Wednesday 17 de December de 2025

LIFESTYLE | 26-11-2025 08:02

Los espacios con memoria emotiva que habita la pastelera Chula Gálvez

La pastelera Chula Gálvez vive en un departamento que fue de sus abuelos paternos y mantiene rasgos y detalles de los años 70. A la vez, acaba de inaugurar su taller de cocina, donde también abundan los guiños a la historia familiar

Son las 10 de la mañana de un día particularmente frío. Pero en este departamento de los años 70, una luz dorada lo baña todo. Y cuando Chula Gálvez - pastelera, cocinera, actriz y anfitriona natural-, enciende la estufa y extiende una taza de café, el viaje no es a otra estación, sino en el tiempo. 

En este dúplex de baldosas de granito, escalera caracol y muebles de época supieron vivir sus abuelos paternos por unas cinco décadas, y la herencia está presente en cada rincón. Sobre todo, la de su abuelo, el corredor de autos Roberto Gálvez (hermano menor de Juan y Oscar), un habilidoso nato que se ocupó personalmente de buena parte de los arreglos del hogar. “Como buen mecánico, hacía todo con las manos”, cuenta Chula. 

Hoy ese mismo departamento funciona como una suerte de laboratorio creativo. Desde acá, donde vive con su pareja, el chef Santiago Pérez, y la gata Pipa, proyecta lo que acaba de inaugurar: un nuevo espacio en Villa Crespo, talleres de pastelería, experimentos que combinan técnica, estética y memoria. Todo eso que la fue definiendo con los años tiene en este hogar una raíz emocional y un punto de partida.

Deco Chula Galvez
En su taller recién estrenado (y con una foto de su propio libro de fondo), Chula produce, da clases de pastelería y hace pop ups.

Honrar la historia

Cuando se le abrieron las puertas de este departamento, Chula y Santiago decidieron encarar una pequeña obra. Fue una forma de convivir con los recuerdos pero también crear los propios, para que el pasado tuviera el peso justo. “De chica venía a esta casa y me quedaba a dormir, tengo memoria de mi abuelo cocinando, siempre muy meticuloso, entre recetas y libros”, evoca. 

En esta segunda vida, la transformación más importante la experimentó la cocina, que se abrió para integrarla al comedor. Antes cerrada y pequeña, ganó luz, ventilación y espacio, y se convirtió en el lugar preferido de Santiago.

Toda la casa está llena de objetos con historia. Las sillas del comedor son originales del departamento; la mesa ratona, una pieza maciza de mármol, fue un regalo de un marmolero a los padres de Chula; y entre los nuevos hallazgos se mezclan una biblioteca liviana para contener libros de cocina (entre los que se destaca el propio, publicado en 2024, “Pastelería contemporánea”), cerámica hecha por una amiga y un cuadro de Mariela Paz Izurieta. 

“De chica venía a esta casa y me quedaba a dormir, tengo memoria de mi abuelo cocinando, entre recetas y libros. Me costó mudarme aquí, porque implicó un duelo. La remodelación ayudó a hacerlo más propio”

En el piso superior hay un cuarto, un espacio extra devenido en vestidor y el baño, pero la verdad es que la vida sucede sobre todo abajo. “Es un departamento muy práctico para nosotros dos”, dice. Lo que más valora, además de la luz que entra a raudales y el balcón aterrazado, es que no está recargado. “Me gusta el minimalismo, el espacio abierto y no cargar mucho”. Esa mirada, cuenta, la heredó de su abuela, que era “muy desprendida, al revés de mi madre”.

Deco Chula Galvez
El comedor es la parte de la casa que Chula más disfruta. Las mesas y sillas eran de sus abuelos, el cuadro es de Mariela Paz Izurieta, y su vestido, de Milagros Denham. 

Nuevos escenarios

Se la ve tan cómoda y fluida en la cocina, que cuesta creer que no haya sido su primer espacio de pertenencia. Pero la verdad es que Chula comenzó su vida profesional estudiando Artes Dramáticas, y que actuó y llegó a trabajar en una obra en la calle Corrientes. Pero fue en esa cima artística cuando entendió que el sueño no se sentía como debería. O como imaginó que se sentiría. 

Empezó entonces a explorar otros intereses: vendió tortas, hizo caterings, escribió, dirigió castings. Pero de a poco la pastelería fue ocupando cada vez más espacio, hasta convertirse en el centro de su vida profesional. Comenzó a estudiar cocina, se formó junto a Juliana López May, hizo una pasantía en La Caracola (Uruguay), a la temporada siguiente se sumó al staff de Mostrador Santa Teresita, y a los 28 años se fue a vivir a Nueva York, donde redescubrió su identidad como pastelera. Fue en esas tierras donde empezó a experimentar con flores comestibles y colorantes naturales.  

Al tiempo conoció a Santiago colaborando en la apertura del restaurante Orilla en Miami, y para cuando la pandemia la obligó a volver a Buenos Aires, decidieron apostar por la convivencia. Vivieron entonces su propia burbuja creativa, con mucha cocina y trabajo compartido. Hasta que llegó la propuesta de abrir Las Flores, de la mano de unos socios inversores y junto a dos amigos, una pareja de biólogos. Lo que nació fue uno de los proyectos gastronómicos más ambiciosos de la ciudad, que combina cocina, pastelería, cafetería de especialidad, vino y un laboratorio de creación. Y que fue un éxito rotundo. 

Deco Chula Galvez

Por estos días, sin embargo, Chula está lista para un sueño propio. Acaba de abrir un local en Villa Crespo, a metros de Parque Centenario y en la zona de talleres mecánicos. No es un restaurante, sino un centro operativo. Aquí produce, organiza caterings, da clases y una vez por mes hace pop ups (el próximo será el 9 de noviembre). “Sueño que sea un espacio donde pasen cosas fantásticas, como un ‘Art Attack’ de tortas”, confiesa.. Y hay algo más: un anhelo de conectar con sus raíces. “Mis ancestros eran mecánicos de autos, y algo de que esté en avenida Warnes se siente como volver al inicio. Quiero empezar a usar herramientas de la mecánica y la carpintería en tortas. Hacer un homenaje”.

Para la casa también hay nueva vida: está terminando una obra en un departamento por la zona del Parque Las Heras, pronta a mudarse. Como no podía ser de otra manera, también es de época y respira historia. Pertenecía a la actriz y vedette Nelly Prince, que desplegó su histrionismo en los ambientes. “Cada cuarto tenía un tema, el baño era rojo, la cocina, amarilla, todo empapelado con papeles dorados y orientales. Conservé algunos detalles”, cuenta. Otro viaje en el tiempo, otra escena por armar. 

Fotos: Marcelo Dubini.

at Vicky Guazzone Di Passalacqua

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