Según el informe elaborado por la Consultora W para la Corporación Vitivinícola Argentina (COVIAR), el 61% de las consumidoras habituales de bebidas alcohólicas en nuestro país hoy elige el vino como bebida favorita.
Para la consultora dirigida por Guillermo Olivieto, si bien en hombres ese porcentaje trepa al 73%, la cifra alcanza para concluir que las mujeres son un nicho importante y con peso propio muy relevante dentro del universo de consumidores de vino en Argentina.
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Pero hay más, ya que más allá del género hay una conexión femenina con el mundo del vino que viene a romper paradigmas y a abrir nuevas oportunidades de consumo. Según explica Guillermo Oliveto, las mujeres llegan para romper con el “tintocentrismo” masculino, diversificando sus preferencias al sumar el blanco, los rosados, los tardíos; e incorporan nuevas formas y ocasiones en las que disfrutan del vino, ya sea solas, en una cena romántica o en una juntada con amigas.
Así, mientras el 63% de los hombres que consume vino, elige tinto y sólo el 20% “otros vinos”, en el caso de las mujeres la brecha es menor, ya que el 42% de las mujeres toma o prefiere el vino tinto, contra un 29% que elige otros vinos.
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Los resultados del estudio de mercado interno que recientemente presentó COVIAR indican que las mujeres se conectan con el vino desde espacios propios, como un mimo o regalo para sí mismas o un premio a su esfuerzo; y presentan escenas de consumo fuertemente descontracturadas y nuevas.
Entre las mujeres consumidoras habituales de vino, el vínculo es diferente, no pasa tanto por el saber sino por el sentir: “me doy un mimo cuando llego del trabajo, tomo una copa de vino para relajarme y conectarme conmigo misma o con mi pareja, me permito un premio después de un día agotador o cuando me fue bien con algo”, sostienen algunas de las encuestadas.
En este nuevo universo femenino que surge como una oportunidad para que la industria vitivinícola gane mercado, se perciben cuatro tipos o escenas en la conexión vino y mujeres que no son excluyentes. Dentro de las más tradicionales, hay dos escenas: una más individual y hedonista, que se presenta como este “disfrute, mimo, desconexión”; y otra más gregaria, que tiene que ver con el cruce del vino, la seducción, la intimidad y con una escena más “romántica”.
Luego, lo novedoso son las otras dos escenas de consumo: una vinculada al “empoderamiento” que se da a partir del descubrimiento y de la fascinación por el vino y su mundo; y, por último, una escena que tiene que ver con la “hermandad femenina” que se da como un espacio propio, de encuentro con amigas. Esto indica que el vino como bebida está presenta en esta escena de disfrute personal de la mujer como consumidora.
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at Redacción Marie Claire
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