El 12 de octubre de 1968, durante la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de México, Norma Enriqueta Basilio de Sotelo hizo historia al convertirse en la primera mujer en encender la llama olímpica. Este momento trascendental no solo marcó un hito en la historia de los Juegos Olímpicos, sino que también destacó el avance de las mujeres en el ámbito deportivo y en la sociedad en general.
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Nacida el 15 de julio de 1948 en Mexicali, Baja California, Enriqueta Basilio, también conocida como "Queta", demostró desde temprana edad su talento y pasión por el atletismo. Compitió en varias disciplinas, destacándose especialmente en las pruebas de velocidad y de vallas. Su dedicación y esfuerzo la llevaron a representar a México en los Juegos Olímpicos de 1968, donde compitió en los 80 metros con vallas y en los relevos 4x100 metros.
Un Día Histórico para las mujeres por Enriqueta Basilio
El día de la ceremonia de inauguración, el Estadio Olímpico Universitario de Ciudad de México estaba lleno de entusiasmo y expectación. Más de 80,000 espectadores se reunieron para presenciar el inicio de los primeros Juegos Olímpicos celebrados en América Latina. Enriqueta Basilio, con su porte atlético y su determinación, subió las escalinatas del estadio portando la antorcha olímpica.
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Vestida con un uniforme blanco, símbolo de pureza y paz, y con una banda roja en la cintura que representaba la sangre de los pueblos originarios, Basilio subió las 90 gradas con la antorcha en alto. Al llegar a la cima, encendió el pebetero olímpico con una llama que simbolizaba la unión de los pueblos y la paz mundial.
El acto de encender la llama olímpica fue un momento cargado de simbolismo. No solo rompió con las tradiciones al ser la primera mujer en realizar esta tarea, sino que también inspiró a generaciones de mujeres a perseguir sus sueños en el deporte y en otros ámbitos. Enriqueta Basilio se convirtió en un ícono de perseverancia y valor, demostrando que las mujeres podían alcanzar grandes logros y ocupar lugares de honor en eventos de talla mundial.
Enriqueta Basilio continuó su carrera deportiva y más tarde se dedicó a la política, siempre llevando consigo el espíritu olímpico de excelencia y dedicación. El 26 de octubre de 2019, Enriqueta Basilio falleció, pero su legado sigue vivo. Su hazaña en los Juegos Olímpicos de 1968 continúa siendo un recordatorio de que con determinación y coraje, cualquier barrera puede ser superada.
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