Friday 19 de April de 2024

SOCIEDAD | 11-01-2023 12:24

Los abusos sexuales en la Escuela de Teatro de Lleida, un caso que conmociona a toda España

Reflejada en el reciente documental El Techo Amarillo, la historia involucra a dos prestigiosos profesores y decenas de alumnas, que aún hoy siguen buscando justicia. Marie Claire habló con dos de ellas y con la principal investigadora del caso.

Todo comenzó con un artículo en el diario catalán ARA que denunciaba en pleno confinamiento del 2020: “Veinte años de abusos sexuales en el Aula de Teatro de Lleida”, en donde decenas de alumnas relataron lo que les hacía Antonio Gómez, director y profesor del centro. 

En 2018, Cristina, Goretti, Violeta, Aida, Laura, Míriam, Sònia, Patrícia y Marta presentaron la denuncia contra Gómez por abusos sexuales entre los años 2001 y 2008, cuando eran unas adolescentes. Como había prescrito, el caso se archivó. 

El trabajo de investigación de los periodistas Núria Juanico y Albert Llimós constató que los abusos de Antonio -que al día de hoy sigue negando los hechos- no se limitaron a lo denunciado por esas las chicas, sino que siguieron hasta que él abandonó el centro en julio del 2019 con una indemnización en el bolsillo y muchas víctimas más, todas jóvenes, de entre 15 y 18 años. 

Además, la denuncia también iba contra un segundo maestro: Rubén Escartín, amigo de Antonio Gómez, que había vejado a más de una alumna y abusado de una de las denunciantes.

El techo amarillo
El documental refleja la oscura historia de abusos que duró más de dos décadas.

"Antonio nos tocaba por debajo de la camiseta, por los pechos. Durante los ejercicios con la luz apagada me daba besos en la cara. Yo sabía que era él. Jugaba con el miedo", contó Goretti en aquella nota. Mientras que Míriam expresó: “Nosotros le admirábamos y él se aprovechaba", y explicó que durante mucho tiempo pensaba que "había tenido una relación con él", pero con el paso de los años vio que había sido "manipulada". Continuó: “Era un depredador que tenía claros sus objetivos. Me di cuenta un día que me hizo volver sola a casa a las tres de la madrugada, siendo menor".

Violeta tenía 15 años y estuvo sola con Escartín y Gómez en su casa. Bebieron vino y se pusieron a ver una película. Rubén salió de la habitación y Antonio empezó a besarle el cuello, hasta llegar a la boca, ambos de rodillas sobre la cama. "Sentía una mezcla de adrenalina y culpa, por la edad y porque era mi profesor". Cuando Escartín pasó por delante para abandonar el piso, ella reaccionó y lo frenó. "Me doblaba la edad, fui consciente y eso me salvó".

Los testimonios en el artículo son muchos, en donde se asegura, entre otras cosas, que Gómez intentó penetrar a alumnas sin preservativo. Por su lado, él se defendió: "No hay nada. Se archivó. Si fuera verdad la justicia habría actuado", y consideró que es la "palabra de uno contra la de otro". 

"Antonio y Rubén se mimetizaron, se convirtieron en la misma persona", describió Marta. Mientras que una de las nueve denunciantes rompió el silencio en 2006 y contó que Escartín la había estado acosando durante meses, al punto de terminar abusando de ella sexualmente, mientras Gómez estaba en otra habitación con otra menor. 

Rubén Escartín se fue del Aula de Teatro por motivos profesionales en 2008. El diario ARA se puso en contacto con él, quien declinó hacer cualquier tipo de valoración sobre el tema. Antes de la marcha de Escartín, Antonio Gómez estuvo unos meses fuera, embarcado en otros proyectos lejos de Lleida. Cuando volvió al Aula, nada había cambiado, así lo relatan varios de sus alumnos. 

En términos generales, Gómez ejerció su rol de profesor durante décadas, abusando sexualmente de sus alumnas y el Aula de Teatro nunca actuó para frenarlo.

Sònia y Marta trabajaron como profesoras del Aula a principios de los años 2000 y se reunieron con la directora de ese entonces, Mercè Ballespí, para advertir de los comportamientos de Antonio con las alumnas. Más adelante, cuando Marta se enteró que Gómez mantenía una relación “sentimental” con una menor, volvió a alertar y Ballespí pidió discreción. Frente a este malestar, Marta renunció. 

Antonio Gómez dejó la dirección del Aula de Teatro en 2017 (pero siguió vinculado como gerente y maestro) y Mireia Teixidó asumió el cargo, después de ejercer de profesora durante años. La actual directora dice que no conoció la existencia de los abusos sexuales hasta que recibió la carta de la Fiscalía sobre la investigación.

"Cuando pasó todo esto Antonio estaba en Brasil. Tuvimos que hacerlo dimitir como presidente de la asociación y despedirlo. Fue un proceso de negociación difícil, porque no había ni un juicio ni una condena. Pero no le dimos ninguna otra opción ", explicó Teixidó. 

En julio del 2019, Gómez firmó la documentación y se desvinculó definitivamente del Aula. A finales de febrero del 2020, el Aula de Teatro de Lleida presentó un protocolo -elaborado con el Ayuntamiento- para prevenir casos de acoso y abusos en las escuelas artísticas. "También hemos creado una aplicación que permite denunciar los casos de abusos sexuales. No queremos que vuelva a pasar nunca más", explicó Mireia.

El abuso que sufrieron las chicas, fue visto por algunos de sus compañeros que imitaban lo que veían en Antonio Gómez. En los ejercicios físicos, Gerard, uno de ellos, tocaba de más y hasta las filmaba cuando se duchaban. Llegó a abusar sexualmente de Laura y de Alexandra, otra alumna. Sobre los hechos denunciados, Gerard subraya que "se investigaron y la policía concluyó que no había pasado nada".

Las voces de las nueve mujeres denunciantes fueron escuchadas atentamente por la exitosa cineasta catalana Isabel Coixet, quien extendió su mano para visibilizar aún más toda esta injusticia. El resultado fue el documental “El Techo Amarillo”, recientemente estrenado y que proyección a proyección ayuda a difundir el horror que vivieron las chicas y alerta sobre el paradero de Gómez y Rubén Escartín. 

Marie Claire Argentina se comunicó con Núria Juanico (quien realizó la investigación para el diario ARA y para el documental) y con dos de las víctimas (Violeta Porta y Marta Pachón) para que nos cuenten un poco más sobre su historia, las repercusiones y cómo se encuentra el caso hoy en día. Importante: si alguna tiene información o quiere brindar su testimonio puede escriba al mail: [email protected]

–¿A qué edad comenzaron a darse cuenta que habían sufrido abuso?

Violeta Porta– Me di cuenta a raíz de hablar con mis compañeras, hace muy poco tiempo. Entré a conversar con ellas para denunciar porque sabía que habían más abusos, aunque en ese momento no éramos capaces de nombrarlo como tal. Yo ofrecí mi testimonio y apoyo, pero no me identificaba como víctima. No era consciente que lo mío también se llamaba abuso. Entonces, a raíz de contar las experiencias, nos dimos cuenta que a todas nos había pasado y sucedía en diferentes maneras de abuso sexual y de poder. 

Marta Pachón– Siempre había sabido que algo no estaba bien en lo que pasó, pero no lo consideraba abuso y mucho menos pederastia. Cuando empezamos todo este tema de la denuncia, mi papel era de apoyo a mis compañeras porque yo lo veía en las demás, pero en mí no. Una vez que se denunció, empecé a informarme en la prevención de los abusos sexuales a menores. Leyendo un artículo científico sobre secuelas en adultos que habían sufrido abuso sexual infantil, me di cuenta que yo era un 70 por ciento. Fue entonces cuando caí que había sido víctima y sobreviviente, me empecé a reconciliar con esos términos, que hasta entonces no los sentía nada míos. Muchos problemas que había tenido a partir de mis 17/ 18 años hasta la edad adulta, habían sido causados por este hecho que me pasó en el teatro. En conclusión, a los 33 años me di cuenta del todo. 

Violeta Porta
Violeta Porta, una de las sobrevivientes que habló con Marie Claire.

–¿Cuándo empezó la idea de llevar sus testimonios al ojo público?

V.P– Inicialmente nosotras no queríamos estar en el ojo público. Presentamos esta denuncia con el objetivo de que Antonio dejase de dar clase y de tener contacto con adolescentes, pero tampoco queríamos salpicar al Aula, ni que se viera perjudicada de ningún modo. Por lo tanto, lo hicimos fuera del ojo público. A raíz de que la denuncia había prescrito y los actos no podían ser juzgados, nosotras buscamos la forma de buscar un poco de justicia. Fueron los periodistas Núria Juanico y Albert Llimós los que nos contactaron para hacer esta nota alrededor de los abusos que había habido en el Aula de Teatro, y nos plantearon sacarlo a la luz. 

M.P– Creo que fue una consecuencia. Algo que no podíamos no hacer. Cuando nos dimos cuenta que nuestro caso estaba prescrito y que legalmente no teníamos recorrido, algo teníamos que hacer. Gómez seguía activo y trabajando con menores. Había que seguir hablando del tema para que Lleida supiera que esto había pasado y que hay delitos que no prescriben. Hay prácticas que no podemos tolerar, nos han hecho creer que era teatro, pero no lo era. El siguiente paso a dar fue realizar “El Techo Amarillo”, para que pueda haber algún tipo de justicia fuera de lo judicial. No había más salida que seguir hablando y seguir haciéndolo público. 

–¿Cómo fue transitar toda esa etapa de revivir lo que les había pasado? Eso incluyó volver al lugar donde les había sucedido... 

V.P– Revivir lo que había pasado fue duro, porque implicó tomar conciencia de lo pequeña y lo vulnerable que era cuando me sucedió todo esto. Incluso volver al sitio, fue volver a uno donde se nos tendría que haber protegido y no fue así. También fue un momento bonito volver al Aula, porque también tengo recuerdos lindos, como las amistades que hice allí y de algunas actividades, pero fue un poco raro. Tuve sensaciones encontradas. 

M.P– Intenté racionalizar mucho todo para poder entenderlo y eso me sirvió un poquito de terapia. Yo había seguido haciendo talleres en el Aula de Teatro hasta 2018 e intentaba no cruzarme con Antonio Gómez. Pero a través de la revictimización, desarrollé un trastorno de ansiedad bastante heavy y cada vez que pasaba cerca del establecimiento tenía ataques de pánico. Cuando Isabel Coixet nos propuso ir a rodar allí, yo le dije que la pasaba muy mal porque me daban ataques de ansiedad de tan sólo pasar por ahí cerca. Entonces, de vuelta volví a hacer el ejercicio de racionalizar la situación y pensé que no era el edificio, sino las personas que estaban dentro lo que a mí me causaba esa ansiedad. 

Así que quedamos en que no hubiera nadie el día del rodaje, sólo nosotras y el equipo de trabajo. Fueron todos increíbles el día que lo hicimos, me sostuvieron la mano y me ayudaron. Entre todas hicimos fuerza para poder volver allí, porque muchas no habían vuelto hacía años y fue un shock diferente al mío. 

Marta Pachón
Marta Pachón, también durante la presentación de El techo amarillo en San Sebastián.

–He leído que el Aula no pidió ningún tipo de disculpas, ni mostró ningún tipo de apoyo con las víctimas. ¿Esto las sorprendió?

V.P– Cuando hablamos y denunciamos realmente nos sorprendió mucho la reacción del Aula de Teatro, porque lejos de creernos y mostrarnos su apoyo, lo que hicieron fue intentar taparlo y que sea lo menos ruidoso posible. Cuando consigues reunir fuerzas y después de mil reuniones que remueven todo lo pasaste, esperas que tu interlocutor esté a la altura. Nos encontramos con todo lo contrario y no se responsabilizaron de su parte, ya que había pasado durante tantos años. 

Cuando se destaparon los hechos, tanto la directora del Aula como los profesores habían sido cómplices. No nos ofrecieron el apoyo que nosotras necesitábamos y el que hubiesen necesitado otras víctimas para poder hacer su denuncia. 

-Había chicas más jóvenes que querían denunciar, pero lo pudieron lograr después con el trabajo del documental.

M.P– Siempre pensamos que lo fácil y lógico hubiera sido desde el principio decir que se habían equivocado, pedir disculpas y trabajar para que no vuelva a suceder. Ver cómo reaccionaron, no lo entendimos. La bola de nieve se fue haciendo grande y fueron pasando más oportunidades. Las “disculpas” que se nos hicieron llegar se quedaban cortas, porque no pedían perdón por lo que había pasado, lo hacían por otras cosas. Nosotras queríamos que pidan disculpas a nuestras familias y eso nunca llegó. Fue cansador lidiar con algo tan simple como un “Lo siento”. Más que sorprendente, fue doloroso saber que no tomaron responsabilidad por lo que sucedió bajo su mando. 

–Luego del lanzamiento de “El Techo Amarillo”, ¿llegaron más denuncias de otras ex alumnas? 

V.P– En el documental salen chicas más jóvenes relatando situaciones de abuso, entonces la Fiscalía de Lleida tiene unos meses para investigar y para determinar si ha habido delito para juzgar. Las denunciantes tienen que estar en el plazo legal para denunciar y además tienen que querer enfrentarse a ese proceso judicial, que no todo el mundo está en condiciones o tiene la voluntad de hacerlo. Ojalá que sí, porque realmente sabemos que hay muchos casos de menores, pero no está en nuestras manos que este proceso siga abierto a nivel judicial. 

M.P– Sí, llegaron más denuncias de las ex alumnas del Aula de Teatro. Gracias al trabajo que se hizo mucho antes del documental, que fue la campaña online “No es teatro”, salieron muchos testimonios. Eso nos puso en contacto con muchas chicas que eran posteriores a nosotras, que llegaban hasta el 2018, el último año que trabajó Antonio en el Aula. 

Eso por una parte fue un trabajo muy grande y ahora con “El Techo Amarillo” nosotras tenemos el mail donde han llegado más testimonios. No necesariamente todos relacionados con el Aula de Teatro, pero sí que cumple la función de tender una mano a personas que han sufrido algo parecido a lo nuestro y necesitan hablarlo con alguien. Estamos contentas de que al menos estas personas hayan encontrado un poco de paz en su vida, identificando lo que les pasó gracias al documental. 

El techo amarillo
Goretti Narcís, otra de las actrices que brindó su testimonio en el documental.

–Si bien en “El Techo Amarillo” hay información actualizada del paradero de Gómez. ¿Se sabe algo más de él? 

Núria Juanico– Lo último que sabemos es que estuvo en Brasil, pero no sé si aún sigue allí porque el documental se terminó de rodar hace más de un año. Tampoco hemos intentado volvernos a contactar con él. Si se reabre el caso supongo que sabremos más cosas. 

–¿Y de Rubén Escartín?

M.P– Rubén tenía un centro de terapia en Lleida, pero se fue a vivir a otro país y sigue manteniendo su negocio online. 

–¿Cómo sigue el caso hoy en día?

M.P– A nivel legal, el 31 de octubre se presentó “El Techo Amarillo” como prueba en la fiscalía para poder reabrir el caso. Hacia el final del documental hay chicas más jóvenes que dan su testimonio y se intentará denunciar por esta vía. Nos está gustando mucho que cuando acabamos un coloquio, se nos acercan las personas y nos cuentan sus experiencias, de esta forma nos acompañamos. Esta unión le da sentido a todo lo que pudimos contar.

V.P– A nivel judicial por mucho que reabran el caso, los nuestros están prescritos. Obviamente nos encantaría que lo reabran, pero sería en los casos más actuales. Es reconfortante despertar conciencias. Por ejemplo, hace poco estuvimos en un coloquio de un instituto de Lleida donde había adolescentes y es curioso ver sus impresiones. Los chicos más jóvenes han abierto los ojos con el tema del abuso de poder y confianza que puede llegar a un abuso sexual. Es alentador que puedan tener las herramientas de evitar estas circunstancias, porque lo pueden detectar a tiempo. Por otro lado, los hombres adultos deben replantearse las relaciones que ellos han mantenido con chicas mucho más jóvenes.

–¿“El Techo Amarillo” será proyectado en otros países?

N.J– Por el mmento se presentó en Holanda y estuvo en Brasil, en San Pablo. Sabemos que recorrerá distintos países, porque además cada vez que se proyecta la gente sale removida y piensa en eso. Por desgracia, nuestra historia pasa aquí como pasa en otros países del mundo. 

El techo amarillo
Afiche de El techo amarillo, estrenado en el último festival de San Sebastián.

–¿Qué consejo le darían a una víctima de abuso que no tiene las herramientas para contarlo y mucho menos hacer la denuncia?

M.P– Yo le diría que intente buscar un círculo de confianza, personas con las que se pueda sentir a gusto y pueda compartir su experiencia. Quizás a partir de allí, una de esas personas haga como nos pasó a nosotras que dijeron: “Vamos a hacer algo”, entonces eso te ayuda a seguir adelante. Simplemente el hecho de compartirlo ya es un paso muy grande.

V.P– Le diría que no es su culpa. La responsabilidad siempre la tiene el adulto en este caso, o la persona que tiene más poder es la que tiene que poner límites.También que busque que haya más casos, porque los hombres que hacen esto suelen hacérselo a más de una persona. Tener perspectiva te da mucha fuerza, porque no eres tú que estás en primer plano, sino que otras han vivido lo mismo. 

M.P– En un momento, Antonio Gómez estuvo en Argentina dirigiendo un grupo de teatro de mujeres feministas. Pero no sé mucho más. Estoy segura que por donde haya pasado, hay víctimas. Lo que me sabe muy mal es que esto le pasa a mucha gente y por desgracia no todo el mundo tiene un artículo o un documental para denunciar, entonces piensas: ¿Cuántas personas están viviendo en el silencio, solos con su experiencia y con todo lo que esto acarrea? Judicialmente, Antonio no tiene antecedentes y puede seguir dando clases. Esta es la única manera que tenemos de denunciarlo. 

V.P– Los hombres tienen que sentirse implicados, porque de lo contrario nada va a cambiar. Hasta que ellos no se miren y digan: “Tengo que dejar de ligar con mis alumnas de la facultad, o tengo que dejar de relacionarme así con las mujeres”, nada lo hará. Es importante que los hombres entiendan que es un delito y que es una vivencia muy significativa para nosotras en nuestra vida. No puede ser que todas las mujeres hayan tenido experiencias malas y negativas con muchos hombres. 

N.J– Lo que hemos visto con “El Techo Amarillo” es que una conducta que estaba normalizada se ha dejado de normalizar. Al final, la responsabilidad siempre es de la mujer, incluso al denunciar, o simplemente al decir “No”. ¿Por qué no también los hombres pueden ser conscientes de que se puede tratar a una mujer de otra forma y sin abusar?

–¿Cómo hace una víctima de abuso para no trasladar el miedo a sus propios hijos de que esto también les puede suceder?

M.P– Soy mamá y también soy maestra. Me formé para darles tanto a mis alumnos como a mis hijos una educación sexual sana, que sepan diferenciar el buen trato del maltrato, que sepan llamar a las cosas por su nombre y que tengan poder para ser escuchados. Cuando dicen “no” yo les presto atención y cuando les pasa algo también. Tampoco me puedo cargar las responsabilidades de lo que hacen otras personas, el riesgo está siempre y no puedo controlarlo. Sólo puedo darles herramientas para que puedan detectarlo y si no es así yo estaré allí para escucharlos, apoyarlos y estar con ellos. Siempre.

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