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SOCIEDAD | 17-11-2019 08:00

Agroforestería: el ejemplo de cosecha en el África subsahariana

En Togo, los defensores de esta práctica están cambiando la economía de los aldeanos gracias al éxito de cosechas que crecen bajo el cobijo y abono de los árboles. Frente a la deforestación y la crisis ambiental, una alternativa superadora.

Un árbol no tiene lugar en un campo de alimentos”. Durante muchos años, esta fue la regla entre los especialistas, tan indiscutible como “la Tierra es redonda” o “2 + 2 es igual a 4”.

Los árboles y la agricultura no podían trabajar juntos. En áreas ecuatoriales con vegetación densa, la cultura de "tala y quema" era, y sigue siendo, una práctica común: los bosques se queman para hacer espacio para los cultivos, los aldeanos plantan en las cenizas y se mueven cada pocos años, dejando atrás suelos agotados...

La agricultura se ha visto gravemente afectada por el cambio climático, con la erosión y la deforestación alcanzando niveles alarmantes, y los rendimientos agrícolas disminuyen constantemente.

Como resultado, los defensores de la "agroforestería", un nuevo tipo de agricultura bajo un claro forestal, finalmente se están haciendo escuchar. Las plantaciones, creen los defensores de este método, deben tener su lugar dentro de los bosques: la subsistencia, así como los cultivos comerciales, prosperan bajo los árboles y es por eso que deberían plantarse más y más "bosques con jardines comestibles", como les gusta llamarlos.

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O en su defecto, “bosques de alimentos". Jean-Philippe Beau-Douezy es ecologista y conservacionista y miembro activo de Planta para el planeta, el programa de la Fundación Yves Rocher que tiene como meta llegar a los 100 millones de árboles plantados en todo el mundo en 2020.

Las mujeres tomaron la posta del nuevo orden económico de África

Como parte de esa iniciativa visita regularmente las plantaciones africanas y trabaja en conjunto con Apaf (Asociación para la Promoción de Árboles Fertilizantes y Agroforestería). 

Se deleita en su descripción de los llamados "árboles fertilizantes" y las maravillas que realizan: elogia la forma en que sus raíces interactúan con los hongos y cómo esos hongos eficientes extraen nutrientes de las profundidades del suelo, a veces hasta 30 metros de profundidad.

Se maravilla también de los mecanismos por los cuales estos nutrientes orgánicos se entregan a las raíces de los cultivos. Por último, explica entusiasmado, estos árboles fertilizantes regeneran la tierra al capturar nitrógeno del aire y depositarlo nuevamente en la tierra cuando sus hojas o frutos caen. 

“¡Es algo muy bonito!”, comenta antes de enfatizar el papel del humus, este rico material orgánico oscuro que es la base de la vida del suelo. “En muchas partes del mundo ya no encontrás humus. Y está claro que, cuando eliminás los árboles, estás eliminando las fábricas de humus”. 

En África occidental, el pequeño estado de Togo está en camino de demostrar que los árboles fertilizantes no solo recrean humus en suelos agotados, sino que también impulsan la agricultura, mejoran la vida de las mujeres y generan ingresos para las familias de los agricultores que anteriormente estaban condenados a la pobreza y la emigración.

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“Plantar árboles en lugar de cortarlos” se ha convertido en regla de oro en el área de Kpalimé, en las mesetas occidentales en la frontera de Togo con Ghana.

Hace casi 30 años, Logan Kwami, un ex profesor de matemáticas, se convirtió en un experto en agroforestería al revivir una práctica tradicional que se había perdido. Hoy está a cargo del programa de plantación de árboles Togo Apaf y se enorgullece de haber plantado unos 7 millones de árboles en su región desde 1992.

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A su vez, se lamenta de haber tenido que dejar de plantar durante 12 años debido a las presiones de las compañías multinacionales que se quejaban de las abruptas caídas en ventas de fertilizantes químicos y pesticidas.

El programa de plantación de Apaf comenzó nuevamente hace 3 años, ahora con el apoyo de la Fundación Yves Rocher, y pronto alcanzará un millón adicional de árboles plantados.

“Estos árboles -dice Logan Kwami- constituyen un verdadero milagro porque crecen muy rápido, un metro al mes. Pueden crecer muy alto y, por lo tanto, proporcionan una suave capa que deja pasar parte del sol.

Muchas plantas diferentes pueden crecer bajo esa sombra: café y cacao en los niveles más bajos, bananos, plátanos, mandioca, maíz, ñames... También se pueden plantar árboles frutales y plantas medicinales”.

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El cacao se había plantado en esa misma zona a pleno sol durante años, con resultados decrecientes a pesar del uso generoso de fertilizantes químicos. Ahora una nueva variedad está creciendo bajo esos árboles, sin químicos y con renovado vigor.

“Como resultado de estos cambios -dice Logan Kwamiahora hay más dinero en las aldeas y puedes presenciar cambios reales en la vida cotidiana. Los aldeanos obtienen nuevos techos para su casa, tiran la paja y usan hierro corrugado para protegerse.

Cada vez más niños van a la escuela, los padres tienen suficiente dinero para pagar los gastos escolares, uniformes, libros, matrícula, transporte...”, cuenta.

Las buenas noticias se reproducen: los pobladores hoy se ven menos afectados por las inundaciones que antes ya que estos árboles fijan el agua en el suelo. Las capas freáticas están aumentando y las personas incluso han visto aparecer nuevas fuentes cerca de sus aldeas, mientras que las ramas muertas ahora proporcionan madera disponible cerca.

Wangari Maathai, la famosa fundadora keniata del Movimiento Cinturón Verde, ganadora del Premio Nobel de la Paz 2004, señaló que las mujeres fueron y siguen siendo las primeras víctimas de la degradación del medio ambiente porque “ellas son las que caminan por horas buscando agua, leña y comida para sus familias”.

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Las mujeres también suelen ser las encargadas de la salud de sus maridos y de sus hijos. Rita Madomba es especialista en desarrollo y visita regularmente estas áreas de Togo.

Para ella, el impacto de los árboles fertilizantes ha sido notorio: “La comida de los aldeanos se ha diversificado considerablemente, ya prácticamente no ingieren productos químicos y sufren menos de diarrea, entre otros desórdenes típicos.

Las mujeres, por ende, ya no tienen que pasar el tiempo cuidando a sus esposos o hijos enfermos y pueden dedicarse a tareas más productivas como la producción de carbón vegetal que luego venden en los mercados locales. Estos ingresos les dan cierta independencia y las ayudan a poder enviar a sus hijos a la escuela”.

La firme conexión entre estos programas de plantación de árboles y los pobladores locales podría tener una explicación en las antiguas tradiciones animistas locales, de las cuales el vudú es la más famosa.

El animismo es la creencia religiosa de que los objetos, las plantas, los lugares y las criaturas están dotados de un espíritu. Uno encuentra, en todo el área de Togo, una verdadera mística arbórea: los árboles son adorados, cubiertos con banderitas y, a menudo, objeto de ceremonias religiosas.

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Son, además, los guardianes de los ancianos y su sombra protege sus tumbas. Logan Kwami, que proviene de una familia animista que adoraba a las plantas y los árboles, acusa a las religiones monoteístas de haber despreciado fuertemente la naturaleza: “Si no encuentras a Dios en el bosque, si no lo encuentras en los ríos, ¡podés hacer lo que quieras con ellos!

Con nuestro progreso reciente, nuestras tradiciones ahora disfrutan de un mejor respeto: nuestros aldeanos pueden ver fácilmente que su salud y sus vidas han mejorado gracias a estos árboles”.

Curiosamente, estas tradiciones animistas hoy también encuentran ciertos correlatos en la ficción, en exitosos títulos como “La vida secreta de los árboles”, de Peter Wohlleben, o “El clamor de los bosques, de Richard Powers.

Ambos autores señalan la grandeza y la maravilla de los árboles y nos piden que no consideremos los bosques como simples fábricas de madera, sino que reconozcamos los inmensos beneficios que nosotros, todos los humanos, podemos obtener de ellos.
 

at Katie Breen

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