Existe una nueva liga de belleza ancestral y está revolucionando la cosmética: la de los adaptógenos. Curiosamente, estos ingredientes naturales son todo menos nuevos; la medicina china disfruta de sus beneficios desde hace 4 mil años pero recién ahora aparecen tímidamente en Occidente, con suplementos y tratamientos para la piel. ¿Qué son exactamente? Hierbas, plantas y raíces calificados para ostentar el título de Tesoros botánicos, ya que ayudan al cuerpo a adaptarse y a resistir ante los factores físicos, químicos y biológicos que nos desestabilizan. Las beauty insiders se refieren al fenómeno adaptogénico como ¨happy skin¨.
Un equipo ejemplar
Entre las más populares se encuentran la maca, la rodiola y los hongos Reishi, que cuentan con el poder de aumentar la vida útil de las células, reducir la fatiga, la inflamación y equilibrar el sistema suprarrenal. No por nada el hashtag adaptógenos ya tiene más de 100 millones de visualizaciones en TikTok. ¿Qué los vuelve únicos? Actúan como una suerte de balanza natural interna, con efectos ¨normalizadores¨, sobre todo en lo que respecta a los sistemas endocrino e inmunológico. Y su propuesta de campaña es tentadora: el estrés y nuestra piel tienen una relación tóxica que debe terminar ya.
Al funcionar de manera diferente en cada persona, impactan de forma integral, compensando las operaciones orgánicas básicas para recuperar el equilibrio y armonizarnos.
Tarde o temprano, las tensiones hacen estragos en la epidermis. Detrás del estrés opera una doble agente: la hidrocortisona, más conocida como la hormona del estrés. ¨Si bien trabaja como una de las mayores saboteadoras de nuestro cuerpo, sin ella es probable que el ser humano no hubiera sobrevivido en esta tierra, porque su función es la de ponernos en guardia para huir en situaciones de peligro¨, según un estudio del British Journal of Dermatology.
Con las mejores intenciones, cuando nos enfrentamos a una situación conflictiva, la glándula suprarrenal segrega más cortisol. Y con su aumento también suben los niveles de glucosa en sangre, para que pueda ser utilizada como fuente de energía por los músculos, por si tenemos que ponernos a salvo en el menor tiempo posible. Resulta que el cuerpo no clasifica las situaciones de estrés, no entiende si estamos en peligro o angustiados por una sobrecarga laboral, por ejemplo. Y las dos situaciones por igual nos hacen liberar esta hormona de forma sostenida, provocando un malestar mental que a la larga se refleja en la piel.
Por si fuera poco, todos los días la epidermis también entra en contacto con factores estresantes externos. Todo, desde llegar tarde al trabajo hasta entrar en contacto con la contaminación o la falta de sueño, puede repercutir. Especialmente en un entorno urbano, ya que estamos más expuestos a las circunstancias de presión que afectan a la epidermis y aceleran los signos de envejecimiento. Tarea peregrina la del cutis para atajar por un lado el plano psicológico y por otro, aquello que nos embiste desde afuera. A saber: a nuestro cutis le hacen bullying la radiación solar, el humo del tabaco y las temperaturas extremas. Este desafío es simple para los adaptógenos. Al crecer en altitudes de alta montaña, en la sequedad del desierto y hasta en las heladas condiciones del Ártico, deben desarrollar formas únicas de defensa contra las extremas condiciones ambientales. Es por eso que ya tienen un doctorado en la estabilización de la barrera de protección cutánea y en la restauración de la epidermis a su estado natural.
En alerta
Dueños de un imbatible currículum beauty, los adaptógenos están considerados como unos de los antioxidantes más efectivos. Su objetivo principal es proteger al cuerpo, devolviéndole a cada órgano su estado normal, incluido el más extenso, frágil y expuesto: la piel. Para casi todos los trastornos existe uno de estos activos con la capacidad de ayudar a sanar. Todos tienen como función primaria y principal disminuir la inflamación, hidratar, proporcionar antioxidantes, eliminar bacterias, virus y hongos.
Ya existen muchos productos de belleza a base de esta química adaptogénica. Uno de los ingredientes más utilizados por los laboratorios es la maca, más conocida como el ginseng de los Andes y apreciada por su poder hidratante. Rica en DHEA u ¨hormona de la juventud¨, estimula la producción de colágeno y elastina. Además, se emplea para combatir el acné y otras afecciones cutáneas. Las moras de Schisandra se usan por lo general en tónicos energizantes que mejoran la resistencia epidérmica, mejorando la elasticidad y la firmeza. Y la albahaca Santa o Tulsi, se utiliza en la medicina ayurvédica por sus propiedades calmantes y su protección antioxidante.
Si bien hasta hace poco los adaptógenos estaban subvalorados, hoy son una de las mejores alternativas para tratar el cutis desde temprana edad y sin riesgos. Uno de los primeros signos de estrés cutáneo es la falta de luminosidad, por ejemplo. Y no hay nada como el ginseng andino para revertir esa situación. En el vademécum natural también hay ingredientes destinados a limpiar los poros, controlar los brotes de acné, hidratar en profundidad, reducir las líneas de expresión, tratar la rosácea y hasta la psoriasis.
¨El cuerpo en su conjunto es sorprendente, pero el cerebro es particularmente extraordinario. Es una estructura única compuesta en un 80 por ciento de agua y permanentemente sellado del mundo exterior¨, escribe Bill Bryson en El cuerpo humano: guía para ocupantes. Sin embargo, funciona como un centinela que trabaja duro protegiéndonos de las agresiones internas y externas. Todo lo que pasa por nuestra mente afecta a la piel como un efecto dominó. Por fortuna, muchos de los adaptógenos habitan este planeta varios años antes de que el ser humano los descubriera y se beneficiara con ellos. Hoy los laboratorios nos ayudan a encontrar la mesura frente a aquello que nos ¨desordena¨y perjudica nuestra piel. Una buena manera de comprobar que el orden de los factores no altera el producto: mens sana in corpore sano y viceversa.
at María Molina
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