La ventana del primero piso devuelve una imagen desoladora. Una señora con barbijo pasea a su ovejero alemán, con un bozal inútil. Un empleado de Rappi pedalea como si en la entrega se le fuera la vida. Un señor al que apenas se le ve la frente arrastra a desgano un changuito. La radio prendida habla de la muerte. En marzo, cuando el Covid-19 nos confinó a vivir entre cuatro paredes, las ventanas al mundo pasaron a ser las redes sociales (además de Internet y la mensajería celular).
El caso más evidente es YouTube, que se puso en llamas con la pandemia. En marzo, el promedio de subidas diarias globales de videos con el título "en casa" aumentó más del 590%, en comparación con el promedio del resto del año. Entre las búsquedas más frecuentes en esa red estuvieron: “cómo hacer pan casero”, “gimnasia en casa”, “curso de inglés” y “conciertos en vivo”.
En la Argentina hay 33 millones de usuarios mensuales activos en Facebook; más de la mitad están en Instagram, que crece a un ritmo aún mayor. “La pandemia modificó la vida y nos enfrentó a la soledad y al duelo. Nuestra misión, conectar a las personas y crear comunidad, se volvió más relevante que nunca”, dice Joao Adao, director para Facebook Sudamérica de Habla Hispana.
Las cifras ilustran el panorama: las transmisiones en vivo en Facebook e Instagram (que incluyen temas tan disímiles como recitales, clases de gimnasia y misas) aumentaron un 50 por ciento desde enero.
Lila Luchessi, comunicadora social y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA), es una atenta exploradora del paisaje social de las redes. Desde su perspectiva, “en Twitter reinan el narcisismo y la egolatría absolutos. ‘Mira todo lo que sé’, dicen. Cuando yo era chica, si en bicicleta lograbas ir sin manos, decías: ‘mirá, ando sin manos’. Pero hoy la cosa es: ‘mirá cómo levanto la pata hasta allá arriba desde que tomo clases de baile” o ‘mirá cómo cocino con los tutoriales gourmet’. Esa postura ´soy súper genial´, esconde la realidad: soy recontra amateur y lo hago público. Me encantaría tener el diez por ciento de autoestima de la gente que tuitea”.
En el terreno de la autoestima pica en alza TikTok, una aplicación para crear y compartir videos musicales cortos que se convirtió en la responsable de que miles de personas ahora se muestren cantando y/o bailando en situaciones “caseras” (en chinelas o barriendo el living). Desarrollada en China en 2016, su crecimiento fue pandémico y seguramente quedará en nuestra memoria como uno de los íconos de las redes 2020.
El fenómeno aparece en un marco de hiperexposición de los estados en Instagram, Facebook y WhatsApp. Todo indica que “estalló la intimidad". En esta categoría podríamos incluir a Carla Peterson, que desayuna en Instagram a las 9 AM o a Lali Espósito, que en plena cuarentena se puso un bikini animal print ante siete millones de instagramers. También está Juan Carlos Baglietto, que sacó a relucir su faceta de chef aficionado a través de videos en los que enseña a cocinar con las sobras de días anteriores.
Luchessi, que dirige el Instituto de Investigación en Política Públicas de la Universidad Nacional de Río Negro, observa que mientras en la esfera digital la privacidad importa cada vez menos, en la calle se legitima la intrusión en la vida del otro: si nos vieron en batón por Instagram no es grave, pero si alguien sacó a pasear al perro o cierta vecina salió sin barbijo, “merece” un escrache violento.
Mirada femenina
En pleno aislamiento, las redes fueron testigos de supuestas humoradas, como la de un hombre que armó un barbijo con una toallita femenina o los que avisan que están bien "a pensar" de la convivencia obligada con su mujer. También de dilemas, como el de Editorial Chirimonte, que se preguntó: “Si en cuarentena no te depilás porque nadie te ve ¿estás segura que te depilas porque querés?”, ya que depilarse “es parte de la cultura patriarcal”. También afloraron preocupaciones más serias: durante marzo, el primer mes de aislamiento, la Argentina contó 13 femicidios y aumentaron en un 60% los llamados de mujeres a la línea 144.
Se presentó el caso de una mujer joven, aislada con sus hijos en la casa viviendo violencia intrafamiliar. El agresor, su marido, le había quitado todos los celulares y dispositivos de contacto. Antes, ella había logrado avisar a algunas amigas, que empezaron a postear lo que pasaba. Entonces, se armó una red de ayuda y el mensaje llegó al Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad, luego al municipio donde residía, donde la fiscalía tomó el caso y la pudieron liberar, ya que estaba encerrada en su casa.
Encabezó el “operativo rescate” la Fundación Avon, que decidió acompañar a mujeres que viven situaciones de violencia. Atenta a las necesidades de ese colectivo, Avon se alió a Natura y lanzó la campaña #aisladasnosolas. “Empezó el 13 de marzo y no solo cubre la Argentina, abarca todas las redes sociales en Chile, Uruguay, Perú, Ecuador, México y Brasil”, cuenta Florencia Yanuzzio, presidente de la Fundación.
“No estás sola. Estamos juntas a la distancia. Podemos acompañarnos”, es una de las consignas. Avon lanzó también una campaña llamada Caballos de Troya. Consistió en tutoriales con recetas donde se ocultó información de ayuda a mujeres que podían ser víctimas de violencia. Señorita Bimbo, una de las “influencers” que compartió esos videos en sus redes sociales, alcanzó nada menos que 200 mil visitas.
No todo es vender
Muchas marcas demostraron estar a la altura de la pandemia. Brenda Bianquet, gerente de Asuntos Públicos y Advocacy de L´Oreal Argentina y responsable de Digitalización del Consejo Profesional de Relaciones Públicas, cuenta que “la industria de la belleza logró sacarse la mirada frívola y resignificarla como higiene personal de uso diario y como componente psicológico de la motivación de verse y sentirse bien”.
Así es como, por ejemplo, ante miles de mujeres que no podían salir a la peluquería, Excellence usó las redes sociales para instruir sobre cómo hacerse coloración sin romper la cuarentena. “La crisis dio la oportunidad para hablar de la autoestima, animar al consumidor a sentirse bien en su casa y a cuidarse. Si querés verte bien por vos y no aguantas tus canas, elegís no tener canas. No es por la mirada ajena. Otros pueden elegir dejarse el pelo blanco y poner sus canas en valor”, explica.
También hubo firmas que optaron por ayudar a profesionales de la salud y comunicarlo a través de las redes sociales. Fue el caso de La Roche-Posay, que donó 40 mil productos (como cremas) al personal médico que trabaja en hospitales porque observó que su piel se ve dañada por el frecuente uso de alcohol en gel, lavado de manos con jabón y el uso de mascarillas y guantes, elementos recomendados para evitar el contagio de Covid-19.
Distintas organizaciones del sector social pisaron fuerte. Es el caso de Civic House, que creó el sitio Yousobarbijo.org antes de que el uso de ese elemento fuera obligatorio. Esta iniciativa (promovida desde Facebook) buscó evitar la compra desenfrenada de barbijos y enseñó a armarlos caseros, lavables y reutilizables. “La idea nació como una iniciativa ciudadana de un grupo de organizaciones de la sociedad civil que nos preocupamos por lo que estaba pasando”, dijo su cofundador y CEO, Mario Roset. Una de las misiones que se propusieron a principios de abril, fue incidir en el Gobierno para que el uso de tapabocas sea obligatorio, sobre todo cuando se vaya flexibilizando la cuarentena.
Por otro lado, mientras voceros de la ONU decían que “la vivienda es la primera línea de defensa contra el coronavirus”, en TECHO se preguntaban: “¿Y si no tenés casa?” Así fue como esa entidad puso a sus voluntarios a recaudar fondos de emergencia que permitirán construirlas y que posibilitaron la compra de toneladas de alimentos para familias de sectores vulnerables. Su campaña de Facebook #AyudáDesdeCasa sumó un granito de arena a la hora de mitigar urgencias.
Si algo está claro es que el distanciamiento puede ser físico, pero no social. Y que hemos sobrevivido a otras catástrofes. El mundo poscuarentena será otro. Con suerte, la pandemia provocará un shock de autoconsciencia. El futuro depende de la unidad, el esfuerzo colectivo y la solidaridad global. “Una población motivada en su propia salud y bien informada es la única clave”, escribió el historiador israelí Yuval Noah Harari. Que así sea.
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