Camila Sosa Villada, la ganadora del Premio Sor Juana Inés de la Cruz por su libro La Malas está sentada frente a una computadora en su departamento del que cuelga un banderín mexicano, con un buzo de entrecasa y una crema blanca en la cara que le tapa dos granos: uno en el bozo y el otro en el mentón.
Durante el confinamiento la escritora y actriz recibió buenas noticias, aunque aclara que no es la situación de la mayoría de las chicas trans que deben rebuscarse la vida para tener un poco de dinero: su novela Las malas, que hace dos semanas se publicó en España y que tendrá el mismo destino en México, París y Alemania, se encuentra en la lista de los 100 mejores libros escritos por mujeres según la revista colombiana Arcadia.
Camila Sosa Villada nació en La falda e incursionó en las letras con un blog llamado La novia se Sandro, un nombre robado a la hermana de una compañera de la facultad sostenido por el fanatismo real al cantante que incluso la llevó a tirarle un corpiño en la puerta de su casa, ya reeditó este poemario a principios de octubre.
"Lleno páginas y escribo sin propósito", dice mientras cuenta que tiene en el tintero la publicación de un libro de cuentos y una especie de novela que bautizó "Los buscavidas" aunque el título aún no la convence.
Te convocaron desde Amor de Cuarentena una obra teatral en la que distintos actores y actrices envían audios a través de Whatsapp reviviendo un viejo amor. Allí pones a trabajar tu voz, un tema que mencionas mucha en Las Malas, ¿qué pasa con este registro?
Me pareció una posibilidad muy oportuna para valorar eso que se transmite de forma oral. Porque durante muchísimos años las travestis no supieron leer ni escribir porque se tenían que ir de sus casa muy jóvenes.
Entonces muchas de las travestis que yo conocí, incluso también mis propios abuelos eran analfabetos. Me parece muy interesante que en un momento como este se tome enserio lo que viene a través de la palabra hablada y que tenga que ver con la ficción que es de la única forma que he podido aprender determinadas cosas del mundo.
Por ejemplo las que me contaban y me decían mis padres, mis abuelos o las cosas que me decían estas travas. Todo ese "saber travesti" fue transmitido de esa manera. Y fue un súper momento para mi ver cómo podía pasar una emoción a través de la palabra.
Después fue curioso escuchar al resto de los actores porque los porteños tienen una manera de actuar y de usar la palabra que es muy distinta. Cuando escuché los audios para hacer el teaser inmediatamente saltó eso.
Se escuchan unas voces muy bien colocadas, precisas, que van en un tono, que son como un terciopelo y de repente salta mi voz y se escucha un chillido, un quejido.
Este "saber travesti" puede relacionarse con la idea de la corporalidad trava y el hecho de someterse a tratamientos clandestinos para hormonizarse o inyectarse siliconas. Desde que existe la ley de Identidad de género eso fue modificándose y de hecho vos hiciste el prólogo de Fatal el libro en el que Carolina Unrein cuenta su proceso de vaginoplastia. ¿Crees que hay un cambio?
La diferencia principal me parece que sigue siendo un asunto de clase. El hecho de que las chicas trans se tengan que operar clandestinamente con silicona es una cuestión de clase.
Y lo mismo ocurre con los tratamientos hormonales que deben ser revisadas por un endocrinólogo o endocrinóloga. Es un asunto en el que solo tiene que ver lo empobrecidas que están las travestis.
Caro (Unreim) tuvo dos padres que la apoyaron y esa suerte de que la muerte no estaba ahí. Pero si está en otras chicas. Por otro lado la ley de identidad de género en Cordoba está aplicada a la mitad.
Toda la parte de salud que implica la ley no está contemplada. Para conseguir un endocrinólogo tenés que hacer malabares porque creo que hay una sola profesional ocupada de hacer esas intervenciones en un hospital público que es el Rawson que además es el que se encarga de las infecciones.
Entonces tiene toda una simbología para nosotras porque hemos visto morir a nuestras amigas allí. Pero además muchas de las cosas que se hicieron las travas de otra generaciones, anteriores a la mía y de la mía también tenía que ver con ser atractiva para el deseo masculino de los clientes.
Ellos dictaban como debían ser esos cuerpos por los que después pagarían para tener sexo. Y en esa época Moria Casan era como el símbolo sexual de los argentinos y eso llevó a que un montón de travas estén hiper operadas con las caderas redondas, súper barrocas.
Después pasaron otras cosas. Yo me acuerdo que cuando empecé mi transición no cabían muchas discusiones en torno a cómo debíamos ser. Incluso la premisa era ser lo más femeninas posibles con lo que eso implicaba.
Vos tenías que parecer una mujer porque además mientras menos se notaba que eras travesti más a salvo estabas porque menos agresiones recibías de la calle y menos policías te paraban. Eran esfuerzos sobre humanos para pasar desapercibidas y a la vez había que ser deseable para los clientes.
Existía un solo tipo de mujer asignado entonces…
Exactamente. Por suerte apareció Flor de la V que fue un bastión interesante porque mostró otras construcciones estéticas alrededor de ser travesti. Ella era muy fashionista, estaba muy interesada en cómo lookearse.
Y las travas empezamos a tener otras curiosidades. Porque además eran saberes que aprendíamos directamente de otras travestis. Yo me acuerdo de una trava que un día me dijo "vos tenés que cuidar el culo como si fuera oro porque el culo es la concha de las travas".
Y yo pensaba mirá en donde estaba la historia, en donde estaba la cosa travesti en ese momento. O me decía que ella cuando estaba por acostarse con un cliente pensaba "de mi depende que tu experiencia hoy sea una fiesta o una experiencia olvidable" como si no dependiera del otro también. Era toda una responsabilidad que teníamos sobre nosotras.
Teniendo en cuenta esta fecha en la que celebra el orgullo, hace algunos días en tus redes compartiste una foto con tu madre en una marcha y por otro lado en una entrevista con Hinde Pomeraniec contaste que tu papá pudieron reconciliarse. En tus libros relatas experiencias fuertes de ellos en tu infancia ¿Leen tus libros? ¿Cómo es esa recepción?
Mi vieja me lee todo: el Facebook, el Twitter, el Instagram, me lee los libros, las notas. Mi vieja es como una gran cholula y mi papá no es de mucha práctica de lectura pero El viaje inútil lo leyó y me dijo "tengo miedo de que las personas me odien".
Supongo que lo hizo teniendo conciencia de que actuó mal y que sabe que eso tiene una consecuencia. Yo le respondí que esa era mi experiencia, que esa era mi historia en la que ellos estaban involucrados y que de ninguna manera se podía buscar a alguien en esos libros.
Ya no se puede buscan nada ni en El viaje inútil ni en La novia de Sandro. Justamente lo que hace la escritura es producir un vacío. Ni siquiera me puedo buscar yo ahí adentro, no tiene que buscarse nadie.
También me pasó con un novio que alguna vez se encontró no me acuerdo dónde y me dijo "vos pensas esto de mi" y la verdad que es otra cosa. Estoy hablando de recuerdos pero eso no son las personas, no es lo que es mi viejo, ni lo que fue mi mamá, ni lo que fui yo.
Hablas del amor y hace poco en una nota mencionaste que la verdadera revolución trava es a través del deseo, ¿cómo lo explicarías?
El problema es que hay un profundo transodio que se disfraza de progresismo en el que se habla en inclusivo, se debate sobre las cosas no binarias, o los machitos de izquierda que parece que ahora fueran abiertos, etcétera.
Pero lo que noto es que no quieren que compartamos nada, no quieren que vayamos a la universidad y nos sentemos al lado, no quieren que la persona que puede gustar de ellos también guste de mi y de otra trava, ni hacer las compras en el mismo negocio que compra una trava.
La disputa por esos espacios públicos y por esos vínculos que son de todos siguen estando. Por eso los tipos siguen acostándose en secreto con las travas y teniendo vínculos que son de la puerta para adentro.
Esto no quiere decir que este mal o bien, yo no hago un juicio de valor. Pero me da la sensación de que hay una mezquindad alrededor de los espacios y los vínculos y por eso decía lo del deseo.
A veces la gente dice lo que nos falta es más empatía y la empatía es algo que se siente o no se siente, no sé si aprende una cosa así. Se construye con políticas públicas, con cambios profundos en la cultura y que suceden dentro de los grupos que están siendo marginados como ha sucedido con las travestis durante todos estos años.
Y tiene que ver con el deseo, porque eso sí se puede agenciar. (Néstor) Perlongher decía "No queremos que nos estudien, no queremos que nos analicen, no queremos que nos persigan, no queremos que nos eduquen, que nos maten. Lo que queremos es que nos deseen” y lo que se cuenta de este texto es que él en realidad había escrito lo que queremos es nos cojan.
No tiene que ver con el amor, tiene que ver con otra cosa que es reconocer que el otro puede ser objeto de afecto, de cariño, de deseo.
En El viaje inútil recalcas que escribís "muy mal" y haces hincapié en que lo haces para "darte cariño" pero de repente tus libros se incluyen publican en todo el mundo y en la academia hay toda una discusión respecto al género que vos realizas, ¿qué te sucede con eso?
Puedo reconocer que la escritura es un espacio, es una casa en la que estoy sola y nadie puede entrar. Eso es lo mejor que me puede llegar a pasar y fue una de las cosas más importantes que rescaté de mis viejos que me dieron ese espacio para estar sola.
Creo que la escritura es de las cosas más inviolables que existen. Pero el hecho de que mis libros se lean o estudien no me produce nada. Aunque en términos políticos me parece interesante que una travesti este haciendo una disputa en el lenguaje.
Eso me parece brutal. No soy la única hay muchas travestis escribiendo en este momento y produciendo conocimiento mucho más interesante que el mío, porque yo hago ficción pura.
En cambio el de ellas es casi filosófico, hablando por ejemplo de Marlene Wayar, que lo que produce es una manera de ver el mundo y las relaciones. Me parece bien que se lean travas pero además me parece muy bien esto de que a muchas personas no les gusta compartir espacios con las travas, ni siquiera al feminismo, que una parte adoptó una postura transfóbica en la que nos quieren muertas. Esa es la única verdad.
Entonces que de repente el país este leyendo a una mina que viene de una familia muy pobre, una familia de analfabetos, de gente que toda la vida tuvo que salir a la calle a buscarse el mango como buscavidas.
Una mina que fue prostituta, que apenas tiene el secundario completo y dejó dos carreras universitarias por su propia estupidez e incapacidad para aprender.
Porque mientras estudiaba en la universidad tenía que estar también cogiendo por guita. Y eso me cansaba. Después quise retomar de nuevo y la verdad es que me sentía vieja.
No soy una mina grande pero estoy cansada como si tuviera 60 años. Por eso en Las malas digo que siete años travestis es un año de vida de las demás personas.
Las malas
La prostitución es un trabajo que tiene mucho de poner el cuerpo, muy cansador...
Que no digan que no es un trabajo. Además yo trabajo desde los 9 años, sé lo que es trabajar y sé cómo queda un cuerpo después de trabajar. Verdaderamente estoy muy cansada y no puedo estudiar.
El hecho de que yo sea una mina que viene como de esos márgenes que cruza de repente una frontera sin irse jamás de ese lugar del que proviene me parece súper interesante.
Está muy bien que eso pase porque además ese choque es lo que cambia la cultura. Eso es lo que produce un remezón. Cuando una lee a Lucía Berlin, cuando una escucha a Billie Holiday que era una mina negra que fue prostituta, estuvo en la cárcel, tuvo problemas con las drogas, el alcohol, con su madre, su padre, y hace la música más refinada que existe en el universo.
No hay nada más elegante, más chic, más sofisticado que escucharla cantando jazz. De repente aparece un cambio cultural cuando se produce ese choque a las personas que están negadas a la cultura, que están negadas a participar de la fabricación de nuevas ideas.
Pienso también en Édith Piaf, Anna Magnani, en todas esas mujeres que han venido de otros sitios y de repente han cambiando la perspectiva. Me parece brutal.
¿En qué género ubicarías la literatura que haces?
Alguna vez dije, porque me parecía que me quedaba bien a mi decirlo, que son transescrituras. De Las malas la gente dice: "un relato crudo y duro de cómo viven las travestis" pero también tiene cosas de la crónica, de la autoficción, del surrealismo, de la poesía, del costumbrismo y si se quiere también de la fantasía erótica, que fue una de las cosas que más interesantes del libro.
Como un Señor de los anillos pero todo lleno de travas, eso me parecía fabuloso. Entonces a eso inclasificable que es de alguna manera lo que somos las travas, yo le puse transescritura.
Como para decir algo. Tampoco me interesa clarificar nada de nada con nada, ni conmigo misma, ni con mi escritura, ni con mi teatro. Nada. Y siempre me ha resultado porque es algo para lo que no existe todavía método. Solo yo conozco ese método.
¿Pero no tenés una especie de estructura personal a la hora de escribir?
Lo primero que me aparece es una imagen. Por ejemplo con El viaje inútil fue la imagen de mi viejo enseñándome a escribir, a hacer los patitos, la sillita dada vuelta, etcétera.
O en Tesis sobre una domesticación yo tenía la imagen de la travesti cogiéndose al esposo, de que era ella la que se lo estaba cogiendo a él. Entonces empecé a desmenuzarla y apareció como un esqueleto, es como si escribiera primero los huesos de un libro.
Una vez que tengo eso escrito lo que hago es una corrección y ahí aparecen como músculos, cartílagos y tendones. A veces lo abandonó por meses, días, años y una vez que esa criatura está casi cubierta de piel ya vislumbro un final y para dónde se puede ir.
Esto es como decir lo regular de escribir, hacer un soporte y después a eso construirlo, es como cavar unos cimientos. Pero lo cierto es que escribo muy a ciegas, nunca hice un taller, nunca tome clases si he leído pero no más que eso.
Entonces voy tanteando y me parece que está bien no saber qué es. No estar segura de que cumpliendo con ese protocolo voy a escribir un cuento o un poema. Y después hay otra cosa de la que si estoy segura y es que escribo en momentos donde los sentimientos son muy intensos.
Por ejemplo, me estresa muchísimo viajar en avión, no es que le tengo miedo a volar, sino toda esa cosa de estar 3 horas antes, no olvidarte de nada. Ya me pasó de perder tres vuelos en distintos lugares y es espantosa la sensación de estar completamente desvalida.
Entonces cuando estoy en un aeropuerto me llevó la notebook porque se que ahi voy a estar escribiendo o cuando estoy esperando en el banco para hacer un trámite que es otra cosa que me espanta.
Es casi imposible para mi escribir desde la tranquilidad, desde el recogimiento, desde la cosa íntima y solitaria de los escritores que escriben en sus oficinas, alejados del ruido.
Es todo lo contrario. En este sentido cuando leía las entrevistas de (Pedro) Lemebel me parecía que estaba hablándome a mi porque decía: "mi casa da a una avenida que es como una Panamericana y a mi me gusta escribir ahí, no puedo hacerlo frente a una playa en el mar".
Ambos momentos tienen que ver con la espera...
Pero también me pasa que a veces termino de coger y lo dejo al chongo durmiendo y me vengo a la computadora y escribo. O voy de visita a la casa de mis viejos y mientras ellos cocinan yo estoy sentada en la mesa de la cocina con la notebook adelante y estoy escribiendo.
¿Ahora no estas escribiendo nada entonces?
Si, porque soy muy intensa. En septiembre sale la reedición de La novia de Sandro pero es una versión corregida, ampliada y también amputada. Porque como está escrita con una raíz que tiene que ver con un estadio mío en particular cuando volví al libro sentía que esos poemas parecían escritos por otra persona.
No me pasa con El viaje inútil, no me pasa con Las malas, ni con Tesis sobre una domesticación. Y fue como un quiebre además porque yo escribí La novia de Sandro después de una separación, ese pibe con el que convivía era mi primera pareja estable, chapada a la antigua y cuando me separé me sentí muy sola, muy deprimida.
Hay algo del novio de la Tía Encarna
Claro. Me quería, me agarraba de la mano por la calle. Todas las cosas con las que yo había estado aterida durante toda mi vida. Cuando volví al libro dije "qué monstruo escribió todas estas cosas carentes". Entonces lo corregí y lo amplié.
¿Quizá fue un proceso personal, La novia de Sandro es tu primera publicación y avanzar sobre ese terreno te hizo cambiar?
Apareció con el psicoanálisis. En 2015 hice terapia por primera vez y para mi fue de las cosas más reveladoras que me pasaron respecto a la escritura. Más allá de lo que pueda haber resultado en mi vida que yo creo además que me puso de nuevo de pie.
Hay que imaginarse cómo puede llegar una trava a un diván a la que le arrojaba piedras cuando era pendeja, a la que su padre le decía te vamos a encontrar muerta en una zanja.
Llegué sin ganas de vivir, triste, angustiada. Entonces pasó algo en relación a la palabra y vuelvo a retomar el valor de lo oral, el valor de lo que va de un oído al otro.
Algo produjo en mi escritura. Y después algunas lecturas que fueron muy reveladoras como Sharon Olds, las cartas de Frida Kahlo y Carson McCullers. Esas apariciones que hicieron que algo en mi cambiara y que yo no pudiera reconocer que había sido capaz de esas emociones.
Camila Sosa Villada acaba de ser galardonada por su libro Las Malas y su escritura parece no parar de transformar el mundo.
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