Independientemente del género, la pandemia afectó todas las dimensiones de la vida cotidiana de las personas. Entre otros aspectos, debimos aprender a articular el trabajo remoto y la vida familiar. En este marco, mucho se ha teorizado sobre las consecuencias de la pandemia en el ámbito laboral pero poco se ha analizado cómo las mujeres líderes fueron afectadas por las multitareas (pagas y no pagas) y debieron al mismo tiempo encontrar la manera de motivar a los equipos.
La pandemia se tradujo en una involución en el pedido de igualdad de oportunidades que exigimos las mujeres porque lamentablemente sigue existiendo este rol tradicional de “ser para el cuidado de los otros”. Somos las principales encargadas de mantener la limpieza del hogar, organizar la actividad de los chicos, hacer la logística de compras; y si bien los hombres en general colaboraron más, no es lo mismo ayudar que asumir la responsabilidad. A su vez, existen también los sesgos inconscientes que cargamos las mujeres y que provoca que nos cueste dejar espacios.
Las mujeres que lideramos equipos tuvimos una dificultad extra: detectar cómo mantener al equipo cohesionado en un escenario de tanta incertidumbre y cuando no teníamos certezas para darle al equipo.
En este punto fue fundamental la sinceridad y mostrarnos como los humanos que somos. Mostrar nuestras debilidades o inseguridades por no poder dar una garantía de cómo iba a seguir el año. Además, fue beneficioso permitirnos expresar las sensaciones y sentimientos porque el equipo comparte más que un proyecto: comparte angustias, temores, consejos, lo que nos pasa con nuestros hijos o con la falta de socialización. El vínculo trascendió el ámbito laboral y se profundizó el liderazgo horizontal, una tendencia que aceleró la pandemia.
Uno de los rasgos fundamentales del liderazgo en pandemia fue la escucha para poder entender cómo están, qué necesitan las personas, quienes estaban en mejores condiciones de asumir más responsabilidades o quién necesitaba ser ayudada; también quiénes podían trabajar mejor. Todo ello mantuvo la cohesión y la unidad del equipo. Otra característica de liderazgo que resultó beneficiosa fue mostrarle a cada persona del equipo cuán empoderado estaba para poder capitalizar el recorrido.
Hoy estamos en una etapa de trabajo colaborativo, donde predomina la inteligencia colectiva. La red de trabajo es muy importante porque actúa también como contención. Todos los miembros -inclusive el líder- saben que pueden contar entre ellos. Un líder también debe dejarse ayudar y tener la capacidad de dejar que el equipo piense soluciones.
En las redes radica el corazón del liderazgo y la posibilidad de que las mujeres rompan el techo de cristal que muchas veces nos autoimponemos por miedo o por falta de tiempo. Una red fuerte hace que no se descuiden otros roles. No es lo mismo solas que con red.
Por: Mariela Mociulsky, CEO fundadora de la consultora Trendsity y miembro Vistage Argentina.
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