Criar a nuestros hijos es una carrera cuyos requerimientos en términos de horas va cayendo a lo largo del tiempo. Cuando tienen entre 1 y 2 años, es un trabajo de más de 8 horas al día. Cuando comienzan el jardín, baja un poco la cantidad de horas y algunas de las madres comienzan a soñar con hacer una organización milimétrica del tiempo y aprovechar al máximo esas tres horas en que el niño está en el jardín, conectar sus neuronas al 1000%, hacer todas las reuniones en ese horario y lograr hacer despegar una empresa. Este sueño va bien hasta que les aparece la imagen del día en que su hijo está resfriado y tienen que suspender esa reunión tan importante. En ese escenario, algunas imaginan emprender junto a una socia. Siempre es posible y es un escenario de alto estrés.
Cuando los hijos entran en la primaria, sobre todo si van a doble escolaridad, aparecen más horas disponibles para enfocarse en un proyecto laboral. Pero para muchas mujeres sigue siendo difícil, sobre todo si tienen más de un hijo. El tiempo sigue pasando y los hijos llegan a tener 15 o 17 años, y “las acciones” de ser madre cotizan en baja ante la mirada de los hijos. Los hijos no quieren ser nuestra prioridad y empiezan a querer sus espacios. Mucho más aún cuando empiezan la universidad.
Y ahí muchas de mis madres sienten un fuerte cimbronazo. Se llenan de preguntas: ¿elegí bien cuándo decidí ser madre por sobre mi carrera? ¿Qué pasó con todas las oportunidades que tenía en ese momento? ¿Me equivoqué? Desde mi experiencia como coach y mentora de negocios, no puedo dar respuesta a esas preguntas. Hacer futurología y hacer una autopsia del pasado no son dos actividades que recomiendo ni promuevo. Es imposible saber qué hubiese pasado si las elecciones hubiesen sido otras. Mirar hacia atrás no nos suma para nada. Estamos aquí. Es “ahora”. Y el foco es ayudar a encontrar posibilidades. Porque siempre hay posibilidades.
Otra observación es que las mujeres que dejaron de lado su título o su carrera por ser madres, cuando se encuentran a sí mismas frente al espejo 15 o 20 años más tarde, además de llenarse de arrepentimientos o preguntas (que insisto no sirven) sobre el pasado, se llenan de dudas sobre si mismas. Comienzan a sentir una combinación letal del síndrome del impostor con comparaciones inconducentes con personas que en los últimos 20 años se enfocaron en sus carreras.
El síndrome del impostor es un fenómeno psicológico que hace que aquellas personas que lo padecen sienten que nunca se encuentran a la altura de las circunstancias o que sean incapaces de aceptar que merecen lo que han obtenido como fruto de su trabajo. A través del síndrome del impostor, comienzan a dudar de si sus conocimientos son tales, de si ellas pueden hacer las tareas que solían hacer o las tareas para las que estudiaron, desconociendo por completo que en los últimos 15 años se han dedicado a coordinar una familia. Cuando les pregunto si en su casa cada día había comida, la casa estaba limpia, los hijos iban al colegio con lo que necesitaban en la mochila, tenían los útiles, los libros y los cuadernos y la ropa limpia, me responden que sí. Y eso, ¿ocurría por arte de magia o por la magia de ellas como Project Manager de sus hogares?
Las comparaciones son la otra forma preferida de mis clientas para socavar su confianza. Recuerdo una clienta que, durante sus años de maternidad, se había formado como instructora de yoga y meditación y si bien su profesión de base era de administración de empresas, cuando empezó a notar su nido vacío empezó a pensar si ella podría armar algo en el ámbito de yoga y meditación. Al comenzar nuestro trabajo, lo primero que hizo fue compararse con una influencer de centro américa que tenía 1.9MM de seguidores. Hacer ese tipo de comparaciones es una fórmula excelente para abrumarse y paralizarse.
Si estás parada en ese momento en el que podés agradecer el haber tenido la posibilidad de enfocarte en fortalecer tu hogar y criar a tus hijos y ahora sentís que tenes espacio como para pensar en tu desarrollo profesional pero no sabes por dónde empezar, te comparto los 5 pasos para avanzar.
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Hacé una lista de tus fortalezas y tus logros. Pedile ayuda a tus amistades y conocidos y preguntales qué destacan de vos, en qué te consideran buena. Pasá esta lista en limpio, y atesorala. Ponela en un cartel bien grande y apaláncate en estas fortalezas.
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Anotáte en alguna formación o actualización en tu formación que te permita sentirte actualizada, que te recuerde que tus conocimientos están allí, que te permita abrir conversaciones sobre algo que estás haciendo ahora.
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Cuando te llenes de dudas, repetí esta frase: “Gracias dudas, les agradezco la intención de cuidarme, sin embargo, me están paralizando. Les pido silencio porque estoy avanzando”.
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Buscá un coach, un mentor, un grupo de pertenencia que te acompañe y te ayude a sostenerte como las rueditas en la bicicleta, hasta que tu quehacer este “andando” y pueda seguir ya sin rueditas.
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Recordá que comunicar y vender lo que hacés son la pieza clave para avanzar. No te quedes soñando que IG mágicamente va a hacer estas tareas por vos. Armá un plan comercial que te de chances reales de lograr tu resultado.
Recuerdo cuando Romina (no usó su nombre real) empezó a reunirse conmigo. Ella era psicopedagoga y en los últimos años había hecho enormidad de formaciones sobre orientación vocacional. Además, había criado a sus 4 hijos con muchísimo amor y dedicación y había sido super activa en los grupos de padres del colegio de sus hijos. Romina teniendo ya a sus hijos grandes quería comenzar a trabajar en orientación vocacional. No sabía por dónde empezar. Estaba llena de miedos. Poco a poco, fuimos armando una estrategia para que pudiese generar horas de vuelo en orientación vocacional para así desde el hacer el trabajo y tener feedback, empezar a sentir confianza. Y con paciencia y paso a paso, hoy Romina logró tener un posicionamiento y sin casi saber cómo, la van refiriendo una persona a otra y hoy cuando le preguntan: y vos ¿qué hacés? puede decir con confianza: Orientación Vocacional.
Cada camino es único. Hay madres que han trabajado con culpa, madres que han trabajado sin culpa, madres que empezaron emprendimientos solas o con amigas, y madres que eligieron no trabajar. Sea cual sea tu elección, siempre estás a tiempo de rediseñar tu vida y elegir otro camino.
Por Fabiana Mejalelaty.
Coach y mentora de negocios, Fundadora de AlumbraLab. Autora del libro “Diseño de Vida. Creación de tu propio emprendimiento”
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