Friday 26 de April de 2024

SEXUALIDAD Y VíNCULOS | 10-04-2023 09:02

Ginecología: estos son los chequeos necesarios para el bienestar sexual

Aunque está muy instalada la idea de que se debe realizar una batería de estudios cada año, esa práctica es innecesaria y puede resultar hasta contraproducente.

Si bien parece que siempre es mejor salir a buscar una enfermedad y detectarla lo antes posible, no está comprobado científicamente que en todos los casos un diagnóstico precoz pueda cambiar el futuro y la calidad de vida. Incluso es preferible hablar de “diagnóstico oportuno”, en vez de “precoz”, porque en algunos problemas de salud femeninos la precocidad puede ser tanta que se inicia un tratamiento que luego se demuestra innecesario o se hacen más estudios que solo conducen a más problemas y no a mejorar el pronóstico. El exceso de pesquisas médicas termina convirtiendo a las personas sanas en pacientes.

Más no siempre es mejor

Entonces, ¿cuándo es útil una práctica médica preventiva? Cuando disminuye la probabilidad de una complicación futura y los beneficios superan a los riesgos. Ese es el caso del papanicolau, de la mamografía y de la densitometría. Pero no es el caso de una ecografía transvaginal ni de una colposcopia ni de una ecografía mamaria ni de un autoexamen mamario. Así como está demostrado que el PAP reduce dramáticamente la probabilidad de que una mujer muera por cáncer de cuello uterino; también está documentado que la ecografía transvaginal no incide en el devenir de un cáncer de ovario.

En realidad, va a influir pero negativamente. Sin embargo, los médicos solemos sobreestimar los beneficios de nuestras intervenciones e infravalorar sus daños, porque, dejémoslo claro, cuando hacemos pesquisas, siempre hay daños. Para ponerlo en un ejemplo: ¿por qué sería contraproducente una ecografía transvaginal?

La cuestión no está en el procedimiento en sí, que en este caso sería una mínima incomodidad, sino en que, al no poder cambiar la mortalidad por cáncer de ovario o de endometrio, todo lo que hagamos producto de lo que encontremos será un daño. Así lo comprobaron grandes estudios en donde a un grupo se le hizo ecografía transvaginal y a otro no. En ambos, la muerte por cáncer de ovario fue idéntica, pero quienes habían pasado por la ecografía terminaron con más cirugías y perjuicios en su calidad de vida, sin ningún beneficio. Tampoco está indicado hacer colposcopía de rutina, excepto ante hallazgos patológicos en un PAP.

Respecto al cáncer de mama, es la mamografía la que mostró disminuir la mortalidad, no otro método. Después puede ocurrir que, por los hallazgos mamográficos, haya que complementar con una ecografía mamaria, pero no se establece como rutina. ¿Qué pasa con el autoexamen mamario? No hay que hacerlo, el Instituto Nacional del Cáncer lo desaconseja porque no disminuye la mortalidad y aumenta las falsas alarmas, lo que no quiere decir, por supuesto, que uno no consulte si palpa algo raro mientras se baña.

Los controles que realmente cambian la historia, porque permiten detectar e intervenir antes de que aparezcan los síntomas, son el papanicolau, la mamografía, la densitometría y la determinación de VIH en sangre.

La frecuencia correcta

Ahora bien, para que esas prácticas tengan el máximo de los beneficios y se minimicen los daños, se tiene que cumplir una cláusula: empezar cuando hay que empezar, terminar cuando hay que terminar y hacerla a los intervalos recomendados.

Aunque para la mayoría de las mujeres sea una novedad, todas las asociaciones mundiales de patología cervical y el Ministerio de Salud de la Nación, a través de su Programa Nacional de Tamizaje de Cáncer de Cuello Cérvico Uterino, establecen que, en personas de riesgo promedio, hay que comenzar a hacerse el PAP entre los 21 y los 25 años y que, tras dos exámenes normales hechos con un intervalo anual, hay que pasar a realizarlo cada tres años y hasta los 65 años de vida, no más.

Expliquemos esto: la protección que brinda hacerse un Papanicolau cada tres años es la misma que si se lo hace cada año. Y eso es así porque está suficientemente probado que el cáncer de cuello uterino aparece de lesiones pre malignas que demoran muchísimos años en transformarse en cáncer. Entonces, si hay un PAP totalmente normal hoy y mañana empieza a crecer esa lesión premaligna, tres años sobran para detectarla, que siga siendo pre maligna, y tratarla a tiempo.

En cuanto a la mamografía, el Instituto Nacional del Cáncer de Argentina y muchas otras sociedades científicas sostienen que hay que incluirla desde los 50 hasta los 69 años, y cada dos años. Entre los 40 y los 50 años, se propone que se le expliquen a la mujer las ventajas y desventajas de este estudio en esa década de la vida y se elijan junto a ella si hacerlo o no. En cambio, para menores de 40 con riesgo promedio, la recomendación es no practicarla.

El VIH es otro estudio muy necesario que mejora el futuro de una persona asintomática y también el de su pareja e hijos. Se debe pedir en personas sexualmente activas al menos una vez en la vida, durante un embarazo y siempre que cambie el riesgo (si se pasa por un período de más cantidad de parejas sexuales sin el cuidado suficiente).

La densitometría sirve para detectar osteoporosis y poder dar tratamiento para reducir la probabilidad de fracturas y se recomienda efectuar a partir de los 65 años, o de los 60 años en mujeres que tengan factores de riesgo para osteoporosis. Si la densitometría es normal, se repite muchos años después. Hay estudios que muestran que podría volver a hacerse recién 15 años después. Hay otros estudios recomendados, como el tamizaje de cáncer de colon a partir de los 50, que no entran dentro de las pesquisas ginecológicas pero que son necesarios.

En realidad, cuando hablamos de estudios para la mujer, solemos relacionarlo a la salud ginecológica pero de lo que más nos morimos las mujeres es de enfermedad cardiovascular. En ese sentido, hay que tener en cuenta cosas sencillas, como el control de la presión arterial y, se recomienda en ausencia de otros factores de riesgo, a partir de los 45, dosar el colesterol y la glucemia, sobre todo si uno tiene un factor de riesgo adicional, como sobrepeso o obesidad, hipertensión o antecedentes familiares. Pero lo más importante es llevar buenos hábitos.

El desafío es que la prevención en salud deje de estar tan relacionada con la consulta médica y se centre en las condiciones de vida saludable. Tenemos que entender que cuidamos (o no) nuestra salud a partir de lo que hacemos cada día, no en los 15 minutos que estamos frente a un médico en el consultorio. Lo que más años agrega es no fumar, hacer actividad física y comer un poco más sano. Esas tres cosas disminuyen la mortalidad global y hacen que la vida sea más larga y de mejor calidad.

 

Jefa del Servicio de Medicina Familiar y Comunitaria en el Hospital Italiano de Buenos Aires y Directora del Departamento de Investigación del Instituto Universitario Hospital Italiano de Buenos Aires.

 

 

 

at Redacción Marie Claire

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