En la serie Como Agua para Chocolate, disponible en MAX, el amor prohibido entre Tita De la Garza y Pedro Muzquiz se entrelaza con las tradiciones familiares que definen y condicionan sus vidas. Bajo la dirección de Analorena Pérezríos y Julián de Tavira, y con el diseño de vestuario a cargo de Amanda Cárcamo, este proyecto revive la esencia de un México del siglo pasado, creando un relato sensorial cargado de texturas, emociones y conexiones humanas que trascienden la época.
Según Pérezríos, uno de los mayores retos fue capturar las costumbres familiares de manera auténtica. "Lo encontramos en los pequeños detalles", explica. "Las interacciones humanas, como la manera de hablar o de relacionarse con la familia, conectan con nosotros incluso hoy. Al final, esas costumbres, aunque ambientadas en otro tiempo, son universales". Este enfoque permitió a los directores crear escenas profundamente emotivas, como la reunión en el primer capítulo, que reflejan la intimidad de la vida social en aquella época.
La cocina, símbolo central en la historia, fue clave para evocar emociones a través de lo visual. "Queríamos que el público pudiera casi oler y sentir la comida", añade Pérezríos. Desde las torrejas hasta el chocolate caliente, cada platillo es una puerta a los recuerdos y a las emociones de los personajes. "La comida es nuestra conexión emocional; todos tenemos un plato que nos lleva a un momento de confort", explica.
El rol del vestuario que plasmó la cultura mexicana en Como Agua para Chocolate
El vestuario también juega un papel fundamental en contar esta historia. Amanda Cárcamo detalla cómo plasmó la cultura mexicana de principios del siglo XX en los atuendos: "Incorporamos piezas típicas como los rebozos y trabajamos con textiles locales, como el algodón para las prendas del pueblo y la seda para los trajes más elaborados. Cada detalle, desde los sombreros hasta las bolsas de yute, evoca un México profundo y auténtico".
En cuanto a la complejidad de los personajes, Mamá Elena, interpretada como una figura poderosa y rígida, encarna el peso de las expectativas sociales de su tiempo. "Ella guarda sus sentimientos detrás de una armadura de luto y disciplina", comenta Pérezríos. Sin embargo, la historia también revela sus vulnerabilidades, mostrando que su dureza es una respuesta a las circunstancias. "Es una mujer que siente profundamente, pero que no puede permitirse mostrarlo", explica Cárcamo, quien tradujo esta dualidad en su vestuario.
inalmente, tanto Pérezríos como Cárcamo coinciden en que Como Agua para Chocolate es más que una serie histórica. "Es una oportunidad para reconsiderar quiénes somos, de dónde venimos y cómo concebimos el amor", concluye la directora. "Es un proyecto que nos invita a reflexionar sobre nuestras raíces y las historias que llevamos con nosotros", agrega Cárcamo.
Un viaje sensorial, visual y emocional que, a través de su narrativa y sus detalles, logra transportarnos a un México lleno de sabor, tradición y preguntas atemporales sobre el amor y la familia.
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