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CULTURA | 27-05-2022 08:02

Guardianas de la cúpula: conocé a las mujeres encargadas de la restauración de la confitería del Molino

La restauración y puesta en valor de la legendaria Confitería del Molino tiene un gran componente femenino. Desafíos de una tarea que busca honrar el patrimonio histórico.

Cuando el equipo de restauración llegó en julio de 2018 a la mítica Confitería del Molino, se encontró con un panorama desolador. Otrora un emblema del art nouveau, reconocido sobre todo por su cúpula en aguja con vitrales, estaba completamente abandonado. Tenía múltiples destrucciones en todos sus niveles, y corría peligro de derrumbe. Y aunque el equipo encargado no contaba con un solo plano para iniciar el proyecto, sí lo hacía con el entusiasmo por volver a poner de pie un ícono nacional. Sabían que no solo estarían trabajando en la puesta en valor de un edificio histórico, sino además reconstruyendo y honrando los muchos recuerdos que esta confitería de 1916 atesora.

Confiteria Del Molino
La fachada está completamente restaurada. Los vitrales de la cúpula no existían, y fueron recuperados a través de fotografías históricas que acercaron vecinos.

Un equipo a la altura


El 12 de noviembre de 2014 la Cámara de Diputados aprobó y convirtió en ley el proyecto que, tras 17 años de desidia y abandono, promovió la expropiación del edificio. La propuesta resolvió declararlo de utilidad pública por su valor histórico y cultural, y busca reabrirlo como confitería, al tiempo que se dedicarán los pisos superiores a actividades culturales. Además, es parte del “Proyecto de la Manzana Legislativa”. De hecho, el equipo que se convocó para esta tarea llegó con la experiencia previa de haber trabajado en la restauración del palacio legislativo. Aunque a lo largo de todo el proceso también han tenido y tienen asesoría constante de expertos de otras áreas e instituciones, incluyendo universidades como la UTN.

Confiteria Del Molino
Con la parte estructural terminada, el trabajo continuará en etapas. Durante 2022 se podrá habilitar el proceso de concesión para operar la confitería.


Además de esta labor multidisciplinaria, el team también se enriquece con una política de paridad de género: desde el inicio de la obra buscaron que hubiera la misma cantidad de hombres y mujeres trabajando. “Trato de evitar tener a las mujeres haciendo tareas delicadas y a los varones con otras más “brutas”, aunque cada uno hace lo que puede dentro de su capacidad y conocimiento. Pero tenemos mujeres que hacen revoque, otras en el taller de metales y vitrales, otras con madera. Tratamos de generar la mayor paridad posible”, describe Nazarena del Valle Aparicio, quien coordina al equipo de restauradores y parte de la obra en general. La premisa es romper con la idea de que las mujeres llegan a la obra encargadas del orden y la limpieza, y en cambio ocupan el lugar que puedan de acuerdo con sus capacidades.

Confiteria Del Molino
La restauración comenzó en julio de 2018. Generó distintos talleres para capacitar mano de obra en oficios casi extintos, como la restauración de vitrales.


Trabajar en la puesta en valor de un edificio de 1916 también implica convocar a los más diversos oficios, muchos prácticamente extintos. Por eso, desde el inicio fueron generando capacitaciones gratuitas para restauradores a partir de trabajar con asesores externos especialistas en distintos rubros y materiales. “Tratamos de desarrollar más mano de obra local, porque para muchos de los soportes que intervenimos no la hay”, relata del Valle Aparicio. Hoy cuentan con un equipo de 40 personas solo abocadas a la restauración. 

 

En cada detalle


Apenas el equipo llegó al edificio, se compuso un relevamiento integral de varios meses en pos de ir determinando el estado de la infraestructura de cada piso y área, así como una limpieza general para separar lo que era basura de hallazgos arqueológicos. Una vez hecho esto, se comenzaron las obras: por un lado, la consolidación estructural del edificio, principalmente en los subsuelos y en la planta baja, completamente dañados; y por el otro, se comenzó a restaurar algunos de los locales interiores, como el primer piso, parte de la confitería y algún hall de acceso.

Confiteria Del Molino
Falta muy poco para que entrar a la Confitería del Molino sea como ingresar a su época dorada, cuando deslumbraba con la elegancia y calidad de cada uno de sus materiales traídos de Europa.


Arqueología ingresó en febrero de 2019. Aunque puede pensarse un rubro insólito en un espacio donde no hay que cavar -y de hecho fue lo que pensó Sandra Guillermo, la coordinadora de dicho equipo, cuando fue convocada-, se trataron los tres subsuelos con una metodología de excavación. La única diferencia fue que la labor no era secuencial sino simultánea en todos los pisos. Incluso, cada subsuelo tenía entrepisos, que fueron considerados niveles dentro del estrato mayor. “Se puede hacer arqueología dentro de un edificio histórico que se está poniendo en valor. Fue un gran aporte trabajar con un pasado más reciente, ya que esta disciplina suele hacerlo siempre con uno más antiguo. Esto fue un desafío”, relata Guillermo. A la vez, trabajó con la tierra acumulada y aquella embolsada, pasándola por un tamiz para poder encontrar microfragmentos que hubieran sido descartados.

Confiteria Del Molino
“La puesta en valor de un monumento como este no es una restauración para tener una maqueta, sino
un edificio vivo”. Nazarena del Valle Aparicio, coordinadora.


Todo lo recuperado se limpió, registró y está en proceso de acondicionamiento para formar parte del museo. Aunque es tal la cantidad de objetos que deberá haber una selección o realizar muestras temporales: más de 2500 asaderas, moldes de todo tipo y formato, envoltorios y cajas de presentación y muchísimos utensilios de producción son el mayor tesoro. Lo que costó encontrar, en cambio, fue vajilla, debido a que cuando la confitería cerró fue lo más fácil de vender.

Sin embargo, cuando el año pasado se estaban remodelando los subsuelos, el área de Arqueología pudo acceder a un conducto de aire lleno de tierra, y dio en la tecla. “Excavamos y sacamos cajas con el logo del molino en dorado llenas de vajilla. Fragmentos de platos, cucharitas, tazas, coladores para hebras… Fue una sorpresa y una emoción”, cuenta Sandra. Hasta el momento, llevan recuperados casi 15.000 objetos, incluyendo los que la gente se acercó a donar cuando supo de la restauración, desde libretas de trabajo o fotos de sus propios casamientos en el lugar a uniformes de empleados.


Y la mirada femenina del equipo también se destaca en ciertas decisiones. “Consideramos aspectos que no estaban muy expuestos. Por ejemplo, guardamos las escobas de paja muy gastadas, porque nos pareció importante mostrar a los trabajadores. Antes las mujeres no podían acceder a los lugares de producción de la confitería, y estaban destinadas a tareas específicas como el mostrador, así que exponer elementos que reflejaran aspectos no tan vistos, como los delantales, nos pareció importante”, agrega la arqueóloga.

Confiteria Del Molino
Además de la confitería propiamente dicha, ubicada en la planta baja, también se contará con varios salones renovados, un museo de sitio y un centro cultural.

Proyecto colectivo


Al tomar un trabajo como este, las expectativas no son solo del empleador, sino de toda la comunidad en general. Dado el amor que se le tiene a la Confitería del Molino (y lo mucho que se luchó para la ley que la protege), son muchos los ansiosos por ver el trabajo terminado. Por eso, en la Noche de los Museos de diciembre se hicieron tres días de apertura con preinscripción, y la convocatoria se agotó en 30 minutos. “Convertimos el circuito de obra y el espacio ya terminado en un recorrido cultural”, describe del Valle Aparicio, consciente de la importancia del vínculo emocional que este proyecto tiene. “Cuando la gente conoce la obra se da cuenta que no es una más, porque es un gran monumento de miles de metros cuadrados.

También hay trabajos que no se ven, cuestiones estructurales que son indispensables para el funcionamiento del edificio”, precisa. Por estos días, por caso, están montando en uno de los patios de servicio una estructura independiente metálica del tamaño de una torre para alojar a los equipos externos de aire acondicionado y grupo electrógeno. “La puesta en valor de un monumento nacional como este no es una restauración para tener una maqueta, sino un edificio vivo”, sintetiza la experta.

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