Conectar, coser y abrigar. Así podría resumirse el espíritu de El Hilo Azul, una propuesta que une diseño, comunidad y solidaridad con un objetivo claro: reutilizar retazos de lana para confeccionar frazadas que serán donadas a instituciones sociales.
La iniciativa, que tuvo su primera edición en junio de 2024, surgió de una idea tan simple como poderosa: usar los sobrantes textiles de la producción de prendas para darles un nuevo propósito. Así nació este proyecto impulsado por Blue Sheep, la etiqueta fundada por Catalina Chavanne, que desde hace más de una década apuesta por el diseño consciente y el trabajo artesanal.
Durante dos jornadas, el equipo de la marca y su comunidad clasificaron retazos de lana por color en el operador logístico de la empresa, ubicado en Pilar. Luego, se armaron 115 kits que pudieron retirarse en sus tiendas de Palermo, Recoleta y Pilar. La propuesta era simple: quien quisiera colaborar, podía llevarse un kit para armar una manta en casa.
El resultado fue mucho más que positivo. De esos 115 kits, se confeccionaron 102 frazadas que fueron donadas a la Posada de Loyola y al Hogar Cura Brochero. A la acción se sumaron también otras instituciones, como el Fondo Nacional de las Artes, que en el marco del Día Nacional de la Tejedora convocó voluntarias para sumarse al armado de mantas.
Para 2025, El Hilo Azul redobla la apuesta con un nuevo objetivo: confeccionar y donar 200 frazadas. La acción tendrá lugar del 3 al 23 de junio, incluyendo la clasificación del material, el armado de kits y la entrega de las mantas terminadas.
¿Cómo participar? A través del sitio web de Blue Sheep, las personas podrán inscribirse para colaborar en la etapa de clasificación en Pilar, llevar kits para coser desde casa o participar en ambas instancias. Todo, con el mismo espíritu de compromiso que movilizó la primera edición.
Además, este año se suma la empresa Casa Berelsonas, especializada en equipamiento textil industrial, que donará una máquina de coser y prestará otra para facilitar la confección de las frazadas.
Pero más allá de los números y los materiales, lo más valioso que se donó fue el tiempo. Tiempo para coser, para ordenar, para pensar en otros. En un momento donde lo urgente suele eclipsar lo importante, esta campaña recuerda que los gestos colectivos siguen teniendo un valor inmenso.
El Hilo Azul no termina con una manta terminada. Es una red invisible que se sigue tejiendo con cada voluntario, cada retazo clasificado, cada puntada. Es un recordatorio de que con lo que ya tenemos —y un poco de dedicación— podemos generar abrigo, contención y sentido de pertenencia.
Porque cuando se trata de ayudar, no se necesita tanto: solo un hilo que nos una.
at redacción Marie Claire
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