“La estrella Elliot Page, nominado al Oscar por Juno, anunció que es transgénero, y sus pronombres son él y ellx”, decía la notificación del New York Times que me llegó al celular.
El comunicado de Page en sus redes sacudió el letargo del pandémico diciembre 2020 en un año donde el colectivo LGTBIQ+ no pudo ganar la calle. Eliott trans, queer, figura indiscutida, activista, intérprete central de una generación y ahora primer hombre trans protagonista de una serie de Netflix, salió a patear todos los tableros de la industria del entretenimiento, la cultura y la sociedad.
Su declaración emanó liberación, pero también miedo.
“Me encanta ser trans. Y me encanta ser queer. Y cuanto más me mantengo cerca y abrazo plenamente quién soy, más crece mi corazón y más florezco. A todas las personas trans que lidian con el acoso, el autodesprecio, el abuso y la amenaza de violencia todos los días: los veo, los amo y haré todo lo posible para cambiar este mundo para mejor”, sentenció en sus redes Elliot Page, casi presagiando lo que vendría.
En forma inmediata, en efecto, aparecieron las notas que recorrían su carrera como si fuera un obituario. Los pronombres, te los debo, en el enjambre comunicacional se lo nombró como “ella”, “Ellen” y “la otrora actriz”. Repasaron su trayectoria, escribieron artículos en tiempo pasado y con cada aplauso llegó un meme ofensivo, algunos más velados que otros. En febrero 2021 llegaron más noticias
“Elliot anuncia su divorcio de la coreógrafa Emma Portner apenas dos meses después de haberse declarado trans” o “Page no será parte de 1UP, nueva película donde debía interpretar a una lesbiana”. Y empezaron las afirmaciones transfóbicas disfrazadas de preocupación. Se deslizó no muy sutilmente que quizás su identidad de género podía perjudicarlo.
Las especulaciones seguían (y seguirán) al ritmo del prejuicio y la necesidad punitiva de una sociedad que castiga lo que escapa a la heteronorma. Elliot Page, que acaba de ser tapa de la revista Time, lo sabe, mientras cruza una avenida que lo llevará a su propio centro.
Como dice el filósofx Paul B. Preciado en su libro Un Apartamento en Urano: “Toda persona trans tiene (o tuvo) dos (o más) nombres propios. Aquel, que le fue asignado en el nacimiento y con el cual la cultura dominante buscó normalizar, y el nombre que señala el inicio de un proceso de subjetivación disidente. Los nombres trans no indican la pertenencia a otro sexo, sino que denotan el proceso de desintificación… El cruce es el lugar de la incertidumbre, de la no evidencia, de lo extraño. Y todo eso no es una debilidad sino una potencia”.
Elliot Page: Una visibilización histórica
SaSa Testa es doctorandx en Ciencias Sociales por la UBA, magíster en Estudios y Políticas de Género y Especialista Superior en Conducción de las Instituciones Educativas de Nivel Medio y Equivalentes.
Coordinadorx del Área “Diversidades” del Centro Metropolitano de Estudios Sociales (CEMES), es activista trans no binarie.
Pero, sobre todo, SaSa (que no se siente Sabrina ni Santiago) es una de las voces fundamentales del colectivo trans. “La declaración de Elliot Page tiene un peso cultural inobjetable”, dice y agrega: “es la primera estrella de la industria que asume públicamente su identidad como hombre trans queer”.
Le pregunto a SaSa si la relevancia es real, visible, y responde:“Es importante porque Elliot es una persona muy visible a nivel internacional y está poniendo sobre el tapete que las masculinidades trans y las personas no binarias efectivamente existimos, tenemos voz, nos pronunciamos… y esto en el ámbito de la industria de entretenimiento abre un campo a las nuevas visualidades posibles. Su anuncio como persona trans ha generado un cimbronazo a nivel cultural y abre la conversación acerca de qué cuerpos se representan y cómo lo hacen. La sola existencia de Elliot Page produce un cambio, quizás a priori no se note tanto, pero a posteriori lo hará”.
El mundo del cine y de las series suele dar discursos acerca de pluralidad y paridad. Sin embargo, en los últimos años post #MeToo pudimos comprobar que las palabras son más cosméticas que proactivas.
Directoras como Greta Gerwig (y ahora Chloé Zhao y Emerald Fennell) son nominadas a premios, pero rara vez los ganan, las minorías tienen una muy dudosa representación en pantalla y la visibilidad trans es particularmente escasa.
Le pregunto a SaSa su opinión y dispara: “No es para nada inocente el hecho de que Elliot Page haya decidido hablar acerca de su identidad de género en un medio que justamente lo que hace es mostrar corporalidades y en ese sentido la pregunta es a que visualidades se apunta o se deja de apuntar”.
Pienso en actores varones trans y me cuesta hacer una lista mínima. Elliot siempre expresó su necesidad interpretar distintos roles. Los personajes pueden ser cis, gays, queer, porque simplemente se trata de actuar. Lo saben todos los actores varones que han interpretado a mujeres trans y travestis, desde Jared Leto en Dallas Buyers Club hasta Gael García Bernal en La Mala Educación.
O las actrices cis que han encarnado a lesbianas como Cate Blanchett y Rooney Mara en Carol, los ejemplos son infinitos. En cambio, se anunció la poco clara salida de Elliot (y su reemplazo por la ex Batwoman, Ruby Rose) del filme 1UP donde iba a encarnar a una entrenadora lesbiana. Dar vuelta la pregunta es inevitable: ¿Elliot seguiría formando parte del elenco si no fuera un hombre trans?
¿Por qué es tan importante hablar de cupo laboral trans? Por estos temas. La transfobia es lo mismo allá, acá y acullá.
SaSa lo resume como nadie: “Lo que le pasó a Elliot es una radiografía de lo que le ocurre a muchas personas de nuestro colectivo trans, travesti o no binarix. En cuanto visibilizan su identidad pierden el empleo o reducen significativamente las posibilidades de conseguir un trabajo. Lo que le pasó a Elliot es una realidad recurrente en las personas trans”.
Hablamos de personas que trabajan, sienten y aman. Sasa comenta: “No hay nada casual en asociar a transición de Elliot con su divorcio, el mensaje que dejan traslucir es que transicionar implica perder el amor y no es así en absoluto. Las personas trans también amamos, en el mejor de los casos somos amadas y apostar por ese derecho al amor es también un hecho político.
Texto adaptado de la edición impresa de Marie Claire Argentina en Abril del 2021.
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