Afuera, la ciudad se mueve con la intensidad de siempre: colectivos que zumban, esquinas que huelen a café y cemento. Adentro, en el estudio Iris Tattoo de Palermo, Azul Moon dibuja en silencio. Tiene 23 años, pero carga con la calma y la precisión de quienes entienden que el arte no se apura. Especialista en blackwork y fineline —dos estilos que demandan control y sensibilidad—, Azul es parte de una nueva camada de tatuadores que combinan herencia, estética contemporánea y ética en la piel.
Un linaje de tinta
Nació en Buenos Aires, más precisamente en el entramado emocional de barrios como Villa Crespo, Caballito y Floresta. Azul se crió entre máquinas de tatuar y tintas, gracias a su madre, también tatuadora. “Desde muy chica empecé a practicar con piel sintética y frutas. A los 14 ya hacía handpoke, y a los 16 tatuaba amigos”, recuerda. Su historia parece escrita con una aguja muy fina, cargada de amor y de paciencia.
Efigrafe: "Hay escuelas, sí. Pero para mí, lo más valioso fue el aprendizaje con un mentor. En mi caso, mi mamá."
El cuerpo como diario íntimo
Los números lo confirman: más de 38% de la población mundial entre 18 y 35 años tiene al menos un tatuaje, según datos de Ipsos (2023). En países como Estados Unidos, Italia y Brasil, los tatuajes ya no son marginales: son arte. En Argentina, la tendencia crece año a año, sobre todo entre mujeres jóvenes que ven en el tatuaje no solo una decisión estética, sino una forma de expresión, incluso una herramienta terapéutica.
Azul lo dice con claridad: “El tatuaje puede ser una forma de sanar, de contar algo, de embellecer una parte del cuerpo con un sentido propio. Es algo íntimo.”
En su trabajo conviven lo sensible y lo riguroso. Su estilo mezcla botánica, objetos cotidianos, composiciones casi minimalistas que se vuelven poderosas por el detalle. Ha tatuado a celebridades como Nacho Lecouna, Laura Esquivel y Luana Figueredo, pero no parece interesarle la fama: prefiere el vínculo silencioso entre aguja y piel.
"Cada diseño es único. Me gusta cuando hay una narrativa, aunque sea en silencio."
De lo micro a lo eterno
Su proyecto más ambicioso hasta ahora fue un “sticker sleeve”: un brazo entero tatuado con piezas pequeñas, que construyen una narrativa visual abierta, fragmentaria, como una novela de viñetas. Azul lo trabajó en sesiones largas, y en ese proceso encontró algo de lo que pocos hablan: la conexión humana.
En un mundo de inmediatez y pantallas, su trabajo es todo lo contrario: contacto, presencia, detalle. “Necesitás tener paciencia, saber dibujar, ser receptiva a críticas y estar abierta a aprender siempre”, afirma. Esa filosofía se transmite en cada trazo, en cada línea tan fina que parece una hebra de aire.
El tatuaje como oficio, arte y refugio
En la actualidad, artistas como Rihanna, Post Malone, Angelina Jolie y Harry Styles han convertido sus tatuajes en parte de su identidad pública. Desde fechas en tipografía minimalista hasta retratos realistas, las celebridades marcan tendencia en la piel. Pero Azul va más allá de la moda: busca un arte que acompañe, que no imponga.
"Lo más importante me lo enseñaron quienes me formaron: respeto, empatía, humildad. Esto no es solo técnica, es cuidado."
Trabaja actualmente en Iris Tattoo, donde sigue desarrollando su obra con libertad y profesionalismo. Allí recibe a quienes quieren llevar en la piel algo más que una imagen: una emoción, un secreto, un símbolo. Y ella, con su máquina, escucha y traduce.
En un mundo de ruido, Azul Moon elige el trazo sutil, la escucha activa y el arte como forma de presencia. Porque cada tatuaje es un acto de amor que no se borra.
at Murilo Brito
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