Ya se escuchan voces que la comparan con Poco ortodoxa y lo cierto es que hay varios puntos de contacto: Gambito de Dama también es una producción original (y bastante exitosa) de Netflix, protagonizada por una joven y talentosa actriz y cuyo gran gancho es cómo ese personaje nos introduce a mundo muy extraño y tremendamente masculinizado.
Sin embargo, mientras la serie protagonizada por Shira Haas estaba basada en la historia real de Deborah Feldman, autora del libro original, Gambito de Dama es producto de la imaginación de un autor, el novelista Walter Tevis.
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¿100% ficción entonces? Tampoco tanto, ya que Tevis, que falleció en 2006, era un auténtico fanático del ajedrez y tenía, al igual que el personaje central, un serio problema de adicción a los calmantes y antidepresivos.
Escrita y publicada en 1983, esa novela es en definitiva una muy singular mezcla de ficción y realidad, ya que Tevis se inspiró en su propia historia (no era huérfano, pero vivió dos años en un orfanato) y en muchos datos del mundo real: los nombres de los ajedrecistas más famosos y admirados y, sobre todo, la ausencia casi absoluta de mujeres en el “deporte más difícil de todos”.
“Con Beth Harmon (el personaje que tan bien encarna la argentina-británica Anya Taylor-Joy) quise rendirle un homenaje a tantas mujeres inteligentes”, contó el escritor en una de sus escasas notas a un medio (el New York Times).
Pionera en señalar una tremendo "techo de cristal" (para ser suaves), la novela hoy puede ser leída como un sutil tributo a aquellas ajedrecistas que lograron hacerse un lugar en ese mundo dominado por hombres.
Si bien Tevis declaró que su jugador favorito (y suerte de “musa inspiradora”) fue el famoso (y muy misógino) Bobby Fischer, también es cierto que en la historia introdujo varios guiños figuras como la georgiana Nona Gaprindashvili o la húngara Zsuzsa (o Susan) Polgár, que se hizo famosa por su talento como ajedrecista y también por negarse a disputar los torneos femeninos de la disciplina.
Por más que suene increíble, el ajedrez fue durante años una de las pocas disciplinas no físicas que diferenciaba y minimizaba los torneos femeninos de los demás, a los que nunca llamaba “masculinos”, sino simplemente “mundiales”.
En algunos sitios de Internet y en redes sociales se repitió la idea que la carrera de Beth Harmon bien podía ser un homenaje a Judit Polgár, hermana de Susan y considerada la mujer ajedrecista de la historia.
Sin embargo, en 1983 (año de publicación de la novela), la genial Judit era apenas una niña de 6 años, y si bien ya practicaba ajedrez con su padre, su salto al profesionalismo recién llegó una década después.
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Célebre y talentosa, Judit Polgár es la única mujer que consiguió estar entre los diez primeros ajedrecistas de la clasificación mundial, algo que logró en 1996 (se retiró de la actividad en 2014). Su victoria frente a un desidioso Garry Kasparov en 2002 aún sigue figurando entre los grandes momentos del ajedrez mundial.
¿Será esta serie un incentivo para que muchas mujeres se interesen en la milenaria práctica del ajedrez? El tiempo lo dirá, lo que es seguro es que ya el hecho de haber puesto el ojo en su masculinización histórica es un notable jugada y movida, una suerte de Gambito de dama en sí misma.
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