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SOCIEDAD | 23-11-2019 08:00

Sexo para todes: la hora del deseo

¿La cuarta ola feminista llegó a la cama? ¿Cómo se manifiestan allí las nuevas identidades y voluntades sexuales? Autora de un libro que apunta al corazón del asunto, Tamara Tenenbaum repiensa acá temas como el placer, el consentimiento, la moralidad y el deseo.

“Con esto del #metoo las pibas de ahora son todas unas pacatas”, dice en una fiesta una mujer que no llega a los 40 pero se autoexcluye del sujeto las pibas de ahora sin explicaciones.

Mientras la escucho, paso la calesita de las Instagram Stories: sigo a muchas pibas de ahora, de mi edad y un poco menos, así que trato de no mirar sus historias en el colectivo, porque a toda hora me cruzo con sus cuerpos desnudos, sus pezones tapados con corazoncitos, sus panzas blancas, sus colas tiernas.

En un centro cultural, unas horas más tarde, una amiga me señala a otra chica que conocemos: “yo salí con ella”, me cuenta, “es divina pero está en la onda de la asexualidad y no conectamos”.

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En un par de semanas, en el mismo centro cultural, tendrá lugar una performance posporno que promete —según otra de mis amigas— terminar en “fiesta para todes”.

Esta marea de diferencias es apenas una puerta de entrada para pensar la pregunta que nos hacemos argentinos y argentinas de todas las edades: cómo se manifiesta en la cama la cuarta oleada feminista que está atravesando nuestro país.

La ley y el deseo

“Nos mueve el deseo” es una de las consignas más repetidas y más específicas del feminismo argentino: en las marchas y en las redes sociales, chicas y chiques exhiben sus cuerpos cubiertos de glitter verde.

Bailan, se acarician, se besan, transpiran, en la calle y en la pantalla del celular. ¿Cómo convive esta militancia caliente con la conversación sobre la violencia sexual que, para algunos y algunas, ya estaría yendo “demasiado lejos”?

Por una parte, se multiplican en Argentina —especialmente en centros urbanos, como Buenos Aires y Rosario— los espacios para explorar la sexualidad.

La idea de que el sexo es algo puramente instintivo, que no necesita —ni debe— ser conversado, es reemplazada por la convicción de que la sexualidad humana es un fenómeno complejo, multidimensional y atravesado por la cultura: que nuestros cuerpos cargan con años de historia, de aprendizajes generacionales y represiones superpuestas, y que para muchas -y muches- es útil juntarse a conversar y desarmar estereotipos para acceder a una relación más sincera con el placer.

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Un ejemplo entre muchos es Todo sobre tu vulva. Un seminario sobre el placer, el taller que brinda Tati Español, abierto a toda persona con vulva, se autoperciban o no como mujeres. 

En este seminario, que se repite una vez por mes y suele llenar sus vacantes, se charla de placer sin tabúes, incluyendo no solo a los tabúes religiosos o conservadores —la idea de que el placer femenino es inmoral— sino también a los tabúes de la contemporaneidad: el prejuicio, por ejemplo, de que todas las personas con vulva llegan fácilmente al orgasmo mediante la penetración y de que quienes no lo hacen son frígidas.

Español trabaja tanto sobre cuestiones anatómicas —la ubicación del clítoris, las diversas formas de estimularlo y su importancia a la hora del placer y del orgasmo— como psicológicas y políticas —el derecho de las mujeres al placer y a no resignarse solamente al rol de artífice del orgasmo ajeno—.

Más allá de las mujeres que se animan a asistir a estos espacios —o a performances posporno o demás eventos un poco más “de nicho”— tanto Español como otras activistas del placer tienen gran presencia en redes sociales, de modo que estas conversaciones llegan a lugares y mujeres muy diversas.  
  
Al mismo tiempo, la conversación sobre violencia sexual y la importancia del consentimiento —en un sentido fuerte del término— está a flor de piel, y produce cambios en los modos en que las mujeres se inician y se vinculan sexualmente.

Situaciones que antes eran entendidas como normales —que un hombre intente besar a una mujer sin siquiera un saludo en un boliche, o terminar con un muchacho que a una ni siquiera le gustaba solo porque el amigo se fue con una amiga y “ya estoy acá”— se les aparecen a las nuevas adolescentes como historias antiguas que no tienen por qué repetir o tolerar

Para algunas personas —especialmente, de generaciones anteriores, que entienden a esas situaciones casi como “ritos de pasaje” naturales y necesarios— esta negativa puede leerse como una pacatería.

Más allá de que los límites en cuanto al consentimiento y la espontaneidad pueden ser borrosos y de que todavía estamos aprendiendo las mejores estrategias para transformar nuestros vínculos, vale la pena intentar comprender que para las feministas de la cuarta oleada, construir el lugar para decir ‘no’ es tan importante para desear como construir el lugar para decir ‘sí’

En el perfil de Instagram de la fiesta Bresh, uno de los lugares de encuentro favoritos de la juventud porteña —donde se puede ver seguido a personalidades como Wos, Ofelia Fernández y Angelita Torres, entre miles de anónimos— los asistentes destacan la atmósfera divertida y relajada, en la cual “cada uno está en la suya” y no hay que andarse cuidando de que te manoseen o te arrinconen como en otros boliches.

Es en esos ambientes donde las jóvenes argentinas se sienten más cómodas para dar rienda suelta a su deseo.       

Identidades para todes

Teniendo en cuenta todo esto, no sorprende que cada vez más chicas —y también chicos— se animen a experimentar con su sexualidad.

Quizás la revolución más grande que el feminismo implicó en la cama de las argentinas sea esa: la apertura a probar experiencias nuevas.

Mujeres de todas las edades están comprando juguetes sexuales por primera vez, teniendo sus primeros encuentros con otras mujeres o sus primeras experiencias de tríos o sexo grupal.

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A las más chicas, la pregunta por la orientación sexual empieza a parecer un sinsentido; a las más grandes, muchas veces, el hecho de haber ya pasado la edad biológica de la fertilidad —hayan tenido o no hijos— les abre las puertas a una sexualidad menos comprometida, que se siente menos vigilada por la pregunta de la maternidad y la formación de una familia tradicional.

Cada vez más parejas se animan a invitar a un tercero, o a probar formas de apertura sexual. Luego de años de hegemonía total, la monogamia empieza a ser cuestionada.

Internet, además, provee a quienes quieran encontrarlos de múltiples vocabularios para procesar estos cambios. Quienes abren sus parejas pueden llamarse abiertos sexualmente o poliamorosos según el caso (según si solamente permiten vínculos sexuales por fuera de la pareja, o también vínculos afectivos), jerarquizadores o no jerarquizadores (según si decidan privilegiar o no un vínculo principal sobre otros), entre muchas etiquetas más.

En una dirección que parece opuesta, otras personas empiezan a pensarse como demisexuales (personas que solo sienten deseo sexual cuando hay un vínculo afectivo previo) o incluso asexuales (personas que no quieren tener relaciones sexuales, en diversas formas de entenderlo).

Es en esta diversidad donde se encuentra el futuro de la sexualidad: la revolución feminista en la cama es hacer lugar a todas las formas del deseo
 

at Tamara Tenenbaum

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