Tuesday 24 de June de 2025

SEXUALIDAD Y VíNCULOS | 23-05-2025 08:02

Stealthing: la agresión sexual de la que no se habla

Consiste en retirar el profiláctico sin el consentimiento de la otra parte. Cómo esta práctica -tristemente frecuente- afecta la vida física y emocional de las víctimas.

No sé si lo que me pasó se considera una violación…”. Especialistas señalan que esa frase suele aparecer en personas que sufrieron un tipo particular de agresión, que es frecuente, deja secuelas y hasta tiene nombre propio: “stealthing”. El término viene del inglés “stealth”, que significa “sigilo”, y se utiliza para describir la práctica de sacarse el preservativo durante una relación sexual de manera silenciosa, sin que el otro sepa, sin el consentimiento de la pareja sexual. Marie Claire habló con dos mujeres que fueron víctimas de esta agresión que sucede en la intimidad y que casi nadie denuncia en la Justicia. Ambas se animaron a poner en palabras lo que les pasó con el objetivo de ayudar a romper el tabú sobre este tema.

Ruth, una docente de 47 años conoció a Julián C., un contador separado de 51 años y fanático del clown. Charlas dinámicas por chat y gustos en común entusiasmaron a ambos y derivaron en concretar un primer encuentro presencial. Fueron al cine, luego cenaron en un bodegón y todo parecía sacado de un cuento de hadas. Risas cómplices y un diálogo en el que parecía que se conocían desde hacía años. Un rato más tarde, estaban juntos en el departamento de él. Ella recuerda: “Había mucha química. Yo no suelo tener sexo en una primera cita, pero esa vez me sentía tan cómoda que pensé: “¿Por qué no?” Avanzamos. Antes de sacarnos la ropa, le pregunté si tenía profilácticos. Él me dijo que tenía en su auto, así que los fue a buscar.

Volvió, empezamos a matarnos a besos y se puso un forro. Arrancamos cogiendo en un sillón cama de su living, casi en total oscuridad, apenas entraba un poquito de luz de una ventana. Todo fluía perfecto. En un momento me dijo que vayamos a su dormitorio para estar más cómodos, dije que sí y seguimos en su cama. La estaba pasando bárbaro, pero en un momento me pareció no sentir el profiláctico. Como seguíamos en total oscuridad, le pregunté si se lo había sacado. Me dijo que sí. Yo frené la situación inmediatamente (él estaba arriba mío) y quedé en shock.

Enseguida percibí que eso no estaba bien y le dije que él no podía decidir sobre mi cuerpo sin consultarme. Me pidió perdón, me intentó tranquilizar diciendo que se había hecho una vasectomía y que unos análisis recientes de VIH le habían dado perfecto. Me vestí y traté de salir de ese departamento lo más rápido posible. Para mí fue un mazazo en la cabeza”. Horas más tarde, Ruth estaba tomando una pastilla del día después, solicitando un turno de urgencia con un ginecólogo y buscando contención en su psicóloga y amigas. Un testeo de VIH que dio negativo realizado en Fundación Huésped semanas más tarde (el virus necesita un mínimo de 2 semanas para ser detectado) le devolvió el sueño, pero no la paz. Entendió que había sufrido un abuso y que tendría que aprender a vivir con eso. 

 

Stealthing

 

 

¿ES O NO ES? 

Lucíla Galkin, abogada y directora del área de Género y Diversidad de Amnistía Internacional en Argentina asegura: “No tenemos estadísticas particulares de este tipo de situación, pero nos han llegado muchísimos casos de personas que se sacan el profiláctico sin el consentimiento de su pareja, a lo cual entendemos sin duda alguna como un hecho de violencia sexual”. Galkin pone el acento en la palabra clave, que es “consentimiento” y explica que cuando no hay consentimiento para quitarse el profiláctico (cuando una de las dos partes desconoce que la otra parte se lo está sacando), estamos ante un delito sexual. Así lo establece el artículo 119 del Código Penal argentino, donde se lee claramente que se incurre en el delito de abuso sexual cuando se lleva adelante una relación sin que una de las partes “haya podido consentir libremente la acción”. Y la acción incluye que ambas partes aprueben libremente si se usa o no profilaxis.

Si bien la ley argentina prevé una pena de prisión de entre 6 meses y 4 años, es difícil probar judicialmente los delitos de “stealthing”. En agosto de 2024 un caso que llegó a la Justicia sentó un precedente interesante. La Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional decidió procesar a un hombre por el delito de abuso sexual con acceso carnal. En la sentencia se lee que el “consentimiento primariamente otorgado” por la mujer (que había accedido a tener relaciones con profiláctico como condición), “resultó quebrantado ante el arbitrio unilateral y solapado” del hombre que se sacó el condón sin avisarle.

Se trata, entonces, de entender que el consentimiento explícito es el requisito fundamental a la hora de mantener encuentros sexuales. El silencio no es un “sí” y un “no”, es “no”. Ir en contra de la voluntad de una persona implica violentar su libertad sexual. Del mismo modo, si en un momento, una de las dos partes, pone como condición que sea se use profilaxis, nadie puede pasar por encima de esa voluntad. Lo mismo ocurre para prácticas sexuales; se puede consentir una penetración vaginal, pero no una anal, por ejemplo. Un “sí” inicial no es un cheque en blanco ni un “vale todo”.

 

Stealting

 

Galkin explica: “El consentimiento es dinámico y reversible porque yo puedo decir que sí quiero ir a tu casa y sí quiero tener relaciones sexuales. Pero si llego y, por ejemplo, no me siento cómoda, puedo decir que me quiero ir y no avanzar. No es que porque aceptaste una cena o subir a la casa de alguien tenés que consentir algo más. En cualquier momento tenés derecho a decir que no. En la narrativa, cuando una mujer dice que sí y luego que no, se la pone en el lugar de histérica o provocadora (por el “sí” inicial), cuando en realidad simplemente está tomando una decisión de no querer avanzar en un acto sexual.” Esto es aplicable a todos los vínculos: ocasionales, noviazgos, parejas y hasta matrimonios.

Caso 2.  Azul tiene 55 años y recién ahora se anima a hablar de algo que le ocurrió a los 22. Cuenta: “Había ido a un boliche del barrio de Flores (El Viejo Correo) con mis amigas. Nosotras, que vivíamos en Palermo, éramos ´las chetas´ del boliche. Pasábamos gratis sin hacer fila y chapeábamos con eso de ser habitué. Un día tocó una banda que a mí me encantaba y uno de los músicos me encaró. Me dijo: “Vení rubia, vamos a bailar” y empezó a seducirme. Él tenía como 15 años más que yo y estaba de novio, pero le di bola porque era una transgresión, como fumarse un porro.

Salimos del boliche y me llevó a un albergue transitorio. Venía todo bien, estábamos usando forro. En un momento se puso detrás mío, se lo sacó y me penetró. Yo me sentí muy mal, me puse nerviosa, no sabía qué hacer. Me quise ir a mi casa urgente y me encontré con que no podía salir del telo porque en aquella época solo te dejaban retirarte con un hombre… No sé cómo logré rajar del lugar, no me acuerdo. Nunca más lo volví a ver y jamás pude hablarlo con mis amigas de colegio porque estaban todas muy de novias y -como en esa época no era habitual tener sexo fuera de un noviazgo- me daba miedo que me juzgaran de ´rápida´, de ´calienta pava´ o que me dijeran que me la había buscado. Estuve semanas re nerviosa hasta que me indispuse, tenía terror de haber quedado embarazada.”

En este sentido, Mar Lucas, psicóloga y directora de Gestión Institucional de Fundación Huésped señala que estas “conductas antijurídicas” son “invisibilizadas pero recurrentes” y que a las víctimas “les cuesta mucho hablar porque les da vergüenza y culpa”. Lucas alerta que “la protección para el embarazo es importante, pero también lo es cuidarse por enfermedades de transmisión sexual”. Además, la especialista subraya que existe una medicación para reducir el riesgo de contagio de VIH, que es una profilaxis post exposición llamada “PEP” (por su sigla en inglés). “Es como la pastilla del día después, pero para el VIH. Implica tomar una medicación durante 28 días que previene la infección por VIH en el 99 por ciento de los casos, es muy eficaz. Es gratuita y la tienen que dar en cualquier cobertura de salud”, asegura. Aclara también que el PEP no protege contra todas las enfermedades de transmisión sexual y que para que sea efectivo, debe tomarse dentro de las 72 horas de la situación de riesgo y no discontinuarse durante los 28 días de tratamiento.

 

ARRASAMIENTO FÍSICO… Y EMOCIONAL.

Uno de los primeros trabajos científicos que analizó el stealthing fue publicado en 2017 en una revista de la Universidad de Columbia por la investigadora norteamericana Alexandra Brodsky. Allí se menciona explícitamente que las mujeres que fueron víctimas experimentan -además de miedo al embarazo y a enfermedades de transmisión sexual- un sentimiento de violación menos concreto, pero profundamente sentido. El trabajo da cuenta de que las consecuencias para las víctimas son tanto físicas como  psicológicas y emocionales. 

María Luisa Sánchez Chiappe, psicoanalista de la UBA y diplomada en Educación Sexual Integral (ESI) asegura que en los casos de stealthing “hay un individuo que decide de manera unilateral sobre el cuerpo de la otra persona, lo cual introduce la dimensión del engaño y un ejercicio de poder de uno sobre el otro. Hay uno que cree poder gozar y servirse del cuerpo del otro sin tener en cuenta ni a la persona ni sus pedidos, provocando un alto grado de vulnerabilidad y cosificación”.  

Sánchez Chiappe señala que la víctima puede sentirse avergonzada por no haberse dado cuenta del retiro del profiláctico cuando en realidad las mujeres no tienen tanta sensibilidad en la cavidad vaginal como para advertirlo. Entre otras consecuencias emocionales de las víctimas, menciona el stress, posibles episodios de depresión y ansiedad y miedo a futuras relaciones sexuales. También subraya la importancia de que los colegios enseñen los contenidos de ESI, que “proporciona herramientas para que desde chicos sepamos cómo cuidar nuestro cuerpo y el de los demás, así como detectar qué situaciones son riesgosas y cuáles son elegidas.”

El sexo debería dar placer, pero para poder ser placentero debe ser libre, cuidado y consentido.

at Mariana Comolli

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