Cierto es que en esta vida lo material resulta necesario para satisfacer nuestras necesidades básicas. Un techo bajo donde vivir, comida que nos llene el estomago y una cama sobre la que podamos descansar, entre muchas otras. Pero los problemas aparecen cuando nos excedemos de nuestras necesidades y pasamos a encapricharse con artículos novedosos porque pensamos que nos harán más felices.
Los especialistas en salud mental nos advierten que más allá de que sintamos cierta felicidad, por ejemplo, cuando vamos al shopping y nos compramos un lindo conjunto para lucir el fin de semana, nuestro bienestar y plenitud no se basa en lo material sino en las vivencias. “Lo que no hace sentir felices no es el bien material en sí sino la experiencia de haberlo obtenido”, explica TherapyChat, una plataforma online de asistencia terapéutica. El problema es que esa felicidad, basada en algo tan vacío como un pantalón nuevo, dura instantes, es efímera. En tan solo días ese pantalón perderá la novedad y cuando ya forma parte de nuestra rutina pierde su poder de “hacernos felices”.
Nuestros espacios y posesiones
Basarnos en lo material para levantar nuestro ánimo hace que corramos el riesgo de desarrollar actitudes adictivas que nos llevarán luego a la angustia al darnos cuenta que ese televisor nuevo en realidad no nos llena el alma.
TherpayChat dice que nuestro hogar es un reflejo de cómo vivimos. La manera en que se organiza el lugar que habitamos repercute directamente en nuestra forma de relacionarnos con el mundo. Mientras que los espacios despejados y que permiten la entrada de luz natural reducen el estrés y nos transmiten calma, del lado opuesto están esos espacios oscuros y llenos de cosas que nos generan ansiedad y malestar. Así, el entorno influye en nuestra salud mental, y por eso es importante no excedernos con lo material ya que saturaríamos de manera indirecta nuestras mentes.
Pero nuestro bienestar no se basa solo en el entorno en el que desarrollamos nuestras actividades, sino también en nuestras posesiones, que al igual que nuestro hogar, construyen una personalidad y manera de percibir la realidad. Muchas veces los deseos de tener lo último en tecnología y lujos nos sobrepasan, y nos perdemos de otras cosas mucho más importantes en nuestra vida: nuestras vivencias e intercambios con el mundo. Perdidos en las herramientas de nuestro nuevo celular, nos olvidamos de ver a nuestra familia o amigos, y sumado a la redes sociales, nuestra mente, sin darnos cuenta, se aprisiona y pierde esa sensación de calma que encontramos en una charla con nuestros allegados.
Volver a las raíces
La desconexión digital, aunque sea por un par de horas, es un muy buen inicio para comenzar a estar más en el presente y disfrutar más de las situaciones. Hay que dejar de querer estar siempre a la vanguardia y no debemos cegarnos por las cosas materiales que no necesitamos pero que deseamos simplemente por el hecho de “encajar” en esta sociedad que promueve el consumo.
Lo material, aunque necesario a la hora de cubrir nuestras necesidades básicas es esencial, se vuelve insignificante cuando se excede de ello para cumplir con nuestros caprichos. En Filipinas por ejemplo, muchos hogares no cuentan con televisión, pero en cambio prefieren pasar una bella tarde de karaoke con amigos, y es ahí donde encuentran la felicidad.
En resumen, y siguiendo con lo que dicen los especialistas en psicología, la felicidad no está en lo material, sino en las experiencias. Dejemos de centrarnos en conseguir ese reloj tan original, y prioricemos nuestras relaciones. No olvidemos compartir un rato con nuestras familias y amigos. Como seres sociales que somos necesitamos de un otro, necesitamos interactuar e intercambiar maneras de ver el mundo, para así también crecer y evolucionar a nivel mental.
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