A pesar de que es bien sabido que para que toda relación funcione, la comunicación resulta clave, hay una fina línea entre la honestidad y el sincericidio. Y es que, en esta nota no estamos fomentando la mentira entre las parejas, sino más el desarrollo de la empatía para aprender a decir las cosas con suavidad y tacto.
El término “sincericida” surge del momento en que nuestra sinceridad se torna en una cualidad no tan beneficiosa y llega a ser hiriente para aquel que escucha nuestras “verdades”. Ser honesta está bien, pero al mismo tiempo debemos ser cuidadosas con nuestras palabras y pensar en cómo la otra persona las recibirá.
María Esclapez explica en su libro "Me quiero, te quiero" que “ser sincero es ser consecuente con la responsabilidad afectiva, pero ser sincericida, no”. Aquella persona que no mide el impacto de sus dichos y por tanto no tiene la capacidad de ponerse en los zapatos de la otra persona, es considerada una sincericida. Para ser honestas con nuestras parejas no hace falta hacerlas trizas, por ejemplo, podemos contarle nuestras fantasías sexuales pero no hace falta especificar que fueron con su mejor amigo. ¿Para qué entrar en tanto detalle si es tan solo una fantasía?
Por todo ello, la mayor conclusión sería “pensar antes de hablar”, pensar cómo se va a sentir el otro frente a lo que le voy a decir. ¿Debería contarle que con mi ex tenía mejor sexo o es preferible explicarle qué cosas me gustan? En ese caso, claramente optariamos por la segunda opción. Y es justamente ahí en donde está la clave, en encontrar la forma atinada de decir aquello que queremos decir para no herir a quien tenemos en frente. La comunicación es fundamental, claro que sí, pero también son igual de importantes los sentimientos y bienestar de tu pareja.
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