“¡Paso a una histórica!”. El grito atravesó cantos, consignas y redoblantes cada vez más encendidos. La multitud congregada para pedir por el aborto legal se abrió para permitir el avance de la chica que empujaba una silla de ruedas. “¡Paso a una histórica”. La mujer que iba sentada sonreía a los que le sacaban fotos.
La alerta se repitió al día siguiente, mientras una mujer de cabello blanco caminaba rápido por Avenida Callao. El Proyecto de Ley acababa de obtener media sanción en Diputados y ella se apuraba para celebrarlo con sus compañeras. Alguien la reconoció y advirtió: “¡Paso a una histórica!”.
Era la mañana del 14 de junio de 2018, el final de la primera vigilia por la Ley del Aborto. Una cruzada que había empezado hacía muchos años, más de 30, cuando un grupo de mujeres quiso tener el derecho a decidir. Y así mujeres como Martha Rosenberg, Olga Cristiano y Alicia Schejter se convirtieron en históricas.
“¿Qué podemos hacer?” En 1982, con los últimos espasmos de la dictadura, un grupo de feministas fundó ATEM (Asociación de Trabajo y Estudio de la Mujer), una de las primeras organizaciones que visibilizó la violencia contra las mujeres.
“Investigamos, difundimos, organizamos jornadas, publicamos la revista ‘Brujas’... Hicimos de todo. En aquella época, yo trabajaba como enfermera en el Policlínico Bancario y era delegada sindical.
Mucho después estudié Psicología, me recibí en 2007. En el feminismo encontré un movimiento liberador. Eso es lo que genera tanta resistencia: cuando la mujer se libera, el varón pierde el lugar de privilegio y poder”, asegura Alicia Schejter.
El nuevo movimiento estaba integrado por médicas, abogadas, enfermeras, activistas de derechos humanos y hasta una Madre de Plaza de Mayo: diez mujeres unidas por una causa en común.
“Dentro de la Comisión, había voces diferentes. Mientras que algunas argumentaban que el aborto era un tema de salud pública, otras considerábamos que se trataba del derecho a decidir sobre el cuerpo.
Pero estábamos de acuerdo en lo fundamental, había que legalizarlo y despenalizarlo. Las mujeres debemos tener la posibilidad de elegir ser madre o no serlo. Es un derecho y negarlo es una forma de totalitarismo”, sostiene Schetjer.
“Todos los lunes, llevábamos una mesita a la puerta de la Confitería del Molino. Además de juntar firmas para el proyecto de ley, repartíamos folletos y la revista ‘Nuevas aportes’.
Los primeros ejemplares estaban fotocopiados, no teníamos fondos para imprimirlos”, recuerda Alicia. “Muchas personas nos gritaban ‘¡Asesinas!’, pero algunas se acercaban a preguntar y otras, a contar su experiencia”, cuenta.
“Al principio, cuando la Comisión empezó a asistir a los encuentros nacionales de mujeres, el tema del aborto no estaba incluido en el programa, preferían que habláramos de anticoncepción.
Como no nos daban bolilla, empezamos a colgar carteles de ‘Derecho al aborto’ en las aulas vacías del colegio en el que se realizaba la jornada. Finalmente, terminaron por incorporar nuestros talleres al cronograma, nos lo ganamos de prepo”, recuerda Olga Cristiano.
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En 1992, la Comisión presentó el primer Proyecto de Ley en la Legislatura. No fue más allá de la Mesa de entradas. Después, la organización participó en otros tres proyectos que redactaron los diputados Martha Mercader, Alfredo Bravo y Luis Zamora.
Ninguno llegó al recinto. “Las condiciones no eran favorables. Dora explicaba que eso se iba a dar cuando hubiera una explosión de mujeres”, cuenta Olga.
La Comisión por el Derecho al Aborto no tenía dinero para una sede. Cada quince días, “las chicas” se reunían en una sala de Villa Crespo que les prestaban. Ahí, hablaban durante horas sobre la interrupción del embarazo, sobre legalización y despenalización. En esas charlas no había lugar para temas personales.
Los encuentros de mujeres fueron sumando hitos a la gesta. En 1990, en el de San Bernardo, se declaró el 28 de septiembre como el Día por el Derecho al Aborto de las Mujeres de América Latina y el Caribe.
En 2003, en Rosario, el pañuelo verde quedó oficializado como símbolo de la lucha por el aborto legal. Se revisó la disponibilidad de colores: el blanco era el de las Madres de Plaza de Mayo; el violeta, el del feminismo; el rojo, el de la izquierda; el amarillo, el del Papa… El pañuelo fue verde por descarte, no por esperanza.
“El encuentro en Rosario marcó un antes y un después para la Comisión. Pedimos el Aula Magna de la Facultad de Ciencias Económicas para hablar del aborto. Unas 500 mujeres levantaron la mano para contar: ‘Yo aborté’.
La última noche, la marcha de mujeres alcanzaba las diez cuadras. La mayoría llevaba puesto el pañuelo verde. Las más jóvenes entonaban consignas que nosotras habíamos inventado”, recuerda Olga.
El reclamo ya era visible: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.
Martha Rosenberg tenía 30 años cuando se dio cuenta de que era feminista. Después de estudiar Medicina, hizo un posgrado en Psicopatología de la Edad Evolutiva en el Hospital de Clínicas.
A las prácticas con niños le siguieron los grupos de orientación con las madres y así, ella terminó por involucrarse en temas de salud de la mujer. Martha fue una de las organizadoras del Foro por los Derechos Reproductivos que reunía a sociólogos, médicos, psicólogos y especialistas en obstetricia.
“Era una organización bastante académica. Trabajamos en temas de salud reproductiva y sexual. Siempre estuvimos de acuerdo con la legalización del aborto.
En el ‘94 luchamos para que no fuera aprobada la cláusula que garantizaba el derecho a la vida desde el momento de la concepción como un derecho constitucional. Se votó 14 veces en distintas comisiones y perdió. Fue un antecedente muy importante”, explica Martha.
Las voces se multiplicaban y eran cada vez más fuertes. En 2005, todas las organizaciones decidieron unificar su reclamo en un solo movimiento: la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito. Hoy, casi 500 ONG integran este colectivo que demanda la interrupción voluntaria del embarazo como un derecho de las mujeres.
Se estima que, en la Argentina, se realizan cerca de 500 mil abortos clandestinos por año. Y las complicaciones por estos abortos son la principal causa de muerte de mujeres gestantes.
“La reproducción humana es un tema político. Una sociedad que no genera la cantidad necesaria de mano de obra está en problemas. En una estructura patriarcal, el dominio sobre la capacidad de gestar de las mujeres queda bajo el control del poder establecido. Hay mucha resistencia a que el embarazo sea un acto de autonomía y de libertad”, asegura Martha.
Dora Coledesky, al alma mater de la campaña, murió el 17 de agosto de 2009, a los 81 años.
“Estábamos organizando un encuentro en La Pampa. La acompañé al Hospital Italiano a hacerse un chequeo y el cardiólogo le aconsejó no viajar. En el micro, cuando regresábamos, con Martha le enviamos un mensajito para contarle que todo había salido bien.
Nos llamó la atención que no nos respondiera. Al día siguiente, su familia nos avisó que había muerto la noche anterior. Como no la velaron, nos juntamos a recordarla en la Plaza Congreso.
No podíamos creerlo, sentíamos un vacío enorme. Ella tenía una lucidez política y una energía extraordinarias. Era una líder. A los 75 años, subía a una silla y hablaba ante 500 personas. Dijimos que, si era aprobada, la ley llevaría su nombre”, rememora Olga.
Aborto legal
Nueve años más tarde, en abril de 2018, comenzaron las exposiciones a favor y en contra del proyecto de despenalización del aborto voluntario hasta la semana 14 gestación. Martha Rosenberg, la abogada Nelly Minyersky, la socióloga Dora Barrancos y Luis Novaresio fueron algunos de los que disertaron. En silla de ruedas, a causa de una fractura de cadera, Olga escuchó las audiencias.
El 13 de junio, mientras los diputados debatían, miles y miles de mujeres sostenían la vigilia afuera del Congreso y en plazas de las provincias.
“Pasada la medianoche, me fui a casa. Había estado todo el día en la calle y estaba cansada. Me desperté a las seis y salí corriendo. Llegué tarde, en el momento de la votación estaba en el subte.
Todos estábamos pendiente y hubo un grito. Mientras caminaba, algunas personas me reconocieron e hicieron un cordón para que llegara adonde estaban mis compañeras de la campaña”, cuenta Martha.
Esa tarde, mientras escuchaba a algunas chicas explicándoles la ley a sus abuelas, Olga recordó las palabras de Dora Coledesky: “Todo se va a dar cuando haya una explosión de mujeres”. Viendo a esas miles y miles de mujeres enarbolando convicciones, Olga no tuvo dudas.
“Mi nieta de 4 años va a la marcha con su mamá y lleva su pañuelito verde. Dice que es el que usan las chicas luchadoras. Creo que eso es lo más importante: hubo un cambio cultural. Para lo imposible solo falta un poco más”, asegura.
Todavía no logró desprenderse del asombro. Cuenta que hace un rato, cuando salía de la farmacia, una mujer le gritó “¡Diosa!”. Nelly “Pila” Minyersky sacude la cabeza y sonríe. Le cuesta acostumbrarse a esa pequeña fama que vive desde que la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Seguro, Legal y Gratuito ganó la calle.
“Si encuentran un tratado de derechos humanos que mencione los derechos del feto, les doy un premio”, retó a los senadores. Algo del tema sabe esta mujer menudita y memoriosa, profesora universitaria y abogada especializada en Derechos de la Mujer y en Familia.
“Llegé a la Campaña invitada por Elsa Schvartzman, mi compañera de gimnasia. En 2012, participé en la redacción del proyecto de ley. Hace siete años que llevamos proyectos al Congreso…
En nuestro país tenemos muchas dificultades con cierto tipo de leyes, sobre todo las de educación y salud, porque la Nación solo dicta los Códigos Civil y Penal. Entonces, si el proyecto del Aborto ingresa como Salud Pública, puede suceder como con la Ley de Vasectomía: es nacional, pero muchas provincias la objetaron.
Por eso, este proyecto tiene una parte de Penal, la de la despenalización, así tenemos más garantías de que se aplique en todo el país”, cuenta.
Nelly nunca se cansa de explicar: un feto no tiene los mismos derechos que un bebé recién nacido. Una lógica que enfurece a los que intentan frenar el avance del aborto legal.
“Las leyes de Género y de Matrimonio Igualitario ubicaron esos universos humanos dentro de lo respetable, de la ley, de lo que llamamos el control social. En cambio, el aborto es disruptivo. La sociedad no puede aceptar a la mujer escindida del rol de reproductora”.
at María Fernanda Guillot
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