Quién es Cédrine Scheidig
-¿Podés contarnos cómo es tu proceso de trabajo?
-Me gusta trabajar de forma fragmentaria, creando cada foto como una imagen independiente y luego agrupándolas en una segunda instancia. Cada fotografía se construye en torno a un gesto, algo inesperado que crea significado.
Una exploración y a la vez todo un autodescubrimiento sobre mi relación con la naturaleza, con la idea de echar raíces. Yo siempre empiezo desde mi propia experiencia, mi propia identidad, y luego alejo el zoom, mientras busco un ancla; que nunca termina siendo uno solo sino que aparecen múltiples.
El enfoque documental para mí siempre fue algo problemático; hay toda una arqueología, toda una genealogía de esa tradición con la cual no encajo del todo.
-¿Cómo definirías tu identidad?
-Está marcada por el hecho de pertenecer a una diáspora, eso a lo que W. E. Burghardt Du Bois bautizó como “doble consciencia”. Hay un montón de nuevas palabras flotando en el aire ahora mismo: diáspora, afrodescendientes, o “afropeos”, un término popularizado por Johnny Pitts.
Me gusta esta palabra porque difumina el límite y reúne a personas que vienen de muy diferentes lugares, pero todavía tienen una experiencia de vida común. Crecí en una ciudad parisina muy diversa, en un suburbio llamado Sena-Saint Denis, y creo que mi arte realmente se ha alimentado de ese entorno. Es donde más fotografías saqué, y si bien no hay una “geolocalización” en mi trabajo, a la vez está completamente arraigado a ese paisaje.
La escena fotográfica sudafricana
-¿Quiénes son tus principales influencias?
-Para mí descubrir la escena fotográfica sudafricana, representada en la colección Arthur Walther, fue realmente un momento. También me apasiona la historia de la fotografía, por ejemplo, me encanta todo sobre la escuela Düsseldorf. Disfruto mucho leyendo sobre estos temas: todo lo que escribió Édouard Glissant, o el trabajo de Stuart Hall sobre los cuerpos de afrodescendientes en la representación televisiva.
En mi trabajo, miro los cuerpos a través de una profunda y fuerte relación con la tierra y el medio ambiente, una conexión con lo orgánico, con la ecología. Sin duda que también estoy influenciada por lo que está sucediendo en este momento: tantos jóvenes artistas y fotógrafos de la diáspora que están emergiendo, abriendo el discurso y la representación.
Jóvenes que no están contentos con lo que pretenden darle y reclaman su espacio diciendo: “queremos asumir el control, continuaremos ocupando este espacio y esperamos que otros vengan a ocuparlo con nosotros”.
-Tu discurso es muy comprometido y politizado y a su vez tus imágenes suelen ser muy poéticas y suaves. ¿Creés que hay una contradicción ahí?
-Es cierto que hay una cierta suavidad en mi trabajo, una idea como de cariño. Principalmente fotografío cuerpos masculinos. Algunos de ellos parecen estar descansando, como respondiendo a un llamado de calma. Y creo que ahí, en la elección de mostrar de esa manera a cuerpos que siempre se los muestra trabajando y luchando, también hay un cierto mensaje político.
El único cuerpo femenino de esta serie es el mío, un autorretrato. Me interesa la idea de, como mujer, explorar la representación del cuerpo masculino como algo suave, orgánico y conectado con la tierra.
Su muestra en el espectacular Museo Luma de Arlés
-¿Cómo se siente tener tus imágenes exhibidas en un escenario tan imponente como el Museo Luma de Arlés?
-Es la primera vez que sucede y es muy inesperado. Estoy feliz, porque pertenezco a una nueva escena que está en desarrollo, produciendo constantemente nuevas representaciones. La mayoría de las imágenes que nos llegan son imágenes impuestas, ajenas.
Una de las cosas que estoy intentando construir a través de mi trabajo es esta idea de abrir y despertar nuevas imaginaciones. Para hacer eso, necesito que mis imágenes alcancen tanta gente como sea posible, y para eso necesito el apoyo de grandes instituciones.
Sé que algunos artistas rechazan estos apoyos, pero esa postura inevitablemente los empuja a existir en los márgenes, confinados para siempre a una existencia periférica. Para mí es importante ocupar el centro, y decir que eso es posible para personas como yo, que podemos convertirnos en fotógrafos y producir imágenes y convertirnos en artistas. Que todo eso no es solo para un tipo específico de gente.
Lo mismo ocurre con los museos: cuantos más de nosotros haya en esas instituciones, más abiertas serán a incorporar nuevas y diversas sensibilidades, muchas de las cuales merecen, sin duda, un mayor reconocimiento.
at Texto: Galia Loupan
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