Friday 13 de December de 2024

SOCIEDAD | 09-07-2020 08:50

“Repensar la historia desde una perspectiva de género es una deuda importante de la Argentina"

Florencia “Pupina” Plomer es docente e historiadora y se hizo conocida en redes como “la que enseña con memes”. Aprovechamos este 9 de julio para hablar con ella sobre etiquetas, próceres, patria, feminismo e historia.

Ella misma se presenta como “la vieja de la historia y de los memes” y lejos de no repreguntarse sobre la mirada ajena ante esa etiqueta, comenta: “Quizá a alguien pueda ofenderle ese rótulo porque le suena a “minimizar” la tarea de enseñar, pero la verdad es que me encanta que me identifiquen con los memes. Obvio que si voy a exponer mi tesis a un congreso de historiadores no me pondría ese rótulo ni loca, pero como divulgadora me re cabe”.

Los memes, de hecho, suelen ser los grandes aliados de Florencia "Pupina" Plomer en videos y posts de Instagram y Twitter así como también en las efemérides que hace para el portal Filo News.

Licenciada en Historia por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (ciudad donde nació y reside), Florencia tampoco tiene reparos en mostrar y compartir sus diversas pasiones en la red, que van de la música (toca el bajo en una banda), a la natación, las series como Los Simpson o Game of Thrones, los viajes y el feminismo. Algunos de esos temas, de hecho, recorrerán la siguiente charla.

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Florencia Plomer
Cordobesa, feminista, historiadora y música.

-En principio Florencia, ¿podemos repensar la historia (y sobre todo la historia argentina) desde una perspectiva de género?

-Podemos y debemos. Resignificar, repensar y releer la historia desde una perspectiva de género es una deuda importante con el presente y con nuestro país. Por suerte los estudios de género no son algo de ahora, en nuestro país comenzaron a proliferar desde hace ya 30 años aproximadamente, pero ahora con las movilizaciones que atravesamos se están popularizando más.

Es importante darle voz a esos sectores que quisieron ser callados en el pasado, y no hablo sólo de las mujeres, me refiero a todos los sectores oprimidos, ya sean pueblos originarios, sectores empobrecidos, personas esclavizadas, inmigrantes, etc.

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-¿No se puede caer en una suerte suerte de “anacronismo” al evaluar hechos del pasado con valores y consensos de hoy?

-El debate sobre los anacronismos en la historia no es algo de ahora, y tampoco es una discusión que se vaya a resolver hoy. Si historiadores reconocidos como Carlo Ginzburg, Jacques Rancière,  Lucien Febvre y otros tantos no llegaron a un acuerdo, imagínense qué podría aportar yo...

Sí creo que en el oficio de investigar el anacronismo es un riesgo constante y muy difícil de esquivar. Somos personas empapadas de experiencias, pensamientos, vivencias, y resulta muy complicado separarnos de nuestra realidad a la hora de construir conocimiento histórico. Es como que tenés que estar permanentemente alerta para no caer en anacronismos.

Ahora bien, en la tarea de divulgación y docencia es algo diferente. El anacronismo se termina confundiendo con la búsqueda de “la verdad”. En las ciencias sociales no perseguimos encontrar “la verdad”, no somos una ciencia exacta que busca un resultado indiscutible. Justamente pretendemos el debate con “el ciudadano común” que piensa que la historia es una y no se puede cuestionar, y en ese debate resulta complejo no coquetear con anacronismos. Sinceramente me cuesta tener una postura definida al respecto, lo que sí creo es que todavía nos debemos este debate.

-¿Qué podríamos llegar a repensar/re-investigar desde una perspectiva feminista una fecha como la de la Independencia del 9 de julio?

-Básicamente toda la otra parte del cuadro. ¿Y las personas esclavizadas? ¿Cómo las afectó la Independencia, cambió algo en su vida? ¿Las mujeres participaron de debates, fueron conscientes de lo que ocurría? ¿Hubo mujeres revolucionarias además de Juana Azurduy?

¿Cómo construyeron las memorias de la Independencia las mujeres? ¿Qué papel cumplieron las mujeres en las redes de espionaje? ¿Qué injerencia tuvieron las sociedades indígenas? ¿Estaban protagonizando su propia lucha? Y esto se me ocurre sin ser especialista en el siglo XIX ni en de género. Creo que es mucho lo que nos queda por reconstruir, y celebro que las relecturas sean feministas en la actualidad.

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-¿Por qué desde chicos vivimos pensando que la historia fundacional de nuestro país “fue hecha por hombres”?

-Porque así nos lo enseñaron. Durante mucho tiempo la construcción del conocimiento histórico estuvo en manos de una elite intelectual que sólo ponderaba los sucesos que les convenía a ellos. La famosa historia liberal de fines del siglo XIX fue la encargada de poner en evidencia qué era importante recordar: hombres sí, pero también hombres que a ellos les convenía conmemorar.

Y así, durante las décadas que siguieron, se continuó reproduciendo ese relato inundado de grandes hombres amigos –“guiño, guiño”- de Buenos Aires. La construcción de la memoria nunca es causal, siempre se elige qué recordar, y qué olvidar.

También ese conocimiento histórico se produjo en una época determinada, donde la vida misma era machista. En nuestro caso, durante mucho tiempo se eligió taxativamente reconocer únicamente hombres. No hubo intención de reconocer mujeres o cualquier grupo subalterno.

-¿Quiénes son para vos las “próceres” de nuestro país (estén o no consideradas así)?

-La figura de “prócer” como figura individual de por sí no me gusta mucho. Además de que ya quedó “vieja”, supone poner en el centro de atención a una sola persona. Los cambios históricos no son protagonizados por una sola persona, sino por colectivos. Por decir un ejemplo: Eva Perón legalizó el voto femenino, OK, pero fue la punta del iceberg de un movimiento sufragista que venía de mucho antes.

Así que si tuviera que elegir a un colectivo sería sin dudas las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Cada vez que leo sobre ellas me sigo sorprendido por la capacidad de lucha y resistencia de estas mujeres, sobretodo en una época donde no se acostumbraba a ver feminidades unidas. Me duele mucho ver cómo algunas personas cuestionan su valentía y se niegan a verlas como heroínas de nuestra historia reciente. Deberíamos agradecer contar con mujeres así hoy en día, testimonios vivos de la historia.

-¿Dirías que es un campo machista el de la investigación histórica?

-Voy a hablar desde mi propia experiencia. Me acerqué a la investigación en la Escuela de Historia de la FFyH de la Universidad Nacional de Córdoba, y llegué a una cátedra compuesta mayoritariamente por mujeres. Siempre me sentí contenida por mis compañeras y hasta hoy trabajamos en un clima sororo hermoso.

Esto no quita que el campo de la investigación sí sea machista, y que el llamado “techo de cristal” sea una realidad. Conozco muchas compañeras que se sienten minimizadas o cuestionadas simplemente por ser mujeres, algo que posta no puedo creer que siga pasando en el 2020… Más teniendo en cuenta que el campo de las Ciencias Sociales debería estar a la vanguardia siempre.

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-¿Qué cuentas te parece podrían saldar una mayor llegada de mujeres al campo?

-La verdad es que somos mayoría. No tengo cifras, pero en mi experiencia siempre vi más mujeres que hombres en el campo histórico, y creo que esto se está evidenciando en la gran proliferación de estudios con perspectiva de género. Y no sólo producciones para el ámbito académico, también están apareciendo más planes de estudio con estas miradas.

-¿Qué disfrutás más, la investigación, la docencia o la divulgación?

-Ay, es como preguntarme si prefiero las papas fritas o la birra… (risas). Diría que se complementan. Me encanta dar clases, es lo que elegí y elijo de hecho. Pero siempre sentí que quería algo más, algo de mayor llegada capaz. No quiero decir que prefiero la divulgación, pero hoy es lo que más disfruto. Capaz por lo novedoso, capaz por la retroalimentación que recibo, pero nunca dejaría lo otro. Creo que la tarea de divulgación se nutre de la investigación y la docencia. Entre todas forman una hermosa trinidad... Mientras me dé el cuerpo seguiré siendo profe, historiadora, y divulgadora.

-¿Cuáles creen son los principales desafíos que tienen por delante la práctica y la enseñanza de la historia con respecto a la nuevas generaciones?

Creo, en lo personal, que los desafíos son dos. Por un lado, la famosa falta de adaptación de los docentes; adaptación a las nuevas tecnologías y también a las nuevas perspectivas históricas. Muchxs profes se niegan a modernizarse, tal vez por miedo o por costumbre, y generacionalmente se separan cada vez más de nuestros estudiantes. No podés pretender, en pleno 2020, caerle a un pibe de 15 años con una fotocopia blanco y negro mal sacada, como tampoco podés pretender que no traiga temas de agenda como feminismo o diversidad al aula. Esto no es nuevo, obvio, pero me parece que los tiempos que corren aceleran estas distancias.

Por otro lado, siento –y es puramente una sensación- que se juzga mucho a la enseñanza de la historia y se la vincula al adoctrinamiento o la famosa “bajada de línea”. Es imposible no politizar la historia, pretender que enseñemos “sin política” es casi tan ridículo como enseñar artes sin creatividad. Muchas familias cuestionan a la enseñanza de la historia en este sentido, y la verdad dificulta mucho nuestra tarea. Si tanto se dice que lo personal es político, ¿por qué no lo sería también nuestro pasado y su lectura? -

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