cara”.
¿Qué podemos hacer para prevenirla?
Prevenir las situaciones de violencia, incluida la violencia simbólica, no sólo ayuda a mejorar la calidad de vida en el trabajo, sino que también favorece la cohesión de equipos y los vuelve más productivos y creativos, en donde las y los colaboradores puedan sentirse valorados.
Desde Grow-género y trabajo acompañamos a las organizaciones en sus procesos de transformación, para promover espacios libres de todo tipo de violencia, a través de talleres de sensibilización en violencia laboral para todas las personas que forman parte de las organizaciones; y acompañamos la construcción y adecuación de protocolos y procedimientos.
Por Giuliana Ugolini, Grow-género y trabajo
at redacción Marie Claire
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