Saturday 20 de December de 2025

SOCIEDAD | 26-09-2025 08:02

Ser madre después de haber sido una niña abusada

Comme près de 400 000 enfants et adolescents aujourd'hui en France, elles ont été placées, parfois très tôt, sous la protection de l'Aide sociale à l'enfance (ASE). Devenues mères, elles se battent pour assurer à leurs fils et filles un cadre de vie sain, hantées par la peur de reproduire ce qu'elles ont elles-mêmes vécu.

El 27 de junio, en la entrega de diplomas en Sciences Po, Anniela Lamnaouar llevaba su toga y un cartel: “El 1 % de los jóvenes de la Asistencia Social a la Infancia accede a estudios superiores. No es un éxito individual, es un escándalo colectivo.”

Esta militante, presidenta del Comité de Vigilancia de Niños en Guarda, acaba de recibir un máster en políticas urbanas. Cuando la felicitan por haber “logrado el éxito”, responde sin dudar: “¿Qué es tener éxito para nosotras? ¡Ya es un éxito poder estar de pie!”

Ese “nosotras” refiere a los ex niños y niñas de la ASE (Aide Sociale à l’Enfance). Una institución cuyos fallos vienen siendo denunciados hace años por activistas y medios, mientras los gobiernos de turno responden con comisiones, informes y nuevas leyes que nunca terminan de aplicarse. Un sistema agotado, en un contexto de creciente vulnerabilidad social y psicológica de las familias. Hoy, en Francia, de 384.900 menores y jóvenes bajo la ASE, 221.000 están en programas de acogida.

“Yo soy la prueba de las fallas del sistema”, explica Anniela. “Mi abuela, luego mi mamá fueron puestas en guarda. Yo soy la tercera generación. Tuve más suerte: mejores familias de acogida, más manos tendidas…”

¿Es común su caso? “Probablemente, pero ¿cómo saberlo si no hay estadísticas? Cada trabajador social maneja entre 30 y 60 expedientes. Si ya cuesta cumplir con los criterios y las obligaciones legales… la pregunta sobre el futuro ni existe. Dos meses antes de los 18 nos citan, y en la mayoría de los casos, lo único que nos dicen es: ¡buena suerte!

La maternidad y el miedo a repetir la violencia

Filia, apenas salida de la adolescencia, quedó embarazada:
“No tenía 18 años. Quería ir a un centro materno, pero los responsables del hogar se negaron, decían que era ‘suficientemente madura para cuidar a mi hijo’. Pero no me advirtieron de que el padre ya había tenido un hijo con otra chica del hogar. Me quedé con mi bebé y entré en una espiral con ese hombre violento. Si no estás preparada para la maternidad, corrés el riesgo de volverte destructiva.”

Ese miedo a repetir lo vivido es una de las grandes angustias. “La nieta de una madre maltratadora es tratada como el receptáculo de todas las perversiones”, explica la terapeuta Anne-Laure Buffet. “Convertirse en madre es tener, desde el embarazo, el miedo terrible de repetir lo mismo con tu propio hijo. Les digo: ‘Vos no sos tu madre. Sos una persona distinta. Podés tener comparaciones, pero no vas a vivir lo que ella vivió’.

Buffet insiste en romper la idea de determinismo: haber sido maltratada no te convierte automáticamente en una madre maltratadora. La maternidad, sin embargo, puede reactivar traumas o memorias reprimidas. Por eso la necesidad de figuras femeninas de sostén: una partera, una psicóloga, una amiga.

“Más allá de la ASE, es la sociedad la que falla como madre, porque abandona a estos chicos apenas cumplen la mayoría de edad.”

 

Nadia, 51 años: “Lo más difícil fue no tener referencias”

“Ser mamá es la gran alegría de mi vida. Desde hace 18 años sé por qué me levanto cada mañana. Fui puesta en guarda a los 3 años, un fallo de la ASE, porque los maltratos empezaron a los 6 meses.

A los 32 años tuve a mi hija Anaïs y todo el mundo me preguntaba: ‘¿Estás segura de que no vas a repetir lo mismo?’. Lo más difícil fue no tener referencias. Me hubiese gustado ser la hija de alguien en ese momento, que me abracen, que me aconsejen cómo cuidar al bebé.

Con mi hijo Antoine pedí mi expediente. Fue un shock. ‘¿Cómo es posible? ¿Cómo pudieron hacerme vivir esas cosas?’ Hoy tengo dos hijos, un marido, un trabajo… pero a la noche todavía lloro. Siempre estamos buscando una mamá.

Para mis hijos quise darlo todo: seguridad, raíces, recuerdos. Guardé todos sus dibujos, poemas, cualquier huella de su infancia. Eso es lo que a nosotras nos falta.”

 

Melissia, 21 años: “Lo que más me dolió fue la soledad”

“Me pusieron en guarda a los 14 meses, junto a mi gemela. Convivimos con una asistente maternal hasta los 9 años, después nos devolvieron con mi madre. Ella se había vuelto a casar y ahí sufrí abusos de mi padrastro.

Pasé de hogar en hogar hasta que conocí al padre de mi hijo. Cuando quedé embarazada, me dejó. Dudé: todos me decían que abortara. Pero decidí tenerlo.

Lo que más me dolió fue la soledad. A veces me carcome, entonces escribo, me hace bien.

Hoy mi hijo me enseña a ser una mejor versión de mí misma. Le bailo, le canto, le transmito alegría. Nunca voy a reproducir lo que hizo mi madre. Nunca voy a abandonar ni lastimar a mis hijos.”

 

Filia, 38 años: “No porque fuiste maltratada vas a ser maltratadora”

“Mis hermanos fueron puestos en guarda al nacer, yo no. Mi madre fue maltratadora toda mi infancia. A los 15, me estranguló y me amenazó con un cuchillo. Me colocaron en guarda de urgencia.

A los 16 conocí a mi primer compañero, sufrí 16 años de violencia doméstica. Con él tuve 6 hijos. Cada embarazo era una felicidad, me repetía: ‘No voy a ser como mi madre’.

Después del sexto hijo tuve una gran crisis, varias internaciones y operaciones. El padre obtuvo la custodia. Hoy lucho por recuperar a los más chicos.

Tres de mis hijos viven conmigo y con mi nueva pareja. Mis hijos me dicen: ‘Mamá, cambiaste’. Yo les respondo: ‘Sí, volví a ser yo’. Hoy soy una madre feliz y una mujer realizada.”

Este artículo se publicó originalmente en MC France. 

at redacción Marie Claire

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