Debutó en cine a los 14 y bien a “lo grande”: dirigida por Lucía Puenzo y acompañada por Ricardo Darín en XXY. Y aunque todos coincidieron en elogiar aquel trabajo de Ailín, nadie se hubiese animado a aventurar lo que vendría después: un camino de crecimiento y consolidación junto al cine independiente, superando con creces la veintena de películas filmadas (sí, un promedio de más de 2 por año).
“La verdad que me encanta mirar para atrás y ver que formé parte de películas que me gustan mucho y que a la vez en su momento fueron experiencias muy enriquecedoras para mí. Básicamente, fueron mi manera de aprender. Valoro mucho todo lo que transité y las personas con las que compartí esta locura hermosa que es hacer una película”, comenta hoy Ailín.
-¿Tenés algún personaje de todos los que hiciste que recuerdes con un cariño especial?
-Ludmila Vieytes en Lulú de Luis Ortega es uno de mis favoritos, por su manera de vivir la libertad y el amor. También Clara en En terapia fue un personaje que amé hacer porque al ser cada capítulo una sesión de terapia se podía profundizar mucho en su psicología y los guiones estaban buenísimos.
También adoré mis personajes en Abrir puertas y ventanas, de Milagros Mumenthaler, y La vida de alguien, de Ezequiel Acuña, ambos tenían un gran vínculo con la música y me ayudaron a conectar con esa parte en mí. Además, me dirigieron dos directores con miradas muy personales que me encantan y eso es clave.
En Clorofilia, una serie hermosa sobre plantas mezclada con ficción, también pude jugar bastante porque cada capítulo era una historia diferente con un género distinto, así que era muy divertido ir cambiando, y además viajé por el país y conocí lugares realmente increíbles. Mi personaje en La sangre brota de Pablo Fendrik, fue uno de los primeros, creo que ahí entendí cuánto amaba actuar. Bueno, al final elegí un montón de personajes… (risas)
-¿Te interesa también el cine más mainstream?
-Sí, claro, siempre y cuando el proyecto me guste y el personaje me convoque en algún sentido. Creo que, como espectadores, empezamos a exigir más, a notar el poder inclusivo o excluyente que tienen las películas y series que consumimos, empezamos a cuestionarlas más y eso indefectiblemente está generando un cambio en las historias que contamos y que nos cuentan.
Siento que, si ese poder se usa bien, para visibilizar cuestiones importantes para nuestra sociedad o para hacernos pasar un buen momento y no solo para hacer plata y generar inconsciencia colectiva, no hay ningún problema con lo mainstream.
-Es inevitable preguntarte sobre el difícil momento que está viviendo por la pandemia el cine nacional, en especial el segmento más independiente y pequeño…
-Sí, son momentos muy difíciles para nuestra cultura, que ya venía en crisis, pero con la pandemia todo se complicó mucho más. Si bien tuve la suerte de volver a filmar (la película Un jabalí al acecho, de Daniel Alvaredo) después de un año sin hacerlo, lo cierto es que esta crisis nos afectó a todes a diferentes niveles.
Como vos bien decís, hay sectores más vulnerables, tanto en el cine como en la vida misma, que cuentan con menos recursos para atravesarla. Eso me entristece mucho y sueño con un mundo donde esas asimetrías que nos rodean no existan, es algo que parece muy lejano y utópico, pero de algún modo tenemos que unirnos y trabajar para para que el mundo deje de ser tan injustamente desigual.
Siento que de toda crisis surge inevitablemente un gran poder, a nivel personal y colectivo, nos vemos obligados a movernos y a encontrar nuestra fortaleza. La luz al final del túnel la veo en la empatía, en estar unides, y ver más allá de nuestro propio ombligo, ayudar en lo que podamos, ser más amables con nosotres, con les demás, y con nuestra tierra.
-¿Qué te generó esta tapa con colegas y coetáneas?
Me parece que está buenísimo, las cuatro me generan admiración y sí, creo que en algún punto formamos parte de una generación de actrices y va más allá de sentirme parte o no.
Compartimos un tiempo, un espacio y el amor por lo que hacemos, hay un lenguaje en común, un entendimiento de ciertas cosas que alguien que se dedica a otra cosa no entendería de la misma manera, porque hay una experiencia similar, pero claro, cada una lo vive desde su lugar personal y expresa su propia singularidad en lo que hace, eso es hermoso.
Cada vez se hace más presente la idea de red, de comunidad, de reconocer que somos parte de algo más grande que nos contiene y que dentro de eso hay diversidad, que cada cual tiene su propio mundito interno que vale la pena descubrir y compartir, creo que ahí está la belleza.
FOTOS: Agustin M. Gómez.
ESTILISMO: Julieta López Acosta y Octavio Ferrero.
PRODUCCIÓN: Inside Studios.
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