En un mundo donde avanzan las políticas de inclusión pero también crecen los discursos de odio, es clave repensar nuestro rol como hinchas de un deporte tan popular como el fútbol.
El 19 de febrero se conmemora el Día Internacional contra la Homofobia en el deporte, en honor a Justin Fashanu, primer futbolista abiertamente gay, quien se suicidó en 1998 tras enfrentar discriminación. Desde Grow-género y trabajo, creemos que esta fecha nos invita a reflexionar: ¿cuán lejos estamos de una sociedad que rechace la violencia en lugar de la diversidad?
Masculinidad y discriminación en el fútbol
La violencia no es innata en los hombres, sino que se aprende a través de estereotipos y mandatos que determinan qué significa “ser un hombre de verdad”. La masculinidad suele definirse por oposición a la feminidad, lo que explica la expectativa de que los hombres sean heterosexuales, fuertes y autosuficientes. Esta “cultura del aguante” refuerza la exclusión de quienes no encajan en esos patrones y alimenta la homofobia en el deporte.
Fútbol y homofobia: el juego peligroso
La imposición de la heterosexualidad tiene consecuencias concretas: jugadores que no pueden expresar su orientación sexual, insultos y cánticos que refuerzan la idea de que ser gay es algo negativo. Un estudio de Grow - género y trabajo, junto a Dove Men+Care reveló que el 61,1% de los jóvenes asocian la heterosexualidad con la masculinidad, mientras que sólo un 6,2% asocia masculinidad con homosexualidad. Además, muchas agresiones en el fútbol evocan el poder mediante referencias a sexo no consentido y dominación.
Curiosamente, algunas muestras de afecto, generalmente rechazadas fuera del campo, se normalizan en el fútbol: besos, abrazos y llantos de alegría. Pero, fuera de ese contexto, estas expresiones suelen ser motivo de burla o rechazo. Esta contradicción evidencia la rigidez de los códigos de la masculinidad.
Las consecuencias de esta cultura son graves: la violencia y la restricción emocional impactan directamente en la salud mental de los hombres. Datos de Allen y Daly (2007) y Barker (2003) muestran que el 88% de los homicidios y el 77% de los suicidios masculinos están vinculados a entornos de violencia entre varones.
Una tarjeta roja para la violencia, una oportunidad para la reflexión
Desde Grow - género y trabajo consideramos que la violencia es un problema de toda la sociedad y, por ello, todos tenemos responsabilidad en su erradicación, empezando por las instituciones, como carteras deportivas en el Estado, Asociaciones Federadas, Comisiones de Clubes, etc. Cuestionar discursos homofóbicos, repensar expresiones naturalizadas en nombre del “folklore” y la “pasión”, y promover espacios inclusivos son pasos clave para el cambio. En ese sentido, conocemos el esfuerzo que hacen, por ejemplo, cadenas televisivas de deportes a las que acompañamos en formaciones especializadas sobre deporte y colectivo LGBTIQA+.
Es importante rescatar, también, otras iniciativas que tuvieron mucha visibilidad como “El orgullo nuestro” del 2023 en Argentina y el pedido de casamiento del futbolista australiano Josh Cavallo en pleno campo de juego, que fueron bien recibidos y generaron un impacto positivo.
Erradicar la violencia es urgente, pues afecta a todas las personas, sin distinción de género, jerarquía u orientación sexo-afectiva. Como hinchas, ¿qué estamos dispuestos a rechazar: la diversidad o la violencia?
Por Cristian Treves, líder de desarrollo creativo y miembro del equipo de masculinidades de Grow-género y trabajo.
at redacción Marie Claire
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