Se iba a estrenar, claro, en cines, pero tras la pandemia, Crímenes de familia, la nueva película de Sebastián Schindel (director de El hijo y El patrón: radiografía de un crimen) debió esperar y ayer tuvo por fin su esperado estreno (y doble) vía streaming: Netflix y Cine.ar.
Quienes ya la vieron sabrán que hay detalles clave de su trama que es mejor no develar, aun a riesgo de no poder hablar cabalmente de mucho de los temas que la película propone.
Sin spoilers de ningún tipo, diremos que se centra en la vida de un matrimonio de clase alta, o media alta, (interpretado por Cecilia Roth y Miguel Ángel Solá) y sus reacciones frente a las denuncias de violencia de género que su ex nuera (Sofía Gala) comienza a realizar sobre su único hijo (Benjamín Amadeo).
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También son centrales en la trama los personajes de Gladys (una magistral Yanina Ávila), la empleada doméstica de ese hogar, y el de la psicóloga y asistente social que compone nuestra entrevistada, la talentosa Paola Barrientos.
-La primera palabra que me parece a la hora de pensar la película es angustia. No sé si a vos te pasó algo similar…
-No, a mí me dejó muy movilizada, pero no para ese lado. Creo que es una película muy movilizante y que invita a la reflexión de muchos temas…
-¿Qué temas -o tema- creés que resonará más en el público?
-Hay muchos, pero lo que me parece espectacular de la peli es además de esa propuesta, tiene un lenguaje propio que no queda de costadito porque es más importante el tema o los temas a tratar, ¿se entiende? Está todo puesto en su lugar. Desde lo cinematográfico es un gran thriller, que además se mete en temas sociales y humanos muy complejos.
No quisiera develar muchos detalles de la trama, justamente por cómo está cosida y contada la historia, pero yo siento que hay un tema que subyace todo el tiempo y es el antagonismo de clase, primero con respecto al acceso a la justicia, algo que es muy real ya que básicamente todos tenemos un acceso diferenciado según la clase a la que pertenecemos.
Y luego aparece esa relación, ese feroz contrapunto entre Gladys y Alicia (los personajes de Yanina Ávila y Cecilia Roth)
-Ahí hay una tensión central…
-Sí, y en principio yo no había notado en el guion la importancia de esa relación y me impactó mucho cuando vi la película. Es una relación que en general todos tenemos muy naturalizada, tanto los que creen que está bien que exista esa modalidad de trabajo como los que no. En un caso o el otro, la naturalización está
-A vos te parece mal entonces…
-No lo pondría en esos términos, ya que ahí corremos el riesgo de meternos en un terreno ético. Pero creo que de cierta manera el “cama adentro” es un modo moderno de esclavitud o de semi esclavitud. Yo pienso que el derecho a la vivienda propia debería existir para todos y me parece que gran parte de las personas que trabajan en esa modalidad no solo lo hacen porque necesitan trabajar, sino porque además necesitan encontrar un techo. Ahí la necesidad empieza a ser una ausencia de derechos básicos.
-La pandemia resignificó muchísimo estos temas y las relaciones laborales en los hogares…
-Sí, sin duda. Lo que está sucediendo con el enorme porcentaje de mujeres que trabajan en hogares y no está cobrando su sueldo es tremendo. Hay claramente una situación de menosprecio hacia el trabajo de muchas de estas mujeres. Y a veces de parte de otras mujeres, ya que solemos ser nosotras las empleadoras, las “patronas”.
-¿En tu casa trabaja alguna persona?
-Sí, pero claramente no me dice patrona. Ni tampoco está viniendo ahora, desde que empezó la cuarentena que no viene. Y por supuesto que cobra su sueldo y que está en blanco. Pero porque así debería ser siempre.
Pienso en el caso de las mujeres con hijos que deben seguir trabajando y acudiendo a su vez a esa ayuda externa y la verdad es que no sé cómo se resuelve. Es todo muy complejo. Lo que deja nuevamente en evidencia esta pandemia es la cantidad de trabajo informal que hay en este sector y la desprotección que viven muchas de estas trabajadoras. Y de eso habla mucho la película a través de Gladys y de su vulnerabilidad y sumisión.
-Tu personaje es una especie de bocanada de aire en ese panorama de injusticias…
-Sí, intenta tener una mirada un poco más equilibrada dentro de ese gran desequilibrio, tanto de fuerzas como de derechos… Por un lado está quien puede tener acceso a un abogado, y a uno bien caro, y por el otro alguien que no sabe leer ni escribir y puede terminar firmando cualquier cosa. Es un desequilibrio absoluto y es parte de la realidad que viven muchas mujeres al día de hoy…
-¿Recurriste a alguien cercana para componerla?
-No, Sebastián (Schindel, el director) me pasó unos cuantos libros y estudios de mujeres que pasaron por casos similares. Y en lo personal hace un tiempo que colaboro con un equipo que trabaja en cárceles, especialmente con mujeres.
-¿Brindás talleres ahí?
-Sí, y también organizamos conversatorios, encuentros…. En este momento son todos vía zoom, pero al menos seguimos haciéndolos. Me empecé a acercar por medio de un amigo y terminé encontrando un lugar donde realmente hay un montón para aportar y para aprender.
Y en el medio de esa nueva experiencia apareció esta película y me pareció sumamente cercana ya que todas las semanas me encontraba con casos muy similares, casi calcados, al de Gladys.
-¿En qué penal es todo esto?
-En las Unidades Penitenciarias 46 y 47, en José León Suarez. Casualmente donde se terminó filmando parte de la película.
-Sacándote un segundo de la peli, me gustaría preguntarte por ACTA, la nueva asociación que se acaba de conformar, mayormente con actores y actrices jóvenes…
-¿Jóvenes y no me convocaron? ¿Qué paso? (ríe) Fuera de broma, no estoy muy al tanto de esto. No conozco bien la iniciativa.
-¿Vos seguís formando parte de Actrices Argentinas?
-Sí, digamos que no soy parte de la línea fundadora, pero sí comulgo con ellas y he formado parte de varios de sus comunicados. Pero bueno, hay todo un grupo mujeres que milita allí más activamente, trabajando y moviéndose mucho.
-¿Te jugó en contra alguna vez tu adhesión al kirchnerismo?
-No, cuando una tiene una convicción clara en relación a lo que hace y dice, es imposible que eso te juegue en contra. Tal vez te comés algún que otro sapo, sí, tal vez perdés algún que otro laburo, pero en ningún caso se equipara a lo otro. Además, esa misma condición también me pudo haber traído beneficios, el hecho mismo de ser alguien que dice lo que piensa y toma posición clara sobre ciertos temas también te puede posicionar para bien.
-¿En qué sentido lo decís?
-En que mucha gente confía en vos, en tu honestidad intelectual y en tu compromiso. Yo siempre hago lo que pienso y siento y si en algún momento algo no me cierra y siento “no, con esto no transo”, no voy. Y eso creo que siempre se valora.
-Seguís sin redes sociales, ¿la cuarentena no te hizo dudar de esa decisión?
-Noo, al contrario, hoy está todo el mundo al pedo escribiendo boludeces ¿y yo me voy a meter justo ahora…? (risas). Fuera de broma, siento que quedé vieja para las redes sociales. No me podría relacionar con nadie por ahí. Siento que hay una ligereza para decir, contestar, y exponerse que me resulta muy lejana.
-¿Creés que te expondrías allí a muchos haters?
-Sí, en parte es eso, pero solo en parte. Te soy sincera: lo único que veo virtuoso de las redes y puedo llegar a sentir “acá me la pierdo” es todo aquello relacionado a la promoción de laburos que hoy funciona 100% de esa manera.
Ya no es como yo crecí haciéndolo, que era llevando los sobres a las redacciones de los diarios… Hoy en día hago una obra de teatro y en seguida todos mis compañeros me dicen: "te abro ya un Facebook, un Instagram" Entiendo que hay una utilidad ahí, pero después, hacer un pan casero para subirlo a las redes no me llama.
-¿Espiás la cuenta de tu marido (el guionista y periodista Conrado Geiger)?
-No, Nunca se la vi… ¡La red social! (risas) En serio, no sabría cómo usarla. Claramente tengo una negación con el tema. Y no me genera curiosidad, ni morbo, ni ganitas, ni nada. Háganlo ustedes tranquilos, pero yo paso.-
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