La práctica milenaria del bordado, que articula lo tradicional y lo comercial, devino en una de las herramientas de lucha y recuperación cultural que Guatemala necesitaba para alejarse del peligroso roce que tuvo con la extinción de sus costumbres como consecuencia de la masiva exposición turística y la capitalización total de sus emblemas patrios, que casi lograron convertir sus trajes típicos y sus lenguas maternas mayas en tan solo la historia antigua de un país.
En el año 2017, el gobierno guatemalteco activó un proceso de revitalización cultural para reducir las brechas de equidad en cuanto al desarrollo social y económico de los pueblos indígenas y las ciudades; fueron incentivados y encaminados hacia un crecimiento que convocaba la expresión cultural, el desarrollo productivo, la profundización de conocimientos históricos, el ejercicio de las lenguas mayenses y hasta la capacitación de los oficios ancestrales antes de que fuera muy tarde.
Este movimiento también causó un gran impacto en la indumentaria que se veía circular por las calles de Guatemala, la moda comercial ahora se veía fusionada con prendas y accesorios típicos; las escuelas volvieron a incluir en sus uniformes algunas de estas piezas y aquellas regiones que poseían sus trajes nacionales específicos se aferraron a ellos no solo para las fechas especiales, sino también en su uso cotidiano.
La falda, el huipil y la faja fueron los puntos de partida donde la tradición del bordado se puso a prueba en cada familia, pero, aun así, con esta sensibilización social por la herencia artesanal y una pandemia de por medio, un vacío comercial se creó entre los productos que generaban el mayor ingreso económico gracias al turismo.
En el año 2021, los caminos de la bonaerense Marianela Gette y Thalía Batz, proveniente de San Pedro la Laguna (Guatemala), se cruzaron sin saber que eran capaces de reactivar sus vidas laborales, y las de muchas mujeres más, en una colaboración que se expandiría de Sur a Norte en el continente.
“Siendo el paisaje de la naturaleza guatemalteca la fuente principal de inspiración es notable que el mismo varía mucho dependiendo de la región en la que uno se encuentre”.
Gette, una amante empedernida de conocer nuevas culturas y la escritora detrás del blog de viajes Fly Like Butterfly, volvía a la Argentina luego de vivir 15 años en el exterior, con un rumbo incierto y tan solo una pequeña idea de lo que sería hoy un emprendimiento que hoy hasta se vende en Nueva York. Se puso en contacto con Batz para unir fuerzas y Thalía resultó ser la conexión mágica que entrelazó el cuero argentino, los productos diseñados por dos hermanas de Quilmes, los hilados de Guatemala y las mujeres bordadoras de una aldea en Chichicastenango.
A Marianela la impulsaba la idea de tener una marca de accesorios inspirados en las necesidades del viajero y con intenciones de seguir el linaje femenino de su abuela, descendiente de familias aborígenes argentinas, que la conectaban con el tejido autóctono. Thalía, por su parte, se dedicaba al comercio de artesanías en el pueblo de San Pedro, vendiendo pinturas, tejidos y objetos típicos del país. Para cuando se dio el primer contacto telefónico, Batz notó desde el primer momento que esta sería una gran oportunidad para contar la historia de Guatemala, fusionar pasiones y mantener dos tradiciones nacionales a flor de piel.
En una charla personal con Thalía, la comerciante relató: “Encontrar a personas que bordasen era fácil y aprender la técnica era práctica, pero que el resultado fuera sofisticado y bello solo se correspondía con la pasión que pusieran en cada puntada”. Es así como reclutó a las cinco artesanas que necesitaría para llevar a cabo los productos que diseñaban las hermanas Estefanía y Constanza Picerno desde su taller de cuero en Buenos Aires.
A diferencia de aquellos que viven en la capital del país centroamericano, expuestos a una realidad más capitalista y menos tradicional, estas mujeres bordadoras tuvieron desde siempre como único ingreso el trabajo artesanal; y como un bálsamo de tranquilidad el emprendimiento que triangula su país, Argentina y la exportación de estos productos, las lleno de felicidad y motivación.
Las carteras, riñoneras y mochilas de la marca nacen a partir del diseño y producción en cuero de curtido vegetal curado con taninos vegetales argentinos, sigue con la restauración de correas vintage y termina con las últimas ya bordadas; accesorios listos para la comercialización. Haciendo referencia a la inspiración de aquellas correas trabajadas, Marianela mencionó que ella realiza las directivas del producto que esté en demanda, pero la historia que se cuenta en cada una de ellas funciona como un lienzo en blanco para las bordadoras.
“A diferencia de aquellos que viven en la capital del país expuestos a una realidad más capitalista y menos tradicional, estas mujeres bordadoras tuvieron desde siempre como único ingreso el trabajo artesanal”.
Siendo el paisaje de la naturaleza guatemalteca la fuente principal de inspiración es notable que el mismo varía mucho dependiendo de la región en la que uno se encuentre; en la ciudad de San Pedro, donde vive Thalia Batz, el clima no solo es templado, sino que el municipio se encuentra rodeado por el Lago de Atitlán, conocido como el más lindo del mundo. Sin embargo, en la aldea donde trabajan y viven las mujeres del equipo, a las afueras del turístico pueblo de Chichicastenango, el ambiente se torna húmedo y fresco, pero repleto de colores que se aprecian por las cosechas de frutas tropicales.
La marca argentina fundada por Gette y llamada Fly Like Store, en honor a su blog de viajes, produce una venta estimada de 30 productos mensuales. Para ello, las bordadoras realizan semanalmente un viaje al pueblo de Chichicastenango, donde no solo compran los hilados autóctonos de la zona, sino que también se dejan inspirar de lo que pueden ver del mercado turístico que viste las calles de artesanías nacionales los jueves y domingos. Específicamente basan sus bordados en el festival de estímulos visuales que encuentran en aquel despliegue cultural y tienen en cuenta principalmente el paisaje que se genera frente a la Iglesia católica de Santo Tomás, inundada de flores multicolores.
A fines de cerrar las producciones y exportarlas hacia Argentina y Estados Unidos, las últimas se comunican con Thalía en su lengua mayense llamada quiché y a través de ella como traductora, se comunican con el equipo argentino de la marca.
Marianela Gette, ha sido capaz de repercutir trascendentalmente la tradición de dos países que buscan mantener vivas sus raíces hasta llegar al punto en el que hoy en día, lo que cinco mujeres han aprendido como un quehacer del hogar se convirtió en una especie de herencia familiar que reivindicó a la mujer guatemalteca y al trabajo artesanal como una salida laboral estable y una fuente de ingresos económicos para las familias, donde ya es común que aquellas que son madres enseñen sus conocimientos a sus hijas desde temprana edad.
at Mélanie Read
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