A 57 años del discurso del reverendo norteamericano Martin Luther King, el racismo sigue siendo algo cotidiano. “I Have a Dream” (“Yo tengo un sueño”) fueron las palabras históricas que sentaron las bases para luchar por un mundo más igualitario. Sin embargo en 2020, esto todavía sigue siendo un sueño.
Este manifiesto pronunciado desde las escalinatas del Monumento a Lincoln en Washington, el 28 de agosto de 1963, es considerado como uno de los pilares que hicieron historia en lo que a derechos civiles respecta.
Luther King dedicó su vida entera a promover la igualdad y el respeto de los derechos humanos de la población afroamericana en Estados Unidos, especialmente a aquellas víctimas de la injusticia social. Siempre de forma pacífica.
Una vez que finalizó la guerra, se puso en marcha la Declaración Universal de los Derechos Humanos, dando como resultado que para los 50s y 60s la sociedad norteamericana fuera una de las más activas en cuánto a reclamos de igualdad de derechos ante la ley.
Es que si bien ese país había abolido la esclavitud en el siglo XIX con la Guerra Civil y pese a la participación de numerosos afroamericanos en la Segunda Guerra Mundial, persistían la discriminación y el racismo.
“Hoy les digo a ustedes, amigos míos, que a pesar de las dificultades del momento, yo aún tengo un sueño. Es un sueño profundamente arraigado en el sueño “americano (...) Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo: “Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales”, dijo Luther King en la “Marcha de Washington”, del 28 de agosto de 1963.
“Tengo un sueño, sueño que mis cuatro hijos vivan un día en una nación donde no sean juzgados por el color de su piel sino por su carácter. (…) sueño que un día en Alabama las niñas y los niños negros puedan tomarse de la mano con las niñas y los niños blancos como hermanas y hermanos…¡Hoy tengo un sueño!", sentenció.
Tan solo un sueño
Por el contrario a lo que Luther King soñaba, es dolorosa la realidad que se vive hoy en los Estados Unidos, donde a diario la policía hace abuso de poder por sobre personas afroamericanas.
El acoso sistemático de la fuerza policial y la mirada crítica de la sociedad a estos grupos minoritarios, hacen que la desigualdad "por el color de piel" sea moneda corriente.
El asesinato de Trayvon Martin en 2012 fue el inicio del movimiento "Black lives matter". El joven afroamericano de 17 años murió tras un disparo de George Zimmerman, un capitán de vigilancia de un barrio de Florida, que fue absuelto en 2013.
No es casual que lo que sentenció la muerte de Martin fuera el uso de un buzo con capucha, prenda que históricamente fue asociada a "la marginalidad".
La indignación masiva hizo que cientos de personas se manifestaran bajo el mismo lema y fue entonces que LeBron James inmortalizó en sus redes sociales un poderoso mensaje anti-racial que tendría "al uso de capuchas" como referente de protesta.
El jugador se mostró usando “buzo con capucha” junto a sus compañeros de equipo de “Miami Heat”, dejando de lado que la NBA durante los últimos años había prohibido el uso de dicha prenda durante los partidos, las conferencias de prensa e incluso cualquier evento relacionado.
Un código de vestimenta impuesto por el comisionado de la NBA, David Stern, al comienzo de la temporada 2005, como medida para que liga se vea "un poco menos gangster y un poco más elegante", tal como resumió The New York Times.
Ocho años más tarde, el asesinato de George Floyd: un oficial presionó el cuello del hombre contra el pavimento durante 8 minutos y 46 segundos, mientras Floyd rogaba por su vida diciendo "No puedo respirar".
El hecho fue registrado por varios presentes y difundido en diversas redes sociales. Los cuatro oficiales involucrados fueron despedidos al día siguiente.
Su amigo el exbasquetbolista Stephen Jackson fue quien se mostró con un "buzo con capucha" con la leyenda “Rip George Floyd”. El uso de “las capuchas” en este contexto, presume una basta y poderosa historia detrás, de la cuál la comunidad afroamericana es consciente y lleva impregnado en su ADN: la de la lucha constante, la de la supervivencia y necesidad de ser reivindicados en una sociedad que les debe, en principio, respeto, igualdad y un gran pedido de disculpas.
Hace tan solo unos días, un nuevo caso de abuso policial volvía a sacudir a la sociedad estadounidense: el de Jakob Blake en Wisconsin, a quien un oficial le disparó siete veces en circunstancias que hasta ahora la institución policial no supo explicar.
Al viralizarse las imágenes, grandes manifestaciones tomaron lugar a lo largo del país presidido por Donald Trump en busca de justicia.
Incluso la NBA volvió a hacerse eco de las protestas y se vio paralizada por sus jugadores: los Milwaukee Bucks, decidieron no presentarse el pasado miércoles al quinto juego de los Playoffs frente a los Orlando Magic.
Por su parte, LeBron James, máxima figura de la NBA y activista por los derechos afroamericanos, hizo su descargo vía redes: "A la mierda!!!! Exigimos un cambio, harto de esto", expresó de forma contundente.
Tras ser baleado, Jakob Blake, de 29 años, quedó parcialmente paralizado después de que una bala dañara su médula espinal, según dijeron sus abogados, y está batallando con muchas otras lesiones. Aseguran que es probable que no vuelva a caminar.
Su familia sigue sin tener respuestas sobre las causas que llevaron al agente Rusten Sheskey a dispararle a Blake por la espalda mientras este intentaba ingresar a su vehículo.
Argentina, un contexto no tan diferente
La discriminación de varios pueblos indígenas es todavía un asunto pendiente para la sociedad Argentina. Situación que "se ha visto profundizada" por el contexto de COVID-19 y las medidas de aislamiento, al punto de registrar al menos 20 casos de vulneración de derechos en todo el país durante la pandemia.
"La pandemia exacerbó la situación de vulneración, discriminación, xenofobia y pobreza que históricamente atraviesan los pueblos originarios en el país y que requiere de medidas inmediatas para atender las urgencias del contexto actual", sostuvo en un comunicado reciente Paola García Rey, directora adjunta de Amnistía Internacional en Argentina
Dicho texto asimismo informó sobre el "abuso de la fuerza" por parte de agentes de seguridad en, al menos, cuatro provincias; entre ellas Chaco, Río Negro, Santa Fe y Tucumán.
También señaló que algunas comunidades de las provincias de Chubut, Neuquén y San Juan no pudieron acceder al Ingreso Familiar de Emergencia (IFE)
En otras provincias como Misiones, Santa Fe, Chaco y San Juan, los pueblos indígenas no han visto garantizado su acceso a la salud, con escasez de "agua segura" y unas condiciones sanitarias que "no son las adecuadas para enfrentar la pandemia", según AI.
Asimismo, la emergencia sanitaria no detuvo el "avance de la industria extractiva", como es el caso de la región de Catamarca, en donde las actividades de exploración y explotación de litio "han generado conflictos con las comunidades locales".
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