Sueño Florianópolis se estrenó en enero de 2019, en un momento “perfecto” para su temática (vacaciones, sol y anhelo de escapadas) y a la vez extremadamente lejano y ajeno para este contexto de pandemia y cuarentena.
En aquel entonces fue vista por más de 40 mil espectadores, una cifra nada despreciable teniendo en cuenta lo dicho acá arriba y que el cine nacional siempre tiene que remar el doble para conseguir plazas, repercusión y permanencia.
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La buena noticia es que la quinta película de Ana Katz (directora de otras grandes “tragicomedias” como Una novia errante y Mi amiga del parque) ahora está disponible en la plataforma Cine.ar y de manera gratuita como parte de su ciclo homenaje al Festival de Mar del Plata (la película formó parte de su 33º edición, en 2018).
¿Y por qué es esa una buena noticia? Porque no sólo nos permite ingresar al ya de por sí atractivo mundo cinematográfico de Ana, sino que lo hace con la que quizá sea su película más redonda, ambiciosa y, si me permiten, perfecta.
Lo de ambiciosa puede sonar feo, pero es evidente que se trató de una importante apuesta de producción, con locaciones mayormente brasileñas y un mix actoral que borronea esas fronteras del sur brasileño (que siempre estuvieron borradas).
La historia se centra en una familia “tipo”, compuesta por madre y padre psicólogos (magistrales Mercedes Morán y Gustavo Garzón) y dos hijos adolescentes (Julián, interpretado por el hijo de Gustavo, Joaquín Garzón, y Flor, a cargo de la muy interesante actriz e hijo de Ciro, Manuela Martínez).
Los cuatro, a bordo de un auto destartalado y sin aire acondicionado, se dirigen a “Floria” para pasar unas vacaciones “reparadoras”, tanto para la familia como para la pareja central que está atravesando una importante crisis matrimonial. Nota el pie: Son para destacar también los actores brasileños, especialmente Marco Ricca, a cargo de un "anfitrión" muy especial.
Toda la historia se desarrolla en los primeros años 90 y ahí hay un tremendo acierto, ya que la época es central… pero no a la vez.
Es decir, está puesta ahí (en el sentido de que es bien palpable) pero en ningún momento busca romantizar el pasado ni llenar las escenas de una posible “nostalgia reciente”. Lo más probable (¿y natural?) es que esa ambientación no obedezca más que a un auténtico registro generacional, compartido por muchos de los que empezaron a conocer esas playas en esa década.
Lo que sucede en estas vacaciones familiares termina caminando también por esa doble cornisa de importancia, ya que siempre es tan central el qué como el cómo.
Bienaventurados quienes no conocen a Katz, ya que acá se toparán con su muy singular registro de humor: entre negro, tragicómico y realista. Y quienes sí la conocen, quizá se sorprendan también ya que en ninguna de sus anteriores películas había apelado a un costumbrismo tan sui generis y tan bien logrado.
Hay muchas situaciones para identificarse, mucha incomodidad genuina y, sobre todo, un gran amor, humor y humanismo por cada uno de sus personajes. En tiempos donde no sabemos si volveremos a viajar, ni cómo serán esos viajes, Sueño Florianópolis es un verdadero viaje en sí mismo y a la vez un introspectivo ejercicio de placer.
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