Si los trabajos se remataran en ferias al mejor postor, lo más probable es que el de Mariana Ardanaz fuese unos de los más codiciados y onerosos. Formada en Artes Plásticas en la UNLP, Mariana tiene una larga carrera como ilustradora de libros infantiles con una singularidad que desde afuera enseguida remite a nuestros mejores juegos de infancia: trabaja siempre con plastilina.
Fondos, personajes y mucho relieve forman parte de su habitual rutina en su taller y casa de Punta Lara. Habituada además a los desafíos, Mariana fue la gran responsable de todo el diseño de arte de Vicenta, el muy logrado documental de Darío Doria que rescata la historia real de Vicenta Avendaño, la misionera que en 2006 contra todas las trabas burocráticas posibles para lograr el derecho al aborto no punible de su hija, embarazada tras una violación.
Por el caso, que fue replicado en medios de todo el país, la ONU instó al Estado argentino a establecer los protocolos hospitalarios.
La película, que cuenta con la voz en off de la cantante Liliana Herrero y los 120 personajes y más de 30 escenografías creadas en plastilina por Mariana, se estrenó en el reciente Festival de Cine de Mar del Plata y desde hace dos semanas esta disponible de manera gratuita en Cine.ar Play.
-¿Cuándo llegó a tu vida el proyecto Vicenta?
-Uf, el primer contacto con Darío habrá sido en 2015 más o menos. Y ya al toque empezamos a trabajar juntos. Mi primera respuesta fue que yo no tenía experiencia en animación ni tampoco en la técnica de stop motion (típica de las películas con plastilina) pero él enseguida me aclaró que no era esa su idea, sino que quería trabajar con diferentes planos y movimientos de cámara sobre las obras.
Y que había visto un trabajo mío en redes que le había parecido la Laura perfecta, la hija de Vicenta. Lo loco es que ese dibujo no era parte de mi trabajo habitual, sino que lo había hecho para mí.
-¿Cómo se llamaba el dibujo?
-“El diario de Soledad”, y era una ilustración de un texto que había escrito en la secundaria en el que me imaginaba a una nena que vivía encerrada en un cuarto. Dentro de lo que suelo hacer, es quizá de lo más “dramático” o kafkiano, y creo que por ahí fue la identificación de Darío.
-Supongo que fue un enorme desafío pasar del papel a la tridimensionalidad…
-Sí. Y un gran aprendizaje también. Pensá que una ilustración siempre se puede retocar con la compu, pero acá cada personaje -y fueron 120 en total- tenía que ser perfecto hasta el más mínimo detalle. Las expresiones, los rasgos, todo tenían que verse muy bien y de todos los lados posibles. Y además cada muñeco tenía que ser hecho para que perdure mucho en el tiempo, ya que podían ser necesitado para distintas tomas en distitno0s momentos.
Fue un enorme trabajo, de hecho, el año pasado me dediqué en exclusiva a la peli, no ilustré ningún libro. Por suerte para algunas de las escenografías pude contar con la ayuda de Ángeles Fiora, que es colega y amiga y me dio una mano gigante. En total fueron 34 escenografías. Lo bueno fue que las hicimos modulares, con paredes que se enganchan con pinzas y permiten que la cámara se meta desde cualquier ángulo.
-¿No te tentaste nunca con la idea de sumarle esa técnica del stop motion a los personajes?
-Conozco mucha gente que labura de eso, y sé que es un trabajo muy diferente. En el caso de Vicenta, para mí sumó mucho que no se moviese, hay gente que incluso llegó a ver una analogía con lo estático e inmóvil del sistema… Puede ser, yo siento que además nos da una pausa para pensar y reflexionar sobre un caso que es realmente tremendo.
Más allá de este proyecto, tengo la sensación de que no sirvo para la animación y el stop motion. Cada vez que me quise meter un poquito me pareció eso. Pero no sé bien qué me puede deparar el futuro, así como apareció Vicenta, quizá esa idea llega en un futuro de manera impredecible e inesperada.
-Te escuché decir en varias entrevistas previas que lo tuyo es el mundo infantil. ¿Te costó este pasaje al mundo de los adultos?
-Es cierto que me siento más cómoda con los chicos que con los adultos. Siempre fui así. Si no fuese ilustradora, hoy seguro sería psicopedagoga o maestra jardinera.
Dicho esto, también siento que jamás traté lo infantil como algo naif, de hecho creo que lo que hago tiene un tono algo más dramático o “adulto”. En definitiva, siento que hablo para ambos públicos, y que cada uno tomará diferentes cosas según el momento de sus vidas. Me pasa con mi hija Matilda, que está por cumplir 6 años y se enganchó con mil cosas diferentes de Vicenta. Ella conoce el proyecto desde que tenía año y medio más o menos.
-¿Matilda se llama así en honor al libro de Roal Dahl?
-(Ríe) Sí, más allá de que me encanta el nombre, ese libro me alucinó.
-Hay algo de Dahl en lo que hacés y lo que dijiste recién, esto de tratar lo infantil con enorme respeto…
-Gracias por el halago… Mirá qué casualidad, justo en estos días estuvimos leyendo Matilda con mi hija y me pasó algo muy loco: me encontré con varias cosas que hoy, como adulta, me provocaban más de un “pero”. “¿Pero tan malos son esos padres?”, pensaba “¿Tan cruel puede ser Miss Trunchbull?”
Sin embargo, mi hija no se hizo ninguna historia con eso, se divirtió a full con lo que escuchó, con la picardía de Matilda, sus poderes, su manera de hacer justicia… Los adultos a veces cuidamos por demás a los hijos, pensamos que todo tiene que ser naif y color de rosa y nada que ver.
-Es interesante lo que decís porque, a su vez, creo que la decisión de representar la historia de Vicenta en plastilina marcha en la dirección contraria. En reactivar con su puesta algunas zonas de “ternura” que solemos dejar de lado como adultos…
-Totalmente. Y eso fue algo que me sorprendió mucho a medida que íbamos dándole forma a la película. En cada etapa fui entendiendo el por qué usar plastilina y no un documental tradicional con testimonios a cámara.
Por un lado, para evitar la revictimización de Vicenta y por el otro para evitar eso que tenemos todos como espectadores y que ante historias muy duras y crueles enseguida ponemos una distancia, una barrera. De esta manera es como que acompañamos de manera más humana la historia de Vicenta, y todo ese proceso que tuvo que atravesar…
El otro gran acierto para mí fue que la voz en off le hable a Vicenta, porque lo hace con un cariño y un amor impresionante. La voz de Liliana Herrero, además es ideal, es muy suave, muy linda. Creo que todo el proyecto, el guion, la música, el arte apunta a aliviar, a sanar. Y a no revictimizar.
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