Cada 27 de julio el calendario gastronómico rinde homenaje a uno de los postres más icónicos de la cocina francesa: la crème brûlée. Con su capa crocante de azúcar caramelizado y su interior cremoso de vainilla, esta delicia es mucho más que una receta: es una experiencia sensorial. Presente en cartas de los mejores restaurantes del mundo —y también en cocinas caseras que se animan a lo gourmet—, la crème brûlée se convirtió en un clásico atemporal que sigue conquistando generaciones.
Aunque su nombre es inconfundiblemente francés, el origen de la crème brûlée ha sido motivo de disputa entre Francia, Inglaterra y España. La primera mención registrada aparece en un recetario francés del siglo XVII, pero los ingleses reclaman su versión como burnt cream y en Cataluña se la conoce como crema catalana, una variante con toques cítricos y canela.
Lo cierto es que la receta clásica tal como la conocemos hoy —una base de crema pastelera aromatizada con vainilla, cocida lentamente al horno y coronada con una capa fina de azúcar caramelizado con soplete— se popularizó en Francia a finales del siglo XIX. Desde entonces, la crème brûlée se transformó en un símbolo de la elegancia pastelera francesa y un favorito indiscutido en el mundo gourmet.
Bien francés
En el corazón de Martínez, L’Atelier Bistró invita a degustar dos versiones de la crème brûlée creadas por sus dueños y pareja de chefs Verónica Morello y Charly Forbes: una opción salada con queso morbier, cebollas glaseadas y peras frescas, que sugieren pedir con un whisky japonés Togouchi 9 años; y una tradicional de vainilla, presentada en ramekin y coronada por una capa de azúcar caramelizada, que se acompaña de galletas de masa sablée caseras y sugieren maridar con una copa de torrontés tardío de Bodega El Esteco.

En el palacio
En Croque Madame Palacio Paz, la crème brûlée se sirve como un homenaje a la tradición francesa en uno de los salones más elegantes de Buenos Aires. Preparada con yemas, azúcar, leche y crema de leche, esta delicia se cocina lentamente a baño María para lograr una textura sedosa y uniforme. Justo antes de llegar a la mesa, se espolvorea con azúcar y se flambea, para formar una costra crocante de caramelo que se rompe con la cuchara, revelando una crema suave y perfumada. El postre se disfruta en el Salón Comedor del segundo piso del Palacio Paz, rodeado de boiserie, arañas de cristal y ventanales que miran a Plaza San Martín.
De mar
En el barrio de Núñez, La Pescadería propone una experiencia de cocina de mar donde el producto es el centro. Bajo la dirección de los chefs peruanos Charly Díaz y Jhon Cifuentes, la carta fusiona técnicas precisas con sabores del océano. Entre los postres, se destaca una crème brûlée de dulce de leche que reinterpreta el clásico francés con identidad local. Servida en cazuela blanca y coronada con frutos secos crocantes, combina textura cremosa y superficie quebrada en un solo bocado. El dulce de leche aporta una densidad que transforma su perfil original. Una opción pensada para cerrar el recorrido y sumar al ritual del buen comer.

En Zona Norte
En Rincón de Milberg, dentro del entorno natural de Tigre, Granero propone una cocina de estación con foco en técnicas actuales y productos de calidad. Entre los postres, la crème brûlée de banana redefine un clásico con una combinación precisa de texturas. La base se prepara con bananas cocidas al horno con miel y manteca, cubiertas con papel aluminio para preservar humedad y concentración de sabor. Esa mezcla se fusiona con leche, crema, yemas y azúcar, y se hornea a baja temperatura, con humedad controlada. Se sirve en cuencos individuales, con una costra crocante de azúcar quemada, helado artesanal de dulce de leche, una lámina de chocolate y cascaritas de limón en almíbar. El resultado es un postre que se construye en capas, ideal para cerrar la comida con el equilibrio justo.

Una nueva opción
En Puraltura, la crème brûlée es un postre clásico que destaca por su cremosidad, sabor a vainilla y crocante capa de caramelo, acompañada con frutas de estación —en invierno, frutillas frescas—. El sommelier de la casa, Alejandro Mesa Rubio, sugiere maridarla con una copa de espumoso Petite Fleur Brut Nature, que aporta frescura y equilibra el dulzor. Ubicado en Palermo Viejo, Puraltura propone una experiencia centrada en el maridaje, con más de 80 etiquetas de vino argentino seleccionadas para acompañar cada plato.
at redacción Marie Claire
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