Durante mucho tiempo, Flor Monis le dijo a su marido que la única forma en la que se embarcaría en la construcción de una casa era si conseguían un lote con vista al agua. Uno imposible de pasar por alto. Y de pronto, casi sin buscarlo, se dio.
En un barrio cerrado de Zona Norte, con panorámica directa al lago y a uno de los hoyos de la cancha de golf, apareció un terreno. Y aunque tuvieron que derribar una casa existente y encarar un largo tiempo de construcción -porque además en el medio los sorprendió y paralizó la pandemia-, desde el inicio Flor entendió que ese sería su lugar feliz. “Nos embarcamos en un proyecto que no estaba en nuestros planes, pero a veces uno sueña las cosas y las atrae”, apunta hoy, mientras mira con satisfacción la obra concluida.
Con residencia permanente en la ciudad, este es su refugio de fin de semana. El de Flor, su marido y sus tres hijas. Aquí llegan cada viernes por la tarde en plan de descanso y relax, para desconectarse de la rutina y disfrutar de la naturaleza.
Para hacer limonadas frescas, asados en la galería y cuidar la huerta del jardín. Y en esta búsqueda, el ritmo con el que se pensó la casa fue el de la calma y la pausa. “Necesitaba la claridad, la luz, la paz y el descanso. Cada vez que se va de acá, una amiga me dice ‘me voy de José Ignacio’. Es tal cual lo que quería que genere”, cuenta Flor. Entre maderas, linos, fibras naturales y una paleta donde reinan los neutros, el espíritu de playa es innegable. El de vacaciones, también.
Y aunque está feliz con el resultado de toda la obra, esta diseñadora no duda en señalar dos espacios como sus preferidos. El primero es el corazón de la casa: la cocina, un ambiente amplio y tan sofisticado como cálido, que combina mármol blanco con muebles color visón y paños de vidrio repartido, y donde una isla central invita a toda la familia a compartir recetas y comidas.
El segundo es su baño, ubicado en un espacio que originalmente iba a ser otro cuarto, pero cuya vista al lago la convenció de volverlo su rincón de relax. “El momento de inmersión es mi cable a tierra”, relata.
“Con esta casa nos embarcamos en un proyecto que no estaba en nuestros planes, pero a veces uno sueña las cosas y las atrae”.
Aunque hay otro rincón que siente sumamente personal, y es el pasillo de la planta alta, que conduce a las habitaciones y funciona como espacio de la tevé. Al momento de armarlo, y luego de colocar unas bibliotecas de techo a piso, tuvo un momento de inspiración. “Se me ocurrió traer unas bobinas de hilo y lana que tenía en mi oficina, así como el primer portfolio que presenté a un trabajo”. En ese pequeño gesto unió historia, vocación y diseño.
Un amor eterno
Es que el recorrido de Flor en el mundo estético y creativo empezó mucho antes de pensar esta casa. Incluso antes de crear su propia marca, Paris by Flor Monis, hace 12 años. Comenzó a los 15, cuando le pedía a sus padres, dueños de la marca de muebles Missura, retazos de cuero para pintar y fabricar carteras que luego vendía.
Siguió a los 18, cuando desarmaba la bijouterie antigua de su abuela para crear nuevas joyas y venderlas en Palermo, dentro del reconocido local de Varanasi. Y se confirmó al terminar el colegio, cuando eligió estudiar Diseño de Indumentaria en la Universidad de Buenos Aires.
La pasión estaba clara, y por eso no había ni terminado la carrera cuando comenzó a trabajar como asistente en María Cher. “Pero a los dos meses, estando en una prueba de ropa, pregunté si podía opinar, y me dejaron. Pasé a ser la mano derecha de María y a ocuparme de sus colecciones cuando fue mamá”, relata. Parte también del área comercial, se movía como pez en el agua en el rubro.
Allí se mantuvo por algunos años, hasta que a los 24 una amiga le propuso hacer un viaje de tres meses a Europa, para estudiar y conocer. Y aunque le costó irse, finalmente accedió. Su primer destino fue Londres, donde hizo cursos en Central Saint Martins y en una galería de arte. Y aunque fueron semanas de mucho aprendizaje, la gran revelación llegaría en París.
“Me enamoré de la ciudad. Tanto, que no quise volver. A mi papá no le gustó nada, así que le dije que iba a trabajar. Y fui a tocar la puerta de A.P.C., Y quedé como pasante”, relata. Trabajando al lado de los Jardines de Luxemburgo y sintiéndose una local, considera que fueron sus años de mayor crecimiento personal. “Conectarme con mi deseo y cortar el mandato familiar fue muy importante”, razona.
“El must de temporada pasa de moda; yo le doy valor a que estés cómoda y te dure. Y eso lo aplico a todo: en mi casa cada cosa que sumo me tiene que gustar y resonar”.
Cuando regresó a Argentina era otra. Una diseñadora con ganas de su propia impronta, que mientras asesoraba a algunas marcas decidió abrir Paris by Flor Monis y lanzarla entre conocidos. Fue un éxito inmediato gracias a sus prendas de elegancia atemporal y fuerza femenina, insignias que mantiene hasta hoy. Y lo que comenzó como un local pequeño actualmente es un piso entero en Recoleta, con venta a todo el país, exportación y mucha presencia online y mayorista.
Por estos días acaba de presentar “The Great Escape”, una colección veraniega que busca conjurar el goce de las buenas vacaciones, esas que conectan con los mayores placeres de la vida. Tal cual su refugio de fin de semana.
Fotos: Néstor Grassi
Accedé a los beneficios para suscriptores
- Contenidos exclusivos
- Sorteos
- Descuentos en publicaciones
- Participación en los eventos organizados por Editorial Perfil.
Comentarios