“La edad, ese numerito cronológico que nos etiqueta, nos segmenta, cada vez nos define menos. Las personas están cada vez más dispuestas a llevar su vida adelante según sus gustos y deseos, que se modifican a lo largo de los años, sí, pero que mantienen siempre su vitalidad”.
Así comienza la charla con Diego, que se la pasa viajando (vivió en España y Estados Unidos y hoy lo hace entre Buenos Aires y Ciudad de México), dando conferencias y presentando proyectos y ensayos ligados a la “nueva longevidad”.
-¿Fue cambiando en estos años la percepción del público respecto a los temas en los que trabajás?
-Sí, fue cambiando, y sobre todo gracias a esas mismas personas mayores que nos han ido demostrando cómo se desdibujó esa idea de la vejez solo vinculada a la enfermedad y a la dependencia.
Hay desde íconos culturales como Mick Jagger, Patti Smith y Tom Jones o Mirtha Legrand en nuestro medio que siguen siendo grandes protagonistas en lo suyo. También hay que ver que está sucediendo con los que venimos detrás, los que hoy tenemos 50. Nosotros también somos parte de ese cambio cultural.
-Tu charla Ted se titula "Bienvenidos a la nueva longevidad" (tu segundo libro también utiliza esa figura). ¿Cómo definirías esa “nueva longevidad”?
-Es lo que estamos viendo y viviendo. Es un cambio cuantitativo (cada vez hay más personas mayores) y también cualitativo: somos conscientes de que no importa vivir más tiempo, sino que hay que hacerlo con bienestar, profundidad, sentido...
Los asociados al “Club de los celebradores de cada día” somos cada vez más. Ojo, este paradigma también implica asumir que hay desafíos, como el deterioro físico o incluso también el cognitivo.
-En el imaginario popular pervive la idea de que las personas grandes son las más reacias a la novedad, al cambio, a los nuevos paradigmas. Desde tu experiencia, ¿cómo lo ves?
-Creo que seguimos pensando en términos del siglo XX, en esa idea de productividad tan ligada a la Revolución Industrial y creo que el desafío está en pensar más en términos de vigencia, en la capacidad de aportar. Y eso es algo que tenemos todos, hasta el último día de nuestras vidas. Ya sea con nuevas miradas, o con críticas a esas nuevas miradas.
-¿Qué nos falta como sociedad para terminar de abrazar el paradigma de la nueva longevidad? ¿Estamos cerca de hacerlo?
-Creo que sí. Y quizá eso tenga dos vertientes: las políticas públicas, hace falta discutir, por ejemplo, esquemas de jubilación flexibles. Y lo segundo: la comunicación. Las personas mayores no son abuelos, tampoco pasaron a ser “nuestros hijos”.
Por eso me gusta el término de nueva longevidad, son personas con nombre, apellido, dignidad y derechos. Necesitamos seguir abonando esa nueva narrativa.
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