A Melanie Williams la música la atravesó desde muy chica. Hoy tiene 26 años y todos sus recuerdos están signados por las canciones, los instrumentos, las partituras y las melodías. Y por el dedicado estudio de un arte que la apasiona realmente, algo que enseguida transmite de manera mágica en cada uno de sus shows y presentaciones.
Desde su “cueva” (como llama a su cuarto) de zona sur, habló con Marie Claire de su primera guitarra (toca además el teclado y la batería), sus experiencias por el mundo, el lanzamiento de su último disco Somos 2, y la mastectomía que cambió su vida para siempre.
El próximo viernes 16 de abril se presenta con su banda El Cabloide en la nueva edición del Festival Buena Vibra.
-Tu familia te apoyó desde el principio con tu interés en los instrumentos. ¿Alguna vez pensaste que podías vivir de la música tan rápido en tu vida?
-Siempre supe que iba a vivir de la música. Desde que la conocí supe que eso era lo que iba a hacer el resto de mi vida. Eso fue cuando tenía 7 años.
Veía gente tocando en la televisión, que en esa época pasaban muchos videoclips en MTV, y yo decía que me iba a dedicar a esto. Ahí me puse muy insistente con mi familia con que quería tocar la guitarra, fue lo primero que me llamó la atención. Para mi cumpleaños de 8 me regalaron finalmente mi primera guitarra.
En realidad, mi familia creía que era un capricho, pero cuando me hicieron ese regalo empecé a tocar todos los días. No paré nunca de tocar hasta que empecé a ir a la escuela con la guitarra y ahí se dieron cuenta de que iba en serio. A los 10 años empecé con el teclado y a los 12 con la batería.
-Sos realmente multi instrumentista…
-Es algo loco, porque en mi familia nadie toca instrumentos, ni tienen una faceta artística. Si no hubiera sido porque yo me puse tan insistente jamás me hubieran regalado una guitarra. El teclado me lo compré utilizando la plata que me regalaron cuando tomé la Primera Comunión.
A los 12 años comencé con la batería y por supuesto no tenía, pero sólo de escucharla empecé a entenderla… Por primera vez entendí toda la conjunción de instrumentos sonando a la vez creando una canción, como un concepto de música global y me enamoré. Ahí armé mi primera banda. Y a los 15 pude tener al fin mi primera batería.
-A los 20 años te fuiste de gira con Lula Miranda, ¿esa fue tu primera gran experiencia en los escenarios? ¿Cómo se conocieron?
-Con Lula fue mi primer trabajo como sesionista profesional. Antes de eso, me la pasé teniendo bandas y tocando mucho. Estudié música clásica cuatro años y después me cansé de estudiar, de todo el sistema de la música y dije que quería ser sesionista y al toque apareció Lula.
Con ella había tocado una vez en una banda que tenía, la habíamos probado como cantante, ese proyecto había durado un mes y después no prosperó. A los meses, Lula me contactó porque estaba empezando su carrera solista y necesitaba armar una banda, entonces fui. Yo estaba deseando laburar y tocar distintos estilos y arranqué ahí.
Lo primero que hicimos fue una gira a Toronto, Canadá, al festival Indie Week donde tocaban bandas de todo el mundo. ¡Estuvo buenísimo! Fue una experiencia tremenda.
Después de ahí nos fuimos a Estados Unidos, hicimos una audición para el programa The Voice, en Hollywood… ¡nada que ver! Fue todo muy loco, era mucho más de lo que yo hubiera imaginado cuando dije que quería ser sesionista.
Aprendí un montón. Tocamos en estadios, abriendo para bandas reconocidas y grandes. También estuvimos en México, España, y acá en Argentina varias veces en el Gran Rex.
-¿Qué te pasaba a vos siendo tan chica vivir todo eso?
-Me súper inspiraba. Aprendí mucho de música, de laburar en equipo, conocer el mundo y encima tocando. ¡Fue hermoso!
Cuando volvía componía mi música en paralelo. En la misma época creé mi banda actual, El Cabloide, con la que grabé mi primer material. Al principio era algo que lo llevaba muy tranquila y con el tiempo fue ganando fuerza y protagonismo. Para un artista tocar con otros es nutritivo, estaba bueno estar en dos proyectos paralelos.
Hace poco, de hecho, estuve tocando con Natalie Pérez en su gira. ¡Me encanta hacerlo! No lo voy a dejar.
-¿Pensás que tuviste suerte durante todo este tiempo? Pregunto por aquello de estar en el luga justo en el momento indicado. Cuando estabas terminando tu primer álbum, Comprensión1, conociste a Barbi Recanati, una de las creadoras del sello discográfico Goza Records…
-Las cosas no pasan sólo por una cuestión de suerte. Dediqué toda mi vida a la música y a formarme como artista. Creo que es una conjunción de todo eso y a la vez, sí, hay una chispa al final que hace que sucedan las cosas.
Cuando conocí a Barbi charlamos un montón, con la mejor onda, pero ella no había escuchado mi música todavía. De hecho me dijo que tenía miedo de hacerlo y que no fuera buena porque yo le había caído bien. Por suerte le gustó y fue para adelante, ella fue un muy buen impulso. Goza Records fue importante para el lanzamiento de Comprensión1.
-¿Sufriste maltratos en el ambiente?
-Sí, me ha pasado de todo. Pero también así como parezco físicamente chica, cuando veo una situación que es muy injusta reacciono al toque y me he tenido que plantar.
Tuve muchas situaciones de falta de respeto, como llegar a tocar a algún lugar donde no me conocían y me trataron mal, pero después de verme en el escenario, me trataron bien. ¡Es horrible!
Hay que tratar a todes por igual. De hecho, el fin de semana pasado, tuve una situación con un baterista que yo le estaba prestando mi batería y me trató súper mal, medio machirulo, fue muy feo, pero le puse los puntos.
Está bueno que esté presente el tema, pero aún así, siguen pasando estas cosas. Hay que saber reaccionar para poder continuar y no dejar que nos afecte.
Después de esa situación, me vinieron a pedir perdón de su equipo y me dijeron: “Es que no sabía que eras vos”. Si yo hubiera sido una técnica , ¿entonces estaba bien que me tratara mal? De esas experiencias hay miles. Hay que dejar expuesta a la persona que queda desubicada totalmente.
-Hablame un poco de quiénes son El Cabloide, la banda que te acompaña. Hay una conexión muy especial entre ustedes.
-Chipi Chipi en la guitarra, Pili Fernández en segunda guitarra, Gimena Álvarez Cela en el teclado, y Franco Mazzotta en el bajo. El concepto es que somos un cable, donde la música nos atraviesa, pero a cada uno de una forma diferente.
No somos un cable común, sino un cabloide. En este caso, ellos tienen ese protagonismo porque en mi proyecto lo que más importa es la música y somos cinco personas uniéndonos para crear algo mayor. Cada une poniendo su energía y eso es un acto de magia.
Hacemos un súper cabloide y lo lanzamos a la gente. Cada show que pasa se siente más potente. ¡Es buenísimo!
-¿Cómo se originó tu segundo y flamante disco, Somos 2?
-Ya había terminado mi primer álbum y empecé a componer música nueva. Conocí bandas de funk japonés de los 70 y 80 que me inspiraron mucho. No sé cómo llegué ahí, fue una noche a las 3 de la madrugada, en el patio de mi casa, buscando música rara en YouTube.
Ahí encontré una frescura y algo súper alegre que me re inspiró y tenía mucho que ver con los temas nuevos que estaba haciendo. Cuando pude, ya que estaba presentando Comprensión1 en ese momento, fui a grabar a Goza.
Regrabé instrumentos e hice un enchastre musical, quería experimentar. Somos 2 es el primer disco que produje yo y siento que está muy bueno lo que se logró. Es como una evolución de Comprensión1, algo más energético.
-Tenés otro álbum entre manos…¿ese surgió en pandemia?
-Cuando estaba mezclando Somos 2, empecé a componer otros temas con cosas más híbridas de producción, baterías electrónicas y acústicas. Es un viaje de fases que están conectadas. Por ahora no voy a decir más que eso, pero está buenísimo. ¡Es algo nuevo y loco!
Cada disco tiene su propia data. El primer EP, Jeleh, es más jazzero y groovero, con un sonido limpio; Comprensión1 es etéreo, interno y emocional; Somos 2 es energía, electricidad y ritmo. Después cada quien elige en el mood en el que está, qué quiere escuchar.
-Hace poco te hiciste una mastectomía bilateral y lo compartiste en tus redes sociales. ¿Cómo fue el proceso y cómo te sentís con el resultado?
-Soy artista y así como en la música busco mi forma, eso lo llevo a mi vida. Busco mi forma de vivir en todos los aspectos y eso se traslada a mi cuerpo. Quiero tener la forma que a mí me haga sentir mejor y eso no significa ser hombre o ser mujer, sino que es ser quien yo quiera.
Fue un proceso de liberación, obvio que lo quería compartir. Tampoco podía hacer de cuenta que no pasó nada. Estaba viviendo algo importante en mi vida y no lo hice público en un principio porque necesitaba transitar la operación y la recuperación.
Cuando estuve mejor lo hice, porque es un cambio muy fuerte y que inevitablemente se ve reflejado en la música y en todo lo que hago.
Siempre quise operarme, no sabía que tenía la posibilidad de hacerlo y que estaba cubierta por la Ley de Identidad de Género. Un día iba en el bondi y escuché un podcast donde hablaba alguien que se había operado y contó toda su experiencia y … Me puse a llorar. Ahí lo empecé a ver como una posibilidad real.
Llevarlo a cabo me tomó un año entero. Primero había consultado a un cirujano que me trató horrible y luego conocí una cirujana, Valeria Rojas, que fue súper amorosa al igual que su secretaria, y me acompañaron de la mejor manera. En diciembre del 2020 me operé y quedó espectacular.
Está bueno hablar de esto y decir que soy una persona intersex, ya no soy ni mujer ni hombre, soy Melanie. Estoy en una liberación total, ¡pensando en salir a tocar en cuero!
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