Somos hijos de generaciones traumatizadas con respecto a la sexualidad y el placer, con personas que han tenido que aprender a relacionarse con sus cuerpos erógenos en la oscuridad y con mucho miedo, sabiendo que por pertenecer al reino animal, el impulso sexual es una parte instintiva del ser humano.
La pornografía surge de allí y desde hace muchos años, como un intento de satisfacer esa necesidad prohibida y censurada para las pulsiones sexuales y también como referencia para muchas generaciones -que al no poder preguntar sobre el tema- erróneamente se refugiaban allí para instruirse acerca de cómo ser hombres y “cumplir” para ser parte.
Tanto no cambió el panorama.
Si bien hoy pareciera que estamos más preparados para hablar sobre sexualidad, la manera de vincularnos con el sexo es a través de imágenes exhibicionistas irreales, que se nos ofrecen como un bombardeo compulsivo y se consiguen tan fácilmente que desorientan desde sus exigencias más de lo que acompañan.
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Todavía se ofrece cierta resistencia a que se termine de instalar la educación sexual integral en las escuelas, y en las conversaciones con los hijos.
Porque aún sigue siendo un tema difícil de abordar ya que genera pudor. Entonces al igual que en otras generaciones los jóvenes se refugian en la pornografía para instruirse creyendo que tienen que rendir como esos actores.
Eso genera frustración en el encuentro real o directamente esos vínculos se niegan por miedo a no estar a la altura de las expectativas. Tomando como manuales estos vídeos preparados y filmados en varias escenas con pausas y con personas que actúan.
La pornografía en sí no es mala como pueden hacernos creer algunos, al contrario, puede ser un recurso si las personas pueden utilizarlo como una herramienta para un encuentro con ellos mismos en su justa medida, con fines exploratorios y de autosatisfacción pero con conciencia de lo ficticio en su elaboración.
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También puede ser útil para aumentar el placer en la pareja, pero siempre y cuando este recurso sea consensuado por ambos como algo estimulante para la pareja. Lo que sucede es que la mayoría del material porno que existe está diseñado para hombres.
Para ver cómo nos vinculamos con la pornografía tanto hombres como mujeres, comparto una investigación realizada por el “Observatorio de Internet en la Argentina” sobre el consumo de pornografía, está investigación se realizó en 2016 e incluyó a 1534 casos que fueron obtenidos a través de Facebook.
La misma arrojó datos muy interesantes; por ejemplo que el 93 por ciento de los hombres y el 72 de las mujeres con acceso a Internet mira pornografía y que la búsqueda de estos contenidos está entre los más solicitados en los motores de búsqueda.
Otros datos interesantes de esta investigación se relacionan con que el 72 por ciento de los consumidores lo hacen en soledad, el 25 a veces accede a estos contenidos en compañía y el solo el 3 lo hace siempre en compañía.
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Otro dato a tener en cuenta es que el 69 por ciento no siente culpa ni remordimiento. Además el 15 por ciento de las personas mira porno diariamente, el 21 semanalmente y el 46 restante lo hace de manera esporádica. Además la cantidad de personas que mira porno crece entre los 25 y los 40 años y es menor a medida que avanza la edad.
El alto consumo de pornografía puede alterar la estructura y funcionamiento de nuestro cerebro que tanto en las relaciones sexuales como al mirar porno, libera una sustancia llamada dopamina (neurotrasmisor relacionado con las funciones motrices, las emociones y los sentimientos de placer), también llamada hormona de la felicidad, pero que en el caso de la pornografía, produce una “inundación” de dopamina, cuya descarga excesiva puede producir desórdenes a nivel orgánico: cardivasculares, renales, estomacales o endócrinos, entre otros y que además por ocurrir esa descarga, necesitamos volver a producirlas nuevamente, generando una repetición de la conducta, llevando al individuo a perder la capacidad de gobernar su propio cuerpo.
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La liberación de dopamia provoca un deseo de volver a sentir el efecto de ver pornografía, pudiendo derivar en una adicción, al igual que ocurre con los juegos online y las pantallas hoy en día.
Como verán, existen sobrados motivos para que pongamos luz sobre estos temas, ya que inevitablemente la pornografía convive entre nosotros mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir, e incluso es consumida cada vez por niños más chicos, por lo que tenemos que interiorizarnos y buscar que el uso de estos contenidos sea de manera responsable y adecuada, es decir como recurso y herramienta y no de manera abusiva.
Para seguir creciendo como sociedad de una manera más saludable con nuestra sexualidad debemos seguir trabajando sobre la educación sexual, incluso produciendo más contenidos eróticos para que puedan ser disfrutados tanto por hombres como por mujeres.
at Mauricio Strugo
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