Un ADN mendocino que fomentó su pasión por los Solanum lycopersicum, el espíritu inquieto para la investigación dirigió a Maria Sance a recibirse como doctora en Ciencias Biológicas. Madre de una hija y un hija, con su marido Alejandro Vigil concibieron Casa Vigil, en Chachingo, Mendoza, donde actualmente es Directora General; también es docente-investigadora en la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional de Cuyo de Mendoza. Creó Labrar, un proyecto productivo y sostenible con enfoque en la materia prima, y en febrero, Maria lanzó la primera edición de ¡Del Tomate!, un homenaje sensorial a la fruta más querida y destacar el trabajo del proyecto.
-¿Dónde empieza tu historia?
-Hasta los 16 años, viví en la finca familiar en El Carrizal, Luján de Cuyo, hasta que fui a estudiar bromatología. Mis bisabuelos eran italianos y mi papá cultivaba tomates para la industria, además ajo y cebolla. Siempre tuvimos una huerta familiar para ser autosustentables y sobrevivir, y en todos los lugares donde viví, siempre la repliqué. Había damascos con los cuales hacíamos mermeladas, y yo estaba encargada de recolectar los huevos de las gallinas. También las comíamos porque solo compramos carne de vacuna cuando podíamos. El lechero y el achurero venían a la finca con sus productos; la abuela hacía hígado con cebolla, una comida rica, nutritiva y barata. Son recuerdos de mi infancia. En 2001, volví a ésta casa donde nací con Ale (Vigil, su marido) por unos años.
-¿Cómo empezó tu pasión por los Solanum lycopersicum (tomate)?
Lo traigo desde siempre porque crecí en la finca, vi a mi papá desarrollar los cultivos y siempre los cultivé también. Salía a caminar con mi abuela y pasaba tardes comiendo tomates, ¡sin lavarlos! Cuando elegí la carrera, fui por el lado de los alimentos y como la comida influía en nuestra salud. Luego, cuando empecé el doctorado, me insertaron en un grupo enfocándose en el rescate de las variedades antiguas de tomates criollos. No busqué trabajar con ellas – me surgió la oportunidad y me parecía fantástica.
-Cuando entraste a la academia, ¿cómo era el balance de género?
-En la Licenciatura de Bromatología, éramos más mujeres y como soy profesora, seguimos siendo más también. Mientras la ciencia no es fácil, tuvo mucha prevalencia en muchas disciplinas y las mujeres seguimos ganando nuestros espacios. Empecé la carrera en 2004, en el medio en 2008 tuve a Juan, y en 2010 la terminé. Los deseos de cumplir ser doctora y también madre, bueno, se me hizo más fuerte de ser madre. Cuando defendí la tesis ¡tenía la panzota de la Giuliana que ni pude cosechar ese año!
-¿Cómo estás haciendo para que se conozca tu trabajo?
-Como es la tradición de tener huerta, cuando hice el planteo del restaurante en Casa Vigil, quería que fuese de autosustento. Al principio salía todo de ahí, pero ya no da para los restaurantes; ahora se cultiva para semillas. Por ser hija de productores, vi que nunca se pagaba lo justo al productor lo que merece por su trabajo –va al intermediario, al transporte– entonces trabajar directo con productor es muy importante. Empezamos a comprar de productores locales con manera agroecológica y buscamos variedades de tomates criollos. Así nació el proyecto Labrar.
-¿Cuáles son los consejos para las jóvenes que quieren entrar el mundo científico?
-¡Qué lo hagan! Es arduo y hay que estudiar. Me siento muy involucrada en el mundo académico y si querés estudiar, te ayudamos. Cuando falleció mi mamá, yo era muy joven, y mis tíos siempre decían que ella siempre conseguía libros, y los leía yo. Mi gran pasión es la investigación. Me mantiene la cabeza activa y ese conocimiento sirve a la población y a los productores. El espíritu inquieto me implica que estoy estudiando italiano actualmente.
-¿Cómo combinaste la carrera académica con la maternidad?
Calculo lo que me pasó a mi pasa a muchas. Es una etapa de mucha exigencia – en mi caso entre los 30 y 40 años – con el desarrollo entre madre y profesional. Me gusta poco mi autoexigencia. Hace 15 años, la sociedad exigía que la casa esté linda, el trabajo fantástico: era una época súper exigente. No sos mala madre por no asistir. No hay que regalar una cosa para la otra. Se puede combinar, y más como estamos. Es todo más real. No tenemos que hacer esa imagen perfecta, hoy es más real, por lo bien por supuesto.
-Compartirnos tus tips para cultivar tomates en casa.
Que sean variedades criollas, y los cherry, por ejemplo, son aptas para maceta. Hay que pensar que los tomates criollos crecen altos, y hay que acatarlos con cañas en un lugar soleado.
Si comés un rico tomate, separar las semillas. Ponerlas en un vasito de agua unos días para que se fermenten y se pongan blanco. Después las colas, las secas bien y se guardan hasta agosto o septiembre, para hacer transplante en octubre después de la última helada, como pasa en Mendoza. Plantas un plantín en un vasito de yogur y cuando tiene cuatro hojas y 10cm de altura, pasarlo a la maceta para que tenga fuerza.
at Sorrel Moseley-Williams
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