Por la pandemia estuvo casi dos años sin viajar al país, toda una rareza para Renata Jacobs, que hace más de una década estableció un vínculo muy estrecho entre nuestro país y Suiza a través de la fundación que creó: Cartoneros y sus chicos.
Instalada en Maquinista Savio, Escobar, la ONG les brinda apoyo escolar -y también desayuno y merienda- a más de 160 chicos y chicas cuyos padres trabajan como cartoneros a lo largo y ancho del Conurbano y de la ciudad de Buenos Aires.
Madre de cuatro hijos, Renata es viuda de Klaus Jacobs, el famoso chocolatero suizo y fundador de Suchard, la compañía que llegó a ser la más importante del mundo en su rubro (y que fue vendida.
Fue gracias al amor que Klaus (que falleció en 2008) tenía por nuestra Patagonia que Renata conoció Argentina allá por los años 90 y que comenzó la larga relación que dura hasta hoy.
-Quisiera viajar un poquito en el tiempo y que nos cuentes como fue la génesis de Cartoneros y sus chicos…
-Hace poco más de 10 años durante uno de mis habituales viajes a Argentina visité por primera vez una planta de reciclaje de residuos. Yo ni siquiera sabía lo que era un cartonero. Conocí a Lidia Quinteros de la cooperativa “El Tren Blanco” y la ayudé a modernizar la planta donando una línea de ensamblaje.
Cuando vi a todos los niños jugando alrededor de la planta, pensé “tengo que ayudar a estos niños a obtener una educación”. Cada niño tiene el derecho a una buena educación. Es el factor clave en todos los países para conseguir salir de la pobreza. Como dijo una vez Nelson Mandela: “La educación es el arma más poderosa que puedes usar para cambiar el mundo”.
-¿Cómo fue presentar el proyecto frente a sponsors de tu país?
-Aquí en Argentina, a diferencia de Suiza, la recaudación de fondos es más complicada porque no soy una persona conocida. Esto mejoró después de que mi proyecto se convirtiera oficialmente en una ONG y comenzamos a conseguir apoyo de empresas, amigos y finalmente de toda la comunidad.
Pero todavía es difícil recaudar fondos y concientizar sobre las necesidades de estos chicos. En Suiza, suele ser más fácil obtener apoyo financiero de las empresas. Normalmente organizo dos grandes galas de recaudación de fondos al año, una en Zúrich y la otra en Buenos Aires (N de la R: la última fue en noviembre y con formato nuevo: un Gran Prix de autos antiguos en el Hipódromo de San Isidro).
-Creés que la propia figura de quien trabaja como cartonero (tanto mujeres como hombres) fue cambiando en este tiempo?
-Sí. El trabajo de los cartoneros es ahora más visible. Se trata de personas honestas, muchas de las cuales perdieron sus trabajos durante la crisis económica del 2001 y encontraron en la recogida y reciclaje de residuos una forma de apoyar y sostener a sus familias. Los cartoneros brindan un servicio muy valioso a la comunidad.
-¿Qué balance hacés de estos más de diez años de trabajo de la fundación?
-Durante estos 10 años hemos alcanzado importantes hitos. Hemos construido una escuela y establecimos un equipo de profesionales plenamente comprometido en responder a las necesidades de los niños como también la de sus padres. Durante la pandemia, logramos crear una red de comedores y merenderos que suministraron alimentos a más de 4 mil familias.
Estamos orgullosos de lo que hemos logrado hasta el día de hoy pero aún queda muchísimo por hacer, y siempre estamos buscando nuevas formas. Recientemente agregamos un programa llamado “Jóvenes Líderes” para ayudar a la que los niños seleccionen el camino correcto para su futuro. También empezamos a enseñar a los niños a tocar un instrumento ya que la música es muy importante en la vida de todos. También acordamos en la última reunión de la Junta crear otro programa para ayudar a los niños a encontrar su profesión e incluso ver la posibilidad de ayudarlos a través de microcréditos.
-Mencionaste recién la pandemia y enseguida me imagino que debe haber sido súper compleja la etapa más restrictiva para estos chicos, para sus padres, para toda esa comunidad…
-Fue una situación realmente muy difícil. Mientras que los niños de familias bien posicionadas tenían la posibilidad de continuar la educación de forma remota, esto era casi imposible para niños de familias pobres, ya que no tienen computadoras y a menudo, solo un miembro de la familia tiene un teléfono celular.
Además, las líneas de Internet se comparten con uno o más vecinos. Sin embargo, tratamos de ayudarlos lo mejor que pudimos.
Por ejemplo, pudimos configurar una sala con computadoras y acceso a Internet en nuestra escuela y eso les dio a los hijos de Cartoneros sin acceso a Internet en casa una forma de comunicarse con sus profesores y continuar la educación.
Como parte del programa de alfabetización virtual, distribuimos dispositivos (teléfonos inteligentes y tablets) para ayudar a más de 30 niños y niñas en aprender a leer y escribir durante la pandemia.
-Y una vez que comenzó a reabrirse la actividad, ¿se acercaron más hombres y mujeres a la Fundación?
-Cuando la escuela volvió a abrir, tuvimos muchos chicos y chicas de los alrededores que quisieron unirse. Por el momento, tenemos una lista de espera muy larga (hay más de 150) . En el décimo evento de gala en Zúrich, un amigo argentino ofreció con entusiasmo a construir un segundo piso para nuestra escuela. Esto nos permitirá cuidar de al menos 300 niños en el futuro.
-¿Hay alguna historia en particular que te haya conmovido o impactado mucho desde lo personal?
-Todas las historias de los niños son particulares a su manera. Me alegra ver que vienen a nuestra escuela con alegría, construyen conexiones y aprenden de por vida. Se los cuida, se los escucha, y eso es un gran cambio en sí mismo.
En septiembre de este año lanzamos un nuevo programa de patrocinio en nuestro evento benéfico en Zurich. Buscamos padrinos para nuestros hijos de Cartoneros. Esta fue una oportunidad única en nuestro décimo evento de gala. Los niños propuestos de la fundación encontraron padrinos de inmediato.
Algunos de los los padrinos viajaron conmigo a Argentina y algunos otros enviaron regalos de Navidad a su ahijado. Los niños que fueron visitados por sus padrinos inmediatamente se sintieron familiarizados con ellos, caminaban de la mano por la escuela, les mostraban todo, preguntaban y explicaban. Fue un momento muy conmovedor que demuestra que los niños necesitan cariño y contacto con el mundo exterior.
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