Luján Haeder (a partir de ahora Lulú), tiene una mirada cálida y a la vez profunda. De mente curiosa; supo desde muy chica que para cortar el circulo de un linaje de mujeres estigmatizadas, tenía que hacer algo diferente.
Nació en la Ciudad de Caleta Olivia, al norte de Santa Cruz, cuarta hija de seis hermanos, en 2010 se fue de la Patagonia a vivir a Buenos Aires después de que su primer jefe -esas personas que tal vez sin saberlo te cambian la vida-, le dijera: vos para hablarle a la gente tenés que mirarla a los ojos y sostener la mirada, y ahora vas a estudiar. Lo que para muchos puede ser una frase más, para ella fueron palabras que la llevaron a querer superarse e ir en busca de una vida mejor.
Es técnica en bióloga, abogada, y diseñadora de oficio, según sus propias palabras.
“Empecé a trabajar porque quería salir de la necesidad. Hice de todo, hasta que me dediqué al derecho corporativo, más específicamente a manejar contratos vinculados al medioambiente y gestión de residuos. Seguramente la vida le estaba dando pequeñas pistas o señales, pero ella todavía no estaba preparada para conectar con sus deseos. Sin embargo, el tiempo, la encontraría abrazando sus raíces y regenerando su propia historia”.
-¿Recordás tus primeros acercamientos al diseño?.
-Mi historia está atravesada por el oficio de la costura desde que soy muy chica. Vengo de una familia donde las mujeres fueron criadas para estar al servicio de los hombres. Cuando mis papás se separan mamá se quedó a cargo de la manutención de la casa. Había muchas necesidades. Mi mamá, aparte de ser una mujer muy creativa, había sido criada aprendiendo oficios de la época.
Podría afirmar que transformar prendas heredadas estuvo en mi ADN prácticamente desde que tengo memoria.
“No siempre es necesario adquirir cosas nuevas; a veces, lo más valioso está en lo que ya tenemos. Este trabajo de co-creación es un ejercicio de optimismo: ¿Te animás a ver la belleza en lo que otros consideran roto o viejo?”
-¿Cómo nace Hæder®, y cómo fue que tomaste decisión de dejar la abogacía para crear este proyecto?.
-El primer punto de inflexión fue en 2015. Yo estaba trabajando en un relleno sanitario como analista de mercado, y el sector de gestión de residuos cuando tuve lo que yo llamo una epifanía. Estaba en la planta y vi cómo de un camión descargaban toneladas de tela modal rosa. Esa imagen me tocó un a fibra muy profunda, y me llevó sin escala a mi pasado ¿cómo podían estar desperdiciando toda esa cantidad de textiles teniendo la posibilidad de transformarlo en otra cosa? La situación no solo me molestó, sino que sentí dolor.
Pasó un tiempo, y entre algunos intentos de emprender en el diseño, finalmente en 2020 nace Hæder. Renuncié a mi trabajo con mucho miedo, pero con la convicción profunda que este proyecto era mi lugar, y a la vez mi hogar. También fue apareciendo la claridad de qué tipo de marca quería construír. Y tenía la certeza que iba a ser algo que tuviese un impacto mediambiental y social.
Lo que tal vez no dimensionaba en ese momento era que a medida que cosía, y regeneraba prendas, me adueñaba de mi relato, y reparaba mi pasado.
-¿Qué implica una práctica regenerativa en el diseño, y cómo se lleva a cabo el proceso?.
-Un aprendizaje continuo, similar a un trabajo práctico en el que se prueba y ajusta constantemente. No existe una única forma de hacerlo; más bien, es un proceso iterativo, como un laboratorio. Cada pieza de sastrería es única: las costuras, las técnicas, los materiales, las hombreras… todo varía según la época y el estilo. La regeneración va más allá de la sostenibilidad, ya que no buscamos generar más, sino trabajar con lo existente.El proyecto tiene dos vertientes. La primera es que las personas pueden traer su propia sastrería, ya sea de la familia o de alguien especial, y la resignificamos, adaptándola a su cuerpo, pero sin cortar la prenda.
La segunda vertiente es la compra de “dead stock” de sastrería, lotes de piezas que ya han pasado por una fase de usabilidad. Ahí realizamos una evaluación detallada de su estado para determinar si pueden continuar su ciclo de vida con otro usuario o, en caso contrario, transformarlas en insumos para remendar otros trajes. De este modo, el concepto de desperdicio o residuo no existe, porque todo se reinventa, generando un impacto positivo.
“La sociedad es muy exitista; Quien nace en una situación de carencia estructural cree que lo que tiene es lo que merece. Hace falta solo una persona que te diga que podés confiar en vos.”
-Tu vida está muy conectada con el universo femenino ¿cómo ves la relación entre los estereotipos de belleza y la construcción de la identidad en las mujeres?.
-Hay algo que todas las mujeres hacemos (o en su gran mayoría), y es pedir perdón por nuestro cuerpo. Y es muy doloroso. Yo siempre busco invertir la pregunta. No pasa por cómo te ves, sino cómo te querés sentir. Mi sastrería es holgada, porque considero que, en el caso de las mujeres, ajustar las prendas es acentuar lo evidente, y yo no le encuentro sentido. La línea de poder está en los hombros, que enmarcan la cara; ahí es donde quiero que nos miren. De hecho, para negociar muchas de las cosas más importantes en la vida necesitamos que nos miren a los ojos, no la curva de la cintura o de las caderas. Un ejemplo claro está en la sastrería industrial. La confección masculina siempre es más estructurada, diseñada para sostener la compostura. En cambio, las líneas de la sastrería femenina tienden a ser más lánguidas y fluidas. Sin duda, el diseño comunica y refuerza estereotipos que, como mujeres, seguimos luchando por desterrar.
-Entonces, ¿considerás que el acto de vestir es una declaración ideológica?.
-Las personas estamos comunicando todo el tiempo, ya sea de forma consciente o inconsciente. Cuando elegimos dónde comprar nuestras prendas o qué vestimos, de algún modo estamos tomando una postura. Pensé Hæder como un ejercicio de autenticidad, donde la función del indumento es acompañar eso que tenés para decir, desde tu propia voz. Repetir mensajes puede ser muy peligroso. Y eso es justamente lo que sucede con las tendencias: replicamos discursos de otros sin conocer ni sus objetivos ni el trasfondo que tienen, perpetuando narrativas muchas veces dañinas. La idea no es que repitas ese ‘blah blah blah’, sino que vengas y elijas ponerle tu acento a lo que tenés puesto. Por eso acá no hay dos trajes iguales, así como no existen dos personas iguales.
at Gabriela Ratner
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