Papa Francisco murió lejos de casa, de esa Buenos Aires donde había nacido el 17 de diciembre de 1936, en el seno de una familia modesta, con un padre ferroviario de origen piamontés y una madre ama de casa. En la canción Il testamento, Fabrizio De André decía que “cuando se muere, se muere solo”, y tal vez sea cierto, pero lo que nadie sabe con certeza sobre su propia muerte es qué nombre de ciudad aparecerá en su tumba. Y cuando era niño, Jorge Mario Bergoglio jamás habría imaginado que ese nombre sería Roma.
De chico, Bergoglio era un apasionado del fútbol —como la mayoría de los argentinos— y era hincha de San Lorenzo de Almagro, igual que su papá. Ya de joven, realizaba trabajos simples para ganarse unos pesos que pudiera gastar por su cuenta: lavaba pisos en una florería y fue también patovica en una discoteca. Mientras tanto, estudiaba en una escuela técnica industrial, donde se recibió como técnico químico.

Hacia 1956, cuando tenía 20 años, se enfermó gravemente de neumonía. Como los antibióticos no eran tan accesibles como hoy, la enfermedad se complicó y tuvo que ser operado. Desde entonces vivió con un pulmón y medio, una condición que redujo un poco su capacidad respiratoria y que sería una de las causas de su muerte 68 años después.
Una vez recuperado, decidió ingresar al seminario, en el noviciado de la Compañía de Jesús en el barrio Villa Devoto de Buenos Aires. Era el 11 de marzo de 1958. Mientras se preparaba para ser sacerdote, se licenció en Filosofía y estudió Ciencias Humanas en Chile. Entre 1964 y 1965 enseñó Literatura y Psicología en Santa Fe, y luego optó por estudiar Teología en la Universidad de San Miguel. El 13 de diciembre de 1969, con 33 años, fue ordenado sacerdote. Había encontrado el camino que le correspondía: comenzó a ascender en la jerarquía, especialmente entre 1973 y 1979, durante la dictadura militar argentina de Jorge Videla. Justamente ese período es considerado el más controvertido de su biografía y aún hoy se relatan versiones encontradas.

En 1976, durante una redada militar en la villa de emergencia de Belén, en el barrio Bajo Flores de Buenos Aires, entre los detenidos hubo dos sacerdotes jesuitas que, a diferencia del resto, no fueron liberados al día siguiente: se los acusaba de actividades subversivas. Fueron encarcelados y torturados hasta que intervino el Vaticano. Según algunos detractores de Bergoglio, fue él quien habría promovido su arresto por disputas internas, valiéndose de sus contactos con la dictadura. Sin embargo, esta versión fue siempre desmentida enérgicamente por sus voceros.
En los años 80, Bergoglio se trasladó a Alemania para hacer un doctorado, y luego retomó su actividad pastoral en la provincia de Mendoza. Fue consagrado obispo el 20 de mayo de 1992, como uno de los cuatro obispos auxiliares de Buenos Aires. Seis años más tarde fue nombrado arzobispo, aunque decidió seguir viviendo en su departamento en lugar del palacio arzobispal, al que se dirigía todos los días en colectivo.

En 2001, el papa Juan Pablo II lo nombró cardenal, primado de la Argentina y le otorgó una larga lista de títulos eclesiásticos, luego de destacar sus capacidades intelectuales y su perfil moderado dentro del episcopado argentino, a medio camino entre conservadores y progresistas. En 2005, estuvo muy cerca de ser elegido Papa, pero finalmente se impuso Joseph Ratzinger.
Su momento llegó el 13 de marzo de 2013, cuando, tras dos fumatas negras, Bergoglio fue elegido como el 266° Papa, tomando el nombre de Francisco. Fue el primer latinoamericano y el primer miembro de la Compañía de Jesús en llegar al pontificado, en una elección ocurrida bajo circunstancias históricas excepcionales. Desde San Pedro, el primer Papa que murió en el año 67 d.C., solo siete habían renunciado voluntariamente, como lo hizo Benedicto XVI, a quien Francisco sucedió. El último caso databa de 1415, con Gregorio XII. Por eso, esta fue la única época en que los fieles pudieron ver a dos Papas vivos juntos en una misma foto o video.
Fuente: Este artículo fue publicado originalmente en MC Italia.
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