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SOCIEDAD | 10-08-2020 11:39

Cómo el mandato de dar la teta se convierte en un calvario

Finalizó la Semana Mundial de la Lactancia Materna, pero muchos temas quedaron en la discusión pública.

Cómo presionan los estereotipos a la hora de decidir. Finalizó la semana de la lactancia en donde se puede encontrar mucha información sobre los beneficios de dar la teta. Artículos que nos hablan de las proporciones directas entre mayor cantidad y duración de lactancia; mejor vínculo y más salud para los hijxs.

Conocer estos beneficios es importante y nadie los cuestiona, cómo tampoco el disfrute que le puede generar el acto a muchas personas, ¿pero qué pasa con quienes no pueden o no quieren? Nuevamente los ideales: mamás trabajadoras y con períodos de amamantamientos cada vez más largos - y además, felices - actúan como mandatos sobre las personas gestantes a la hora de elegir cómo llevar adelante sus crianzas.

Sobre cómo tiene que ser Esther Vivas, socióloga y periodista catalana, explica en su libro Mamá Desobediente: “Las mujeres en la actualidad nos enfrentamos a una doble presión. Por un lado, la de ser madres como dicta el mantra patriarcal y serlo de una determinada manera, con un manual completo, muchas veces contradictorio, de lo que se espera de nosotras. Por el otro, siguiendo el abecé del capitalismo neoliberal, debemos triunfar en el mercado de trabajo y tener una carrera de éxito, aunque en la mayoría de los casos toca sobrevivir como se puede, con un empleo más o menos precario, sin renunciar, eso sí, se supone, a tener críos”.

Agrega que ser madre queda reducido y normativizado a dos opciones: la de ángel del hogar o la de superwoman, que son los modelos que encajan en el sistema y que se espera que reproduzcamos indistintamente. El problema aparece cuando no se reproduce ninguno de esos dos modelos, y a pesar de tener tiempo para pasar con sus hijxs, no se quiere o no se puede seguir amamantando.

Agustina cuenta: “Cuando nació Vicente, por parto natural y sin anestesia, yo sentí presión porque enseguida me lo prendieron en la teta. No entendía mucho y me resultó extraño a nivel sensación. Ya antes de tenerlo, un día cenando, empecé a perder leche y me largué a llorar porque sentí que perdía el control de mi cuerpo, me sentí muy animal y eso me shockeó”.

“A los diez días del parto, tuve una mastitis, levanté 40 grados de fiebre, estaba enferma y además con un bebé recién nacido”. Agustina suma su experiencia a tantas otras escenas poco difundidas cuando se habla de la experiencia de la lactancia.

¿Qué es la mastitis?

La mastitis es una afección usual durante los períodos de amamantamiento y -no necesariamente- elimina la posibilidad de continuar dando la teta, pero es importante considerar que las vivencias personales y las circunstancias de cada persona, son diferentes a la hora de transitarlas. Muchas veces cómo atravesar esos problemas no tiene sólo una implicancia biológica, ya que cómo reconoce la OMS, la salud engloba también el aspecto social, económico, y de las personas.

En su ensayo “Leche” Margarita Garcia Robayo, escritora colombiana, explica que muchas veces la diferencia entre un bebé subalimentado y un bebé sano es el sueldo de sus padres. La economía como siempre dividiendo las aguas. Pero otras veces esa diferencia está dada por la ideología.

La autora agrega: “Me aterra hasta qué punto algunas puericultoras -y los organismos que las agrupan, las políticas que las respaldan- empujan a las madres a tensar el límite.

De dónde viene esa presión

“Cuando nació Vicente, fuí a un pediatra que era un señor mayor y que me insistía: dale teta a demanda, cuando quiera que tome la cantidad que quiera. Eso me generó mucha frustración durante todo el primer mes, porque no conectaba con esa situación, a pesar de sentirme super maternal y cercana a mi hijo. El tipo me decía: teta a demanda, teta a demanda, pero no era él el que daba la teta” cuenta Agustina.

“Al mes, busqué una nueva pediatra, una mujer que era madre y me entendía, ella me dijo que tenía que estar tranquila yo para que esté tranquilo el bebé. Me ayudó a hacer la transición y a tener otra visión, más conectada con mi realidad.”

Pero agrega:La presión la sentí igual, todo el mundo te dice que no hay cómo el alimento de la teta y por momentos me sentía mal de no darle. Tengo una amiga que amamantó hasta el año y medio, y yo pensaba: ¿le estaré haciendo mal?, ¿se enfermará más después?”.

Su experiencia coincide con la de muchas otras mujeres que cuentan que sienten que “fallan” cuando no pueden continuar con la lactancia exclusiva. “Te dicen mucho que nada alimenta cómo la teta, pero para mí era un tema, se me ponían duras, perdía leche; y la conexión con el bebe yo no la experimenté en el amamantamiento, pero si en un montón de otras situaciones. A mi dar la teta me dolía y me lastimaba. Esa fue mi experiencia, cómo hay otras mujeres que conectan y lo disfrutan”.

En Leche, Garcia Robayo relata: “En Fundalam me dicen que debo “ofrecerle el pecho a demanda”, que él tomará lo que salga y que eso será suficiente. Pero no será suficiente, les digo, y explico lo del peso, la pediatra fue clara: para engordar tiene que tomar 80 ml cada vez, a mí me salen 60, con suerte. Si no toma lo que tiene que tomar, no engorda lo que tiene que engordar. Un niño subalimentado es un niño desnutrido. Un niño desnutrido es un niño enfermo”.

Claudia, mamá de cuatro, recuerda dar la teta como una “experiencia hermosa”. “Siempre quise dar la teta, amaba amamantar porque era un momento de conexión único con mis bebés, ver a tu hijo cuando te mira tomando la teta es indescriptible. A los 4 meses me quedé sin leche con la primera y fue mi mamá la que me dijo: la nena se queda con hambre. Yo no quería desprenderme de esa etapa y seguí intentando, pero al poco tiempo dejé de hacerlo con muchísima pena”.

Aunque las motivaciones son diferentes, dejar de amamantar casi siempre implica un cuestionamiento interno y externo: “Cuando sos mamá -sobre todo primeriza- los consejos que no pedís vienen de todos lados” cuenta Natalia, que amamantó a León durante catorce meses, conciliando trabajo fuera de casa y lactancia. Tuve que dejar de hacerlo porque ya me mordía, me lastimaba y la experiencia dejó de ser sostenible. Si fuera por mí, le seguiría dando la teta hoy”.

Esther Vivas nos ilumina sobre porqué estas experiencias -aunque diferentes- están unidas por el hilo del cómo debería ser: “Al contrario del mito de la perfección, «fracasar es parte de la tarea de ser madre». Sin embargo, esta posibilidad ha sido negada en las visiones idealizadas y estereotipadas de la maternidad. El mito de la madre perfecta, de hecho, solo sirve para culpabilizar y estigmatizar a las mujeres que se alejan de él. Las madres son consideradas fuente de creación, las que dan la vida, pero también chivos expiatorios de los males del mundo cuando no responden a los cánones establecidos. Se las responsabiliza de la felicidad y los fracasos de sus hijas e hijos, cuando ni lo uno ni lo otro está a menudo en sus manos, y depende más de una serie de condicionantes sociales”.

Es fundamental contar los beneficios de la lactancia en la salud de las criaturas, sí. Pero también es importante presentar nuevos ejemplos de maternidad diversos y reales que sean consecuentes con las vidas de los distintos cuerpos que deciden gestar. Romper con los ideales de maternidades perfectas y relatar experiencias de frustración, imposibilidad o cansancio, es una forma de abrir el juego a tomar decisiones más libres y cercanas a lo que cada persona gestante quiere o necesita.

Las presiones sobre los cuerpos de las mujeres han existido desde siempre y al rol de super mamá hoy se suma la presión del éxito profesional. Tanto quienes amamantan, cómo quienes no, son puestas en tela de juicio por una sociedad que sigue creyendo que toda decisión sobre los cuerpos gestantes es debatible y puede ser cuestionada.

Ninguna elección está abstraída del contexto social, pero cuanto más diversas sean las historias que socialicemos y más entendamos que estos cuestionamientos son históricos- y que reproducen un modelo patriarcal que opera de juez en nuestras decisiones, cualesquiera sean estas - más tendremos en nuestras manos la posibilidad de decidir.

Sofía Polke Casado es comunicadora especializada en género y diversidades. Parte del equipo Selva

at Sofía Polke Casado

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