Eva Duarte de Perón es, sin lugar a dudas, una de las figuras argentinas más reconocibles. Suscitadora de pasiones, adorada o desestimada, popular pero glamorosa, Evita trasciende el ámbito de la política y habita nuestra idiosincrasia. Su estilo de vestir, herramienta comunicacional de quien fuera primera dama entre 1946 y 1952, conforma el eje temático de Evita frente al espejo (Ampersand): una compilación de ensayos editados por el historiador del arte Marcelo Marino, quien colaboró con los autores Adrián Melo, Laura Zambrini, Patricia Nobilia, Daniela Lucena, Rebeca Palma dos Santos y Mariano López Seoane, en pos de analizar los discursos de la moda de Eva.
Para la presentación, realizada en la cúpula del CCK el pasado 11 de mayo, el diseñador Pablo Ramírez reunió nueve looks atemporales inspirados en el ícono. Algunos, pertenecientes a la colección Bicentenario de 2010; otros, confeccionados especialmente. “Con su sensibilidad, Pablo ha identificado aquellos momentos en que la figura de Eva nos habla como un ícono de la moda; es decir, con un lenguaje”, declara Marino desde Bristol (Inglaterra), su lugar de residencia. “Es una reversión donde el diseñador nos está hablando tanto de su propio vínculo con Eva como del de los diseñadores que la vistieron y el discurso de la moda. El libro quiere resituar a Eva en el discurso de la moda. La colección de Pablo también”.
Ante el interrogante de por qué Eva Perón es relevante para la historia de la moda, Marcelo señala que el personaje siempre ha sido disputado o tematizado por su apariencia, en un “tironeo constante de posiciones antagónicas: una que defiende la Evita glamorosa y otra que la juzga por despilfarradora”. Sin medias tintas. El propósito del libro radica en alejarse de este dilema, en aras de descubrir otro lugar de importancia fuera de las narrativas tradicionales. Marino sostiene: “Eva se inserta en un discurso, en un circuito, en una historia de la moda, de diferentes maneras y con diferentes estrategias. Se vincula con la moda internacional en un momento clave para las relaciones entre la moda europea, la norteamericana y la latinoamericana. Existe una búsqueda de personajes como Eva, que sirvan para comunicar el nuevo orden de la moda post-Segunda Guerra Mundial. Ella, con su apariencia, se posiciona en un discurso internacional de la comunicación y hace de esta estrategia un arma completamente moderna”. El autor, oriundo de Mendoza, también busca “devolverle” a Eva su lugar del deseo, mostrándola como una mujer ávida de verse bien, de vestirse a la moda, de elaborar un mensaje comunicacional con su apariencia.
Una mujer. Varias perspectivas
Evita frente al espejo se compone de siete ensayos con siete firmas distintas. Así, la creación “mítica y colectiva” de Eva halla su equivalente en el papel. Todo comienza con la relación entre la primera dama y el diseñador Paco Jamandreu, quien la vistiera desde sus inicios como modelo y actriz. A partir de escritos del propio Jamandreu, el sociólogo Adrián Melo narra una historia de similitudes, ya que, nacidos el mismo año, tanto Duarte como su amigo provenían del interior; y discordancias, pues los relatos del modisto rara vez se asemejan a la realidad. El retrato de este vínculo, según Marino, “describe una época de la moda argentina”.
El capítulo de la socióloga Laura Zambrini versa sobre el cambio que se opera en Eva a partir de su gira europea de 1947, o “la intensificación en la construcción de su imagen”. En este viaje de tres meses, la primera dama tomaría conciencia de la relevancia internacional de su figura, aliándose con firmas europeas y recibiendo gran atención por parte de la prensa. Los trajes regionales españoles que le fueron obsequiados durante su visita, en pleno régimen franquista, y los mensajes políticos que estos atuendos implican, son objeto del ensayo signado por la historiadora del arte Patricia Nobilia.
Por su parte, el propio Marino ahonda en la vinculación entre Eva y diseñadores extranjeros como Christian Dior, Pierre Balmain, Jacques Fath, Salvatore Ferragamo y Norman Harnell. “Intento dejar en claro que no fue Eva quien se colgó del prestigio de estos diseñadores, sino que participó de un momento en que estos diseñadores necesitaban una clienta como ella”, sostiene el autor. Es que la gira coincidió con el New Look: renacer de la alta costura francesa post-Segunda Guerra Mundial, caracterizado por faldas amplias, cuerpos ceñidos y cinturas de avispa.
Entretanto, la socióloga Daniela Lucena reflexiona sobre la palabra “descamisados”, proveniente del vocabulario de la moda y constitutiva del peronismo. La historiadora del arte Rebeca Palma dos Santos analiza las fotos de Eva en la prensa internacional, sobre todo en la norteamericana, y las “operaciones” que se habrían hecho con su imagen “para desprestigiarla”. Finalmente, el historiador Mariano López Seoane imagina una Eva drag, contemporánea, camaleónica, que, en palabras del editor: “La hace vincularse con las estrellas contemporáneas y ciertos valores de la cultura contemporánea que encarnó”.
Los looks de Eva
Al dialogar con Marino sobre una posible periodización del estilo de Evita, el autor señala cuatro instancias, si bien espera que su libro dé pie a una investigación más profunda. A grandes rasgos, es posible detectar primero la etapa de modelo-actriz, que dura casi diez años y comprende inicialmente una Eva muy joven, con el cabello suelto e indumentos provocadores para la época. Sensualidad que se torna austera cuando la toldense incursiona en el radioteatro con un look más ejecutivo, de la mano de trajes sastre firmados por Jamandreu y Luis D’Agostino; más adelante, los lucirá para ejercer su labor social.
Ya como primera dama, la mujer de Perón trabaja junto a marcas locales en diseños angulares, que retoman siluetas de la década del 30. Y en vísperas del viaje a Europa, Eva y su equipo componen un vestuario digno de las mujeres que ella visitaría. “Cuando vemos las fotos, no notamos una diferencia entre su estilo y el estilo de las otras mujeres, las europeas. Ahí ella está haciendo un uso inteligente”, apunta Marino. Highlight: el vestido negro con cola y velo diseñado por la modista Bernarda, que Evita luce en el Vaticano y Pablo Ramírez reinterpreta en su colección.
La mujer del entonces presidente regresa de Europa con una posición en el circuito de la moda internacional, marcando otro momento de su recorrido estilístico. Éste no sólo tiene que ver con la ropa, sino con el maquillaje y el peinado. “El pelo me parece crucial. A partir de la gira europea, Evita adopta el rodete, el chignon, del que hace una marca registrada. Con eso crea su efigie, retomada en el musical Evita o incluso por Lady Gaga”, alega Marino. Y remata: “Eva no era una tonta, en ninguno de los momentos de su vida o de su relación con las modas”.
Crítico de posiciones que la tildan de mal vestida, el autor de Evita frente al espejo propone observar su apariencia “desde los códigos de la moda, que casi por definición están plagados de excesos y extravagancias. La moda admite todo tipo de subversiones”. ¿Por qué Evita es subversiva? “Porque hace un uso diferente de la alta costura y el prêt-à-porter, en aquel entonces pensados para una mujer bella, exhibida como una joya, que no habla ni actúa socialmente. Eva los utiliza para salir al campo de batalla”. Simbólicamente hablando, por supuesto.
at Matías Tortello
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