En abril, la italiana Gucci celebró su centenario con Aria: una colección para el resort y el otoño-invierno 21, que recorre los hitos que hicieron de la casa un ícono cultural.
Su director creativo, Alessandro Michele, retomó el ADN ecuestre, dotándolo de aires fetichistas; sublimó la silueta de musas clásicas de Hollywood; incluso “hackeó” el trabajo de su colega, Demna Gvasalia, en una colaboración inédita con Balenciaga.
Asimismo, el look que más fuerte pisó esta pasarela fue un traje de terciopelo inspirado en la era de Tom Ford, el creador estadounidense que entre 1994 y 2004 revivió Gucci a fuerza de sensualidad, descaro y provocación mediática. Michele reivindicó así el espíritu de un movimiento que marcara un antes y un después en la historia de la moda: el porno chic.
Originada como una casa de marroquinería, Gucci debe su prestigio a piezas icónicas lucidas por la aristocracia europea y el antiguo Hollywood. Asimismo a comienzos de los 90, con el entonces diseñador Dawn Mello abandonando la marca, su estilo resultaba demodé a ojos del público y la prensa.
El libro Tom Ford (Rizzoli, 2008) sintetiza: “Cuando Tom Ford entró en Gucci todo era redondo, marrón y blando. Cuando él salió todo en Gucci era cuadrado, negro y duro”. La audacia del texano generó un incremento del 90% en ventas. “Sabía que mis ideas debían vender”, declararía Ford. ¿Y qué vende más que el sexo?
Qué es el porno chic
Según recuerda la cronista de moda Sarah Mower, en 1994 los agentes de prensa “rogaban” a los periodistas que asistieran al debut de Tom Ford para Gucci. Al año siguiente, los roles se habían invertido.
Pues el diseñador, que tenía carta blanca para manifestar su visión, osó captar el espíritu irreverente de figuras como Madonna (en 1992, su álbum Erotica y su libro de fotografía Sex escandalizaron al mundo) y concebir sastrería de terciopelo; minifaldas traslúcidas; vestidos con recortes provocadores; camisas de satén; incluso tangas para mujeres y hombres.
Sus desfiles, protagonizados por modelos-sex-symbols como Kate Moss, Esther Cañadas, Jason Fedele y Ryan Locke, sentaron las bases de su legado. La periodista del New York Times, Amy Spindler, lo nombró “el diseñador más influyente de Milán”.
Ese mérito atribuido al austinés, que antes de Gucci había dejado su huella en los estudios de Cathy Hardwick y Perry Ellis en Nueva York, también se extendería a su equipo de trabajo. Es que más que inventor, Ford fue co-autor del porno chic: junto con la estilista Carine Roitfeld y el fotógrafo Mario Testino, formaron un trío capaz de acuñar las imágenes más polémicas en la historia de la publicidad de moda.
Y Carine, femme fatale del grupo, se alzó como musa absoluta de Tom, quien confesó enamorarse de la francesa a primera vista. Su amalgama de descaro, elegancia y sentido del humor, le valieron a Roitfeld el título de “reina del porno chic”.
Los tres mosqueteros colmaron de atrevimiento tanto las campañas de la doble G como las de Yves Saint Laurent, firma adquirida por el Grupo Gucci en 1999 y pilotada por Ford hasta 2004. “Por supuesto que la intención era provocar”, testimonia el diseñador que hoy dirige su firma homónima.
“Sin embargo, nunca me interesó provocar gratuitamente”. Las imágenes del porno chic son alegóricas; detrás de su fachada irreverente subyacen mensajes de empoderamiento y cuestionamiento al sistema.
El desnudo frontal masculino de la campaña del perfume M7, por ejemplo, además de referenciar un retrato de Yves Saint Laurent de 1971, supone un voto a favor de la igualdad de género en una cultura que sólo objetifica a la mujer. El vello púbico en forma de G, por su parte, satiriza el fenómeno del branding y la logomanía.
Locura mediática
El recurso de la hipersexualización se extendió a otras marcas, generando un movimiento representativo de la época. En su libro Víctimas de la moda (GG, 2004), el sociólogo Guillaume Erner explica: “La cúspide en el uso de la provocación sexual para vender vestidos se dio entre 1998 y 2002; nunca antes tantas marcas habían utilizado fotografías así”. ¿Ejemplos? Calvin Klein, Versace o Dolce & Gabbana.
Ante las críticas, Tom Ford sostiene que sus imágenes son feministas: “La mujer no está sentada esperando a alguien, sino que toma las riendas de su deseo. Además, he recurrido de igual manera a la figura del hombre”. En su vida privada, se opone al sexo sin sentimientos y está en una relación estable desde hace 34 años.
Hoy, a casi dos décadas de la dimisión de Ford en Gucci e YSL, el creativo preserva su imaginario elegante-sensual con su propio emporio. El espíritu liberador del porno chic también es retomado por exponentes más jóvenes, como el español Alejandro Gómez Palomo (Palomo Spain) o el belga-francés Ludovic de Saint Sernin.
“El sexo y el amor son las cosas más hermosas que tenemos”, apunta Ford. “Si la gente me ve como el padre del porno chic, ¿por qué negarlo?”.
at Matías Tortello
Accedé a los beneficios para suscriptores
- Contenidos exclusivos
- Sorteos
- Descuentos en publicaciones
- Participación en los eventos organizados por Editorial Perfil.
Comentarios