El filme Lazos de sangre con Anthony Hopkins, estrenado hace unos meses, se basa en una de las historias más heroicas de resistencia durante el nazismo. La famosa hazaña del corredor de bolsa londinense Nicholas Winton, quien logró liderar una misión de rescate a 669 niños mientras los nazis avanzaban sobre Checoslovaquia en las vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Dos de esas niñas -las hermanas Milena y Eva- cuentan cómo fue separarse de sus padres en ese momento y cómo rearmaron sus vidas en Inglaterra.
-Su padre ayudó al escritor Thomas Mann a obtener el asilo y la ciudadanía checoslovaca para que pudiera escapar de Alemania. Nicholas Winston salvó a 669 niños y a ustedes dos de Checoslovaquia, ¿podrían contarnos sobre esas dos historias?
-MILENA: Es un relato bastante interesante. Creemos que mi papá debió haber oído hablar de Nicholas Winton, ya que había estado en Londres unos meses antes de nuestro escape. Mi padre debió haber recibido información de alguna manera y enviado un mensaje a Praga de que estábamos en la lista para subirnos a ese tren. Realmente no lo sabemos, nunca habló de eso con nosotras, tampoco nuestra madre. No sabemos lo que nuestro padre sentía o pensaba en el momento en que estaba en Inglaterra, pero creemos que vio la oportunidad de salvarnos.
En el caso de Thomas Mann, nuestro padre admiraba mucho su obra. En 1936 Mann deja Alemania y se queda sin ciudadanía. Vivíamos en Proseč en ese momento y nuestro padre era miembro del consejo municipal. Se le ocurrió la idea de arreglar algo para Mann, quien aparentemente aceptó con gratitud. Thomas Mann regresó a Proseč en 1937 para agradecer a la ciudad, donó una suma de dinero que se utilizó para plantar árboles frutales y finalmente se fue a Estados Unidos.
“realmente estuve muy enojada con vos por habernos dejado, aunque por supuesto entiendo que nos estabas salvando la vida”, le dije a mi madre.
-¿Saben quién decidió que viajaran en el tren de Winton para escapar de la guerra?
-EVA: Eso fue un misterio. Mamá tenía que haber recibido un mensaje para hacerlo. Nunca hablaron de eso y nunca preguntamos.
-MILENA: En los documentos de Nicholas encontramos la tarjeta de visita de nuestro padre. Entonces, la información sobre el tren de alguna manera llegó a mamá, pero fue ella quien decidió si nos despedíamos o no, y si nos ponía en ese tren.
-¿Debería haber sido increíblemente difícil para una madre tomar una decisión como esa?
-EVA: Sí, incluso para mí, que desde mi infancia tengo un trauma por haber estado separada de mis padres. Realmente empecé a pensar en eso hasta que mi primer nieto tuvo tres años. Los miraba y reflexionaba cómo podría enviar a un niño tan pequeño solo. Y la respuesta es que cuando realmente creés que tu hijo de otra manera morirá, querés darle vida.
-¿Cómo fue el viaje en tren? ¿Quién las acompañó a la estación?
-MILENA: Nos llevaron a la estación de tren mi abuela y mi abuelo, pero no lo recuerdo del todo claro. Sé que es muy difícil de entender, pero han pasado más de 80 años. Agradezco tener mi diario para poder revivirlo. Creemos que lo recordamos. Pero hablé sobre eso con un psiquiatra y él me dijo: “No es sorprendente que no lo recuerdes, pero como hablás mucho de eso, creés que sí”.
-¿Cómo se reencontró su mamá con ustedes?
-MILENA: Mi papá ya estaba en Inglaterra. Nosotras llegamos a una familia inglesa y llamábamos a los padres adoptivos Radcliffe mamá y papá. Eran maravillosos. Papá Radcliffe era secretario del partido laborista local de la pequeña ciudad donde vivíamos. Una posición no remunerada, pero tenía contactos en las oficinas y fue a ellos con la noticia de que tenía a estas niñas y si podrían ayudar a sacar a su madre de la guerra. Los alemanes ya habían invadido Checoslovaquia y recién la guerra se había declarado. Entonces, de alguna manera, obtuvo permiso para emitir una visa. Así que mi madre, a través de la organización internacional de refugiados Nansen, que trabajaba en Noruega, salió de Praga a Noruega y luego a Gran Bretaña en 1940.
-¿Alguna vez hablaron con su madre sobre ese momento en el que técnicamente les salvó la vida?
-EVA: Tenemos experiencias muy diferentes sobre cómo lidiar con lo que en realidad fue un trauma muy, muy grave, del que nadie pensaba hasta que sucedió. Fuimos criadas en una familia donde nunca se hablaba de ser víctimas. Lo único que mi mamá siempre lamentaba eran los amigos que no querían o no podían irse de Checoslovaquia. Éramos “más inglesas que los ingleses”. Más tarde en la vida, empecé a lidiar con todo eso, pasé por terapia, y mi mamá nos vino a visitar. Y le hablé de cómo me sentía, porque podía entender que cuando llegó a Inglaterra, yo estaba muy enojada con ella. Le dije: “Sabés, realmente estuve muy enojada con vos por habernos dejado, aunque por supuesto entiendo que nos estabas salvando la vida”. Y ella dijo que en ese momento se sintió como si se estuviera muriendo.
-EVA: Y desde ese debate, nuestra relación cambió. Es muy difícil decirle a tu propia madre que la odias. Pero gracias a eso pude lidiar con lo que pasé y me convertí en una persona completamente diferente. La psicología es mi campo y sé sobre la represión de la memoria. Se convierte en una parte orgánicamente integrada de tu cuerpo.
-Tienen muchos documentos originales y fotografías. ¿Qué planean hacer con todo esto en el futuro?
-MILENA: Sin dudas, dejaré todos estos originales a mi familia.
-EVA: Opté por un camino diferente. Después de hablar con mis hijos, doné la mayoría de estas pruebas al Museo del Holocausto en Washington, incluyendo cartas sobre cómo la Gestapo confiscó nuestras casas o una etiqueta de equipaje que mi madre trajo de Noruega. Allí serán preservadas adecuadamente para siempre. Pero si algún miembro de la familia quisiera ver el verdadero original, pueden solicitar su retiro de los archivos.
-¿Qué descubrieron cuándo volvieron a repasar todos esos documentos que habían escrito ustedes mismas?
-MILENA: Por ejemplo, en 1940, el alcalde de la ciudad donde vivíamos me escribió algunas líneas y las guardé. Podría contarte toda la historia de cada página. Roland Radcliffe, el padre de la familia que nos acogió, escribió: “Dar es recibir. Eva y Milena estarán siempre en nuestros recuerdos”. Sí, y aquí está mi abuela, escribió: “Milenko (Milena), mantente sana, sos buena y cuida de Evička (Eva). Besos afectuosos de tu abuela”. Luego los trasladaron a la calle Kozí y en 1942 los enviaron a Lublin. Junto con mi tía, tío y dos primas. No los mandaron a Auschwitz, fueron directamente a un campo de exterminio.
-EVA: ¿Qué escribió la abuela sobre mí?
-MILENA: Pidió que te cuidara.
-EVA: ¡Nunca me lo dijiste antes! (Un poco molesta con una sonrisa).
-MILENA: Lo siento.
-La memoria está en las células, pero no podés acceder a ella, porque es demasiado difícil. Es demasiado doloroso. ¿Cómo lograr la reconciliación?
-MILENA: Bueno, primero, no supimos nada durante 40 años. Quiero decir, todos vivíamos normalmente. Estuve en Inglaterra, luego fui a Francia como au pair, regresé, conocí a mi futuro esposo, me casé, tuve hijos. ¡Ah, y 40 años después suena el teléfono: “Aquí Esther Rantzen”!. Y así descubrimos a Nicholas Winton y supimos cómo llegamos a Inglaterra, y toda la historia. Una mujer llamada Elizabeth Maxwell organizó la primera reunión de supervivientes en ese momento, porque mucha gente en Inglaterra no lo creía. Quiero decir, llevó mucho tiempo que aparecieran todas las pruebas. También muchas personas que sobrevivieron y regresaron no querían hablar de eso.
-¿El mundo actual tiene algún héroe desde su perspectiva?
-MILENA: Necesitamos uno.
-EVA: Nos quedaremos con Nicholas Winton.
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